“La adoración eucaristica:una necesidad urgente.” Por Javier Luis Candelario Diéguez
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¡Dios esta aquí! ¡Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor!
Querido hermano católico: “¡La Iglesia y el mundo tienen gran necesidad del culto Eucarístico!” Y es nuestro deseo, te sientas participe de esta gran empresa, y que correspondas a la invitación que hoy te hacemos. ¡Dios esta aquí! ¡Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor! “Jesús nos espera en este Sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. ¡No cese nunca nuestra adoración!” (Juan Pablo II. Dominicae Cenae) Y en este tiempo de adoración ante el Señor, rogaremos por el Papa y las intenciones mas urgentes de su pontificado, por las necesidades de la Iglesia, y por los grandes problemas de la Humanidad: la paz del mundo, y el dialogo entre las culturas, además de: por la conversión de los pecadores, por los sacerdotes y las vocaciones, así como por el pronto establecimiento del reinado del Corazón de Jesús en las almas y en la sociedad, que nos ha de llagar por medio del triunfo del Inmaculado Corazón de María. Nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús, desemboca siempre en la obra máxima de su amor: La Eucaristía. De ahí que la devoción al Corazón de Cristo este centrada y enraizada en el culto eucarístico, expresión sacramental de su amor. El Misterio Eucarístico, culto integral del cuerpo Místico de Cristo, sacramento de piedad, símbolo de la unidad, vínculo de caridad, (San Agustín de Hipona) ha de ser para nosotros, el centro de confluencia de nuestra vida interior con el culto externo, ya que la adoración y reparación Eucarística, han de forman parte esencial de nuestra espiritualidad. Hemos de comprender que adorar a Jesús realmente presente en el Smo. Sacramento del Altar, es dar la vida, es darse a uno mismo totalmente, pues solo Dios es digno de ser adorado y la adoración es la forma correcta del culto, de la relación con El. Es una disposición que nace de la conciencia de la presencia de Dios en nuestra vida y de su amor por nosotros. Cuando se cree con fe que Jesús es verdaderamente Dios, y que por amor a nosotros permanece día y noche, y lo ha estado así durante más de 2000 años en la Eucaristía, todo cae por su peso. Adorar es el acto mas natural del creyente y la fuente de la vida cristiana. Como asegura el Concilio Vaticano II, la Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida de la Iglesia y por ello mismo nos hará sentir con la Iglesia, amar a la esposa de Cristo, y contemplar su hermosura, no empañada nunca por los pecados de los hombres que formamos parte de ella. Este contemplar a la Iglesia como lo que esencialmente es, nos ayuda a descubrir la dimensión escatológica de la Eucaristía. En la liturgia terrena pregustamos y participamos de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo esta sentado a la derecha del Padre como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero. Las horas de adoración son ya la anticipación de la vida futura, cuando se haga eterna y plena nuestra plegaria de alabanza y nuestra compañía con el Señor. En sintonía con el espíritu que nos anima, no hay que olvidar el carácter reparador. Ya que la adoración es la prolongación de aquella hora santa que el mismo Corazón de Jesús pidió a Santa Margarita María de Alacoque, como respuesta a su soledad en Getsemani: “¿No habéis podido velar conmigo una hora?” ( Mc.14,37 ) Impulsados por el mismo amor de su Sagrado Corazón, nos hacemos eco de estas palabras y queremos dedicar al menos una hora a la semana para acompañar, consolar y reparar al Señor, y así suplicarle misericordia y sus divinas gracias para todo el mundo. El Rey de los Cielos se nos muestra necesitado de nuestra compañía, necesitado de nuestro amor: este es el descubrimiento que estamos llamados a hacer cada semana ante Jesús Sacramentado. La respuesta del Señor es promesa de plenitud individual y social, es promesa de su reinado entre los hombres, cuando llegue el día tan esperado por la Iglesia en que toda la humanidad le reconozca como el Rey y Señor, como el único Dios verdadero, como aquel que