+ Ad Maiorem Dei Gloriam +

Esta página es obra de La Sociedad Pro Misa Latina -Una Voce Cuba-

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"¡Jesús, María!; -exclamó - ¿qué es esto?".

Aún no había concluido, cuando oyó una voz lastimera, acompañada de este doloroso suspiro:

"¡Oh, Dios mío! ¡cuánto sufro! Oh Dios! que peno tanto!".

La hermana, estupefacta, reconoció pronto la voz de la pobre sor Teresa. Se repone como puede, y le pregunta:

"¿Y por qué?"

"A causa de la pobreza", responde sor Teresa.

"¡Cómo!... - replica la hermana - ¡vos que erais tan pobre!"

"No es por mí misma, sino por las hermanas, a quienes he dejado demasiada libertad en este punto. Y tú ten cuidado de ti misma".

Y al mismo instante la sala se llenó de un espeso humo, y la sombra de sor Teresa apareció dirigiéndose hacia la puerta, deslizándose a lo largo de la pared. Llegando cerca de la puerta, exclamó con fuerza:

"He aquí un testimonio de la misericordia de Dios".

Y diciendo esto tocó el tablero superior de la puerta, dejando perfectamente estampada en la madera calcinada su mano derecha, y desapareciendo en seguida.

La pobre sor Ana Felicia se había quedado casi muerta de miedo. Se puso a gritar y pedir auxilio. Llega una de sus compañeras, luego otra y después toda la Comunidad; la rodean y se admiran todas de percibir un olor a madera quemada. Buscan, miran y observan en la puerta la terrible marca, reconociendo pronto la forma de la mano de sor Teresa, que era notablemente pequeña. Espantadas, huyen, corren al coro, se ponen en oración, y olvidando las necesidades de su cuerpo, se pasan toda la noche orando, sollozando y haciendo penitencia por la pobre difunta, y comulgando todas por ella al día siguiente.

Espárcese por fuera la noticia; los Religiosos Menores, los buenos sacerdotes amigos del monasterio y todas las comunidades de la población unen sus oraciones y súplicas a las de las Franciscanas. Este rasgo de caridad tenía algo de sobrenatural y de todo punto insólito.

Sin embargo, la hermana Ana Felicia, aun no repuesta de tantas emociones, recibió la orden formal de ir a descansar. Obedece, decidida a hacer desaparecer a toda costa en la mañana siguiente la marca carbonizada que había causado el espanto de todo Foligno. Mas, he aquí que sor Teresa Margarita se le aparece de nuevo.

"Sé lo que quieres hacer; -le dice con severidad -; quieres borrar la señal que he dejado impresa. Sabe que no está en tu mano hacerlo, siendo ordenado por Dios este prodigio para enseñanza y enmienda de todos. Por su justo y tremendo juicio he sido condenada a sufrir durante cuarenta años las espantosas llamas del purgatorio, a causa de las debilidades que he tenido a menudo con algunas de nuestras hermanas. Te agradezco a ti y a tus compañeras tantas oraciones, que en su bondad el Señor se ha dignado aplicar exclusivamente a mi pobre alma; y en particular los siete salmos penitenciales, que me han sido de un gran alivio".

Después, con apacible rostro, añadió:

"¡Oh, dichosa pobreza, que proporciona tan gran alegría a todos los que verdaderamente la observan!".

Y desapareció.

Por fin, al siguiente día, 19, sor Ana Felicia, habiéndose acostado y dormido, a la hora acostumbrada, oye que la llaman de nuevo por su nombre, despiértase sobresaltada, y queda clavada en su postura sin poder articular una palabra. Esta vez reconoció también la voz de sor Teresa, y al mismo instante se le apareció un globo de luz muy resplandeciente al pie de su cama, iluminando la celda como en pleno día, y oyó que sor Teresa con voz alegre y de triunfo, decía estas palabras:

"Fallecí un viernes, día de la Pasión y otro viernes me voy a la Gloria... ¡Llevad con, fortaleza la  cruz!... ¡Sufrid con valor!". 

Y añadió con dulzura: "¡Adiós! ¡adiós! ¡adiós!...

Se transfigura en una nube ligera, blanca, deslumbrante, y volando al cielo desaparece.

Abrióse en seguida una información canónica por el obispo de Foligno y los magistrados de la población. El 23 de noviembre, en presencia de un gran número de testigos, se abrió la tumba de sor Teresa Margarita, y la  marca calcinada de la pared se halló exactamente conforme a la mano de la difunta.

El resultado de la información fue un juicio oficial que consignaba la certeza y la autenticidad de lo que acabamos de referir. En el convento se conserva con veneración la puerta con la señal calcinada. La Madre abadesa, testigo del hecho, se ha dignado enseñármela (dice Mons. de Ségur), y mis compañeros de peregrinación y yo hemos visto y tocado la madera que atestigua de modo tan temible que las almas que, ya sea temporal, ya sea eternamente, sufren en la otra vida la pena del fuego, están compenetradas y quemadas por el  fuego. 

Cuando, por motivos que sólo Dios conoce, les es dado aparecer en este mundo, lo que ellas tocan lleva la señal del fuego que les atormenta; parece que el fuego y ellas no forman más que uno; es como el carbón  cuando está encendido.

***   ***   ***

En medio de la crisis que hunde al mundo moderno en un rebrotar inmenso del paganismo, con todas sus secuelas de brutalidad y salvajismo, la fe, debilitada y languideciente, en las Verdades reveladas, nos presenta el espectáculo de personas tan preocupadas, hasta el traumatismo psicológico, por la "suerte" de las especies animales y aún las vegetales, que despliegan esfuerzos y queman energías en campañas medioambientales, mientras abandonan, sin la más mínima consideración, a sus seres queridos, (padres, hermanos, esposos o amigos) a sufrimientos atroces sin hacer nada por ellos, pudiendo haberles ayudado inmensamente si aún tuvieran algo de fe. Santo Tomás enseña que el dolor más grande en la tierra es menor que el más pequeño en el Purgatorio.

Pero lo peor de esta situación, y lo más doloroso, es constatar que este olvido de las almas de nuestros seres queridos ha sido causado, en gran medida, por la negligencia o la traición de hombres de Iglesia que no creen, o parecen no creer más el la realidad del Purgatorio, volcando sus esfuerzos "pastorales", casi exclusivamente, en los pleitos políticos contingentes, y curiosamente con el mismo fuerte cariz ideológico que alimenta dichas campañas medioambientales.

Por nuestra parte encomendemos a dichas almas abandonadas a su suerte que constituyen la parte de la Iglesia purgante cuyas oraciones, a su vez, a favor nuestro no dejan de favorecernos, hagamos celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, aprovechemos para ganar las indulgencias del jubileo para aplicarlas a nuestros seres queridos o a quienes quizás por culpa nuestra sufren en el Purgatorio. Cumplamos este deber ya sea en justicia o caridad; Un día, con seguridad, seremos nosotros los necesitados del auxilio que nos puedan prestar las almas fieles pertenecientes, en ese entonces, a la Iglesia militante.

Muchos al leer estas cosas las desprecian como puros cuentos.  No quieren reconocer que la realidad del purgatorio que es enseñanza del magisterio y ha sido confirmada por numerosos testimonios.  Pero el Señor no deja de advertirnos por el bien de los pocos que abren su corazón a la conversión. 

"Concédeles Señor el descanso eterno: y brille para ellas la luz perpetua!"


Huella de la mano de la Hna.Teresa M. Gesta, en su visita desde el purgatorio.
Foligno, Italia.
Imagen cortesía de los Frailes Franciscanos Recoletos de la Cruz.

El Purgatorio                                                        Consoladora realidad, para la fragil y pecadora humanidad.

Introducción

 

El Purgatorio es el lugar donde acaban de purificarse las almas que han de entrar en el cielo. Es un lugar de terribles sufrimientos y conviene hacer penitencias, limosnas, oraciones y otras buenas obras, como también ganar indulgencias, a fin de no tener que sufrirlos o para no sufrir tantos. Piensa ahora en las almas que actualmente están en el Purgatorio sufriendo aquellas horribles penas. Figúrate que la mas pequeña de estas, es mayor que las mas graves de este mundo. Si un alma, al salir del fuego del Purgatorio se pusiese sobre un fuego de la tierra creería pasear por un delicioso jardín y como dice San Buenaventura son tan desvalidas que no cuentan con ningún medio con satisfacer por sus deudas; no pueden hacer ninguna obra meritoria, ni ganar indulgencia alguna.

Tu si que puedes aliviarlas y tienes a tu alcance medios fáciles de practicar y de valor infinito, de los que los mismos Ángeles carecen. Una Misa que oigas, una pequeña mortificación que hagas, una limosna que des, un padre Nuestro que reces, una indulgencia que ganes: todo esto puede aliviarlas muchísimo, y aun librarlas completamente de aquellas terribles penas y hacerlas entrar enseguida en el cielo. ¡Y tan poco que te cuesta!

Además, ¿sabes por ventura si tienes algún pariente o amigo que aguarda tus oraciones? Ayúdalas, pues ya que puedes, y darás gran gozo a sus Ángeles, que al instante irán a consolarlas y les dirán  que has hecho una buena obra para ellas, para aliviarlas en sus penas.

 

 

¿Qué es el Purgatorio?