ha venido a salvar a todos los hombres. Por tanto hemos de ser hombres y mujeres cada día, cada vez más profundamente Eucarísticos, pues ser eucarísticos significa tener un ansia de vida divina, y vivir la adoración como el camino de santidad específico y personal. El compromiso de fidelidad en la adoración hará compatible una actitud contemplativa en medio del mundo, llevando a cabo las actividades propias de nuestro estado y a transformar la vida en una continua acción de gracias. De este modo nos será posible vivir con gozo y agradecimiento nuestra vocación universal a la santidad, al servicio de Dios y de la Iglesia. Este es en esencia el programa integral que nos proponemos llevar a cabo, todo el de la mano de la Santísima Virgen María. De ahí que acompañando la adoración eucarística, y en medio de esta, añadamos el rezo del Santo Rosario, eficaz medio para impetrar del cielo todas las gracias, por medio de la intercesión de aquella que es Madre de Dios y Madre Nuestra. También a imitación de María, deseamos ser adoradores del Dios vivo. Ella nos ayudara a vivir con mayor profundidad, nuestra entrega y amor a Dios como absoluto, al tiempo de hallar nosotros en Ella, el mejor modelo de adoración, que cada semana se realiza y confirma precisamente de rodillas a los pies de Jesús Sacramentado, en la contemplación de Aquel que se esconde bajo la nítida blancura de la Hostia Consagrada, en quien creemos, y en quien esperamos. Naturalmente, la correspondencia al amor personalizado de Cristo tiene que completarse con la imitación. Conocer al que “me amo y se entrego a la muerte por mi” solo tiene como reacción lógica el enamorarme de El e imitarle. San Ignacio de Loyola lo formuló lucidamente con su petición a lo largo de los Ejercicios Espirituales: “Pedir conocimiento interno de Cristo, para mas amarle y seguirle”. Un conocimiento de su intimidad –su Corazón- que solo es posible a través del trato eucarístico, en la oración y meditación asidua de su vida y de este gran misterio, que nos atraiga como un imán y nos empuje a su imitación, hasta hacernos pasar por la tierra haciendo el bien. Jesús nos llama para estar con El, y El esta presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Si estamos con El, si nos dejamos acompañar por El y corresponder a su amor, seguros que nos iremos transformando en El y también nos capacitaremos más para descubrir su presencia en los hermanos, particularmente en los más pobres. Tenemos que convencernos totalmente que sin El no podemos hacer nada. En nuestro encuentro adorador con Cristo eucaristía encontraremos la fuerza la vivir cristianamente, para cumplir con nuestros deberes y obligaciones, para amar en definitiva. Acción, dar testimonio publico de nuestra fe, anunciar a Cristo a todos aquellos que no le conocen si, pero jamás sin la oración; contemplación y oración que la deben sostener, para transmitir su amor al mundo. “Pues antes de hablar a los hombres de Dios, primero hemos de hablarle a Dios de los hombres y es precisamente a los pies del sagrario, en la conversación diaria con el Señor, donde mas almas se ganan…” (Mons. Guerra Campos) De este modo nos será posible vivir con gozo y agradecimiento nuestra vocación cristiana al servicio de Dios y de la Iglesia. La fe viva en la presencia real de Cristo en este sacramento, debe impulsarle a responder a esta invitación, en expresión de gratitud, prueba de amor y signo de adoración. (CF. Misterium Fidei)
¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Ave María Purísima. Sin pecado concebida!
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Cantemos al Amor de los amores
I-Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor. ¡Dios esta aquí! Venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor.
¡Gloria a Cristo Jesús! Cielos y tierra, bendecid al Señor. ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria, amor por siempre a Ti Dios del amor!
II-Unamos nuestra voz a los cantares del coro celestial. ¡Dios esta aquí! Al Dios de los altares, alabemos con gozo angelical.
III-Los que buscáis solaz en vuestras penas y alivio en el dolor. ¡Dios esta aquí! Y vierte a manos llenas mil tesoros divinos de dulzor.