 

Es cosa cierta y de fe que hay Purgatorio, que hay un lugar destinado por la amorosa providencia de Dios, para la expiación y purificación de las almas que han salido de este mundo libres de culpas mortal, pero no tan puras y santas cual se requiere para ser admitidas en la gloria del cielo, donde nada entra que no sea absolutamente puro y santo.

Es cosa que jamás agradeceremos a Dios el beneficio que nos ha hecho de podernos purificar y expiar nuestros pecados en el purgatorio, lugar de horribles penas de expiación y de castigo por las ofensas hechas a Dios. Y no nos ha de parecer exagerado este castigo, pues aun es mayor la ofensa hecha a Dios, por el pecado que las penas del Purgatorio, ha pesar de ser tan terribles, que, como dicen los Santos, no se pueden expresar ni siquiera comprender.

 

Obligación que tenemos de socorrer a las almas del Purgatorio.

 

Dice San Alfonso María de Ligorio que los cristianos han de socorrer cuanto puedan a estas santas almas, y como quiera que sus necesidades son mayores que las de los vivos parece que bajo este aspecto están todavía mas obligados a ayudarlas. Sabemos, pues, con certeza que las Almas del Purgatorio, parecen tormentos imponderables, y, por otra parte, es indudable –dice este santo doctor-, y aun es articulo de fe, que podemos aliviar a estas buenas almas con nuestros sufragios, y sobre todo con nuestras oraciones, devoción no tan solamente recomendada de una manera especial, sino practicada por la Santa iglesia, y, siendo así dice, no sé hasta que punto podría excusarse de pecado quien descuidase de procurarles alguna asistencia o socorro a lo menos por medio de sus oraciones.

 

Utilidad de la devoción a las almas del Purgatorio.

 

Es creencia piadosa, según lo enseña San Alfonso, Doctor de la iglesia, que Ntro. Sr. da a conocer nuestras suplicas y nuestras oraciones a las almas del Purgatorio y que entonces ellas, llenas de caridad, no pueden en manera alguna dejar de rogar por nosotros.

Santa catalina de Bolonia recurría a las Almas del Purgatorio siempre que deseaba alcanzar un favor particular y enseguida se veía atendida. Si tenemos la satisfacción de librar un alma del purgatorio y de abrirle las puertas del cielo, hemos de esperar que dirá agradecida al Señor: “no permitáis, Señor, que este, que me ha librado de los tormentos se pierda para siempre.” Y no negara Dios, la salvación de su siervo, ante los ruegos de un alma que es esposa suya muy amada. Asegura, además, San Agustín que aquellos que, durante su vida hallan socorrido a las santas lamas del Purgatorio con mayor fervor recibirán, por una particular providencia de Dios, mayores auxilios, por parte de los demás, si van al Purgatorio.

 

¿Qué cosa es la pena de sentido?

 

Es aquel sufrimiento terribilísimo que reciben las almas del Purgatorio del fuego que las purifica, de las reliquias del pecado.

Dice Santa catalina de Génova, en su tratado del Purgatorio que el suplicio de estas almas es espantoso, tanto, añade, que ningún entendimiento puede comprenderlo, ni ninguna lengua expresarlo: En cuanto a la pena de sentido, es el infierno.

¿Qué será sufrir aquel fuego que penetra mas adentro de las entrañas, que llega a la misma, puesto que es el alma y no el cuerpo quien sufre en el Purgatorio la acción de este fuego milagroso?

¿Y no querrás, alma cristiana aliviar tan grandes penas con tus sufragios?

 

Intensidad de la pena de sentido.

 

Reflexiona, alma devota lo terrible que ha de ser esta tortura del alma sujeta a la accion purificadora, y veras como el no socorrer con sufragios a las almas del purgatorio es no tener entrañas de caridad. Si ves caer un perro , dice San Leonardo de porto-Mauricio, en un fuego, te dará lastima y procuraras, en lo que buenamente este de tu parte, librarlo de las llamas. ¡Y cuantas almas como hay en el purgatorio y tal vez tus padres, o tus parientes estén ardiendo allí, en aquellas incomparablemente mas terribles llamas del purgatorio, sin que ni siquiera un piadoso recuerdo, te mueva a rogar por ellas! Y añade Santa catalina de Génova, que el alma que sufre en el Purgatorio se encuentra en el transe de un hombre metido en un horno, que no puede disfrutar de ningún descanso, hasta después de haber perdido la vida. Medítalo bien y examina tu conducta con las almas del Purgatorio y en particular con los difuntos de tu familia.

 

Duración de las penas del Purgatorio.