IV-¡Oh rara caridad y real fineza! ¡Oh dulce memorial! ¡Dios esta aquí! Con toda su riqueza, con su Cuerpo, y Sangre divinal.
V-Que abrase nuestro ser la viva llama, del más ferviente amor. ¡Dios esta aquí! Esta porque nos ama como Padre, amigo y bienhechor.
VI-Cantemos al amor de los amores, cantemos sin cesar: ¡Dios esta aquí! Venid adoradores, adoremos a Cristo en el altar. |
Jesús Sacramentado. Misterio de Fe y Amor.
Jesús Sacramentado nos invita a estar con El y se alegra por nuestra correspondencia. Démosle gracias por ello…
Nuestra pobre alma rebosa de alegría pues sabe que se dirige al encuentro del Señor. La capilla es adornada con sus mejores galas para la adoración y Jesús Sacramentado sale del Sagrario a nuestro encuentro.
Y, aquí estamos, arrodillados ante el Altar, donde El se encuentra solemnemente expuesto en la Custodia. Los santos Ángeles adoradores también están acá con sus manos juntas en actitud de reverencia y oración, sus rostros inclinados y encendidos ante la gravedad del misterio ; arden de amor, mientras sus rodillas se doblan en señal de adoración ante Aquel que escondido bajo estas formas es su Dios. ¡No les vemos, pero están aquí! Nosotros somos parte de este cielo, e invitados a permanecer en el. Nosotros imitémosles y llenémonos de idénticos sentimientos…
Jesús Sacramentado, que te escondes bajo la nítida blancura de la Hostia Consagrada, dime: ¿quien eres? Responde el Señor: Misterio de amor.
Cuentan los santos evangelios que Jesús lleno de amor por los hombres, la noche poco antes de su pasión, sentado a la mesa tomo Pan en sus santas y venerables manos y elevando los ojos al cielo hacia Dios Padre Suyo, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de el, porque esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros…” Acabada la Cena tomo el cáliz, lleno del fruto de la vid, dándote gracias lo bendijo y lo paso a sus discípulos diciendo:”Tomad y bebed todos de el, porque este es el Cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía…” quedaban así desde entonces los accidentes del pan y del vino, convertidos en su Cuerpo, su Sangre, Alma y Divinidad. ¡verdadero milagro de amor! Ante el cual como bien enseña Santo Tomás de Aquino se confunden los sentidos y solo por la fe acertamos...Escuchémoslo de sus propios labios en ese himno inmortal del Adorote devote, que a petición del Papa compusiera para la fiesta del Corpus Christi:
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Hermoso cierto, mas sin embargo, el primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje,- se decían -¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67): esta pregunta del Señor, resuena a través de los siglos, invitación de su amor a descubrir que sólo él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su presencia real en el Santísimo Sacramento del Altar es acogerlo a él mismo. La escena del evangelio anteriormente leída y descrita recoge las imágenes del Cenáculo y lo que ocurrió aquella noche cargada de misterio. A los ojos del espíritu se nos presentan los apóstoles sentados a la mesa con Jesús, a quienes luego confía repetir su actos, quedan así ordenados los primeros sacerdotes de la historia. Pedro observa admirado del gestos del Señor, escucha conmovido sus palabras y se abre al misterio que ahí se anuncia y que poco después se cumplirá. Son los instantes en los que se fragua la gran batalla entre el amor que se da sin reservas y el misterio de la iniquidad que se cierra en su hostilidad… Estas son palabras de Juan pablo II escritas con emoción en el mismo lugar donde el Divino Maestro instituyo la Sagrada Eucaristía. Son palabras que dicen mucha verdad y que por desgracia, expresan la cruda realidad de la vida que algunos cristianos buenos tienen que experimentar día a día. “Es verdad -sigue escribiendo el Papa-. En la historia del sacerdocio, no menos que en la de todo el pueblo de Dios, se advierte la oscura presencia del pecado (de la no correspondencia y de la falta de amor de nosotros hacia todo un Dios) Tantas veces la fragilidad humana de los ministros y de nosotros los fieles ha desfigurado el rostro de Cristo. Esa noche de jueves santo, en pleno Cenáculo Eucarístico no solo se consumo la traición de Judas, sino que el mismo Pedro tuvo que vérselas con su debilidad, recibiendo la amarga profecía de su negación. Al elegir a los doce, Cristo no se hacia ilusiones (como hoy tampoco con nosotros) : en esta debilidad humana fue donde puso el sello sacramental de su presencia. La razón no las señala san Pablo: “ llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” ( II Cor. 4.7) Hermosas palabras del Vicario de Cristo que justifican el relato que a continuación me permito hacerles…. ¡que fe tan grande y que ejemplos de correspondencia! ¡precisamente lo que hoy falta a muchos de nosotros! Por ello cuando hoy se persigue a un grupo de jóvenes que también por fe y correspondencia, y en total armonía con lo que es debido a Dios y ordena el Vicario de Cristo SS Benedicto XVI en el momento de recibir al Señor, en la Comunión se arrodillan y esto causa escándalo. Me digo: ¡Vamos bien! Vamos muy bien… Es en resumen lo que decíamos al principio el primer anuncio de la eucaristía dividió e incluso hizo marcharse a muchos y entre los que se quedaron había quien murmuraba: “Este se ha vuelto loco. ¿Cómo va a darnos a comer su carne y a beber su sangre?” Mentes racionalistas carentes de fe, aquellas que ayer negaban el misterio eucarístico que Cristo les anunciaba, hoy mentes racionalistas carentes de fe, las que niegan el debido culto eucarístico y olvidan su divina naturaleza. ¡Mirad qye hablamos de Dios! ¡El Dios Trinidad, Señor de Cielos y tierra que se esconde en la sencillez de cada hostia consagrada. Aumentese nuestra fe y proclamemos de palabra y de obra :La Eucaristía (La Santa Hostia) es Jesucristo vivo, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, que se hace presente cuando el sacerdote consagra el pan y vino en la Santa Misa. Estos elementos se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Recibir la Eucaristía (Comunión) es recibir a Jesucristo. La Eucaristía, explica el Papa León XIII, contiene "en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales" (Encíclica Mirae Caritatis). La Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe. La presencia real y sustancial de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar, es una verdad de fe y un regalo para los hombres. Quiso el Divino Redentor permanecer junto a nosotros todos los días hasta la consumación de los siglos al tiempo de ser nuestro alimento para la vida eterna; promesas que cumple, en este sacramento, que es el “MYSTERIUM FIDEI» Misterio de nuestra fe. Santa Teresa benedicta de la Cruz) Edith Stein nos dirá: “Quien visita a Jesús Sacramentado y se aconseja con El en todas sus necesidades, quien se deja purificar por la fuerza divina que mana del Sacrificio del Altar y se ofrece a si mismo al Salvador con este Sacrificio; quien en la comunión lo recibe en lo mas hondo del alma…, ése se sentirá atraído más y más hacia la corriente de la vida divina, crecerá en el Cuerpo Místico de Cristo, y su corazón se configurará de acuerdo con su Corazón.” Acudamos gozosos a su encuentro y enamorémonos de Jesús Sacramentado.
Esta es la esencia de la presencia real y sustancial de Jesús entre nosotros: Un misterio de amor… que lleva consigo correspondencia. ¡Correspondencia de amor! Un misterio sublime e incomprensible, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, mientras cantan: Sanctus, Sanctus, Sanctus. Dominus Deus Sabaoth…Un misterio que reclama amor. ¡Feliz el alma que encuentra sus delicias en vivir junto al Tabernáculo del Señor, y allí conversar con su Amado y pasar las horas en su compañía. ¡Oh Santos Ángeles del cielo! Venid en nuestro auxilio, e inflamad nuestras almas con el fuego del amor que os abrasa, para que nuestro corazón sea digno de adorar a Jesús Sacramentado! Amén.
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