 

Esta operación purificadora del Purgatorio, puede ser muy larga por varias causas; dos puntos:

-La primera por la pureza inconcebible que ha de tener necesariamente el alma para estar en la presencia de Dios, que es la misma santidad y pureza, y ha nadie admite en la gloria, sino es tan puro como el mismo cielo. Y estamos tan lejos de esta pureza, que, como dice Santa Catalina, lo que es perfecto a los ojos del hombre, está lleno de defectos a los ojos de Dios.

-La segunda causa es la multitud innumerable de pecados veniales, que cometemos en esta vida.

-La tercena es la poca penitencia que hacemos de los pecados mortales ya confesados.

-La cuarta es la absoluta incapacidad de las almas del purgatorio, para socorrerse a si mismas.

-Y la quinta causa de la duración de las penas, de estas pobres almas es (¡avergüénzate, oh cristiano!) la tibieza y el descuido de la mayor parte de los cristianos en rogar y en practicar buenas obras por ellas.

 

¿Qué cosa es la pena de daño?

 

La pena de daño es la privación de ver a Dios, y es la pena mayor de las almas del Purgatorio, como también constituye la pena mayor de los condenados al Infierno, a pesar de ser tan inmensos los demás tormentos que sufren. Por esta causa, Santa catalina, después de afirmar que el suplicio del Purgatorio en cuanto al sentido es el Infierno, añade: con todo esta pena le parécela alma “suave”, en comparación de aquella que sufre al retardar su unión y San Juan Crisóstomo dice que “un millón de infiernos comprendiendo en ellos solamente la pena de sentido no son, ni de lejos, como la pena de daño, que es la privación de Dios. Como dice santa Teresa, “uno muere de no morir”. Considera pues aunque no llegues a entenderlo plenamente que si bien es cierto que, en cuanto al tiempo, es una pena finita, que un día u otro a de acabar, es también en alguna manera una pena infinita, porque priva del bien infinito que es Dios.

 

Inmensidad de la pena de daño.

 

No hay comparación, ni ejemplo, ni manera de dar a entender a impetuosidad y la fuerza de la atracción de Dios que el comunica a las almas y que es causa de la pena de danoo. Y en este sufrimiento de la pena de daño, pena suprema entre todas las penas, es cosa maravillosa que, aunque se acerque la hora de verse libre de ella y de volar a la gloria no disminuye; pues, como explica santa Catalina, según el fuego va purificando un alma en el purgatorio, Ntro. Sr. le va comunicando mayor luz de paz y de gozo de manera que merced al fuego, va aumentando su tranquilidad; pero –añade- no sucede lo mismo con lo que se deriva de la tardanza en ver a Dios, porque ésta no disminuye, aunque se acerque a su termino. Por el contrario, antes bien aumenta, según parece indicarlo la Santa. Templemos, pues, ante este suplicio, tan extraordinario, que ni siquiera somos capaces de entender.

 

Nuestro poco amor a Dios.

 

Compara el amor a Dios que tienen los santos y las almas del Purgatorio con tu frialdad en el camino de la virtud y en su santo servicio. Parece, realmente, que solo obres por obligación o por puro egoísmo de ahorrarte las penas, siendo así que el motivo principal a de ser el amor a Dios y el deseo de verle y contemplarle eternamente. Piensa que esta frialdad y falta de deseo también  se pagan en el Purgatorio, tanto mas cuanto mayor haya sido la frialdad en el amor y en el deseo de Dios. Refieren algunos libros que una persona estuvo catorce años en el Purgatorio por poco deseo de Dios  de su gloria. Sea lo que fuere de la exactitud de este hecho, es lo cierto que nuestra falta de amor a Dios no puede menos de ser castigada de una forma u otra en el purgatorio, donde tan terrible son todas las penas. Examínate bien sobre este punto, y enmiéndate, ya que Dios te llama y todavía te concede tiempo para hacerlo.

 

 

 

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE

Bienaventurados los muertos

que mueren en el Señor.

(Apocalipsis 14, 13)

 

Un santo ermitaño se cruzó en el camino con un monje de Cluny y le rogó dijese a San Odilón, abad de ese monasterio, que los demonios se quejaban por el número de almas que sus oraciones y la de sus religiosos libraban del purgatorio. En cuanto lo supo, el santo abad ordenó a toda su Orden que consagrara el segundo día de noviembre para orar por la liberación de las almas del purgatorio. Esto fue en el año 998. Esta costumbre, adoptada enseguida por otros monjes y por la diócesis de Lieja en 1008, se extendió gradualmente en todo el Occidente.

 

 

MEDITACIÓN SOBRE LAS ALMAS DEL PURGATORIO

 

 

 

 

 

I. Las almas del purgatorio sufren la pena de daño, porque están privadas de la vista de Dios. ¡Qué cruel es esta separación! La naturaleza y la gracia los impulsan violentamente hacia Dios, pero no pueden llegar hasta Él. Lo que les causa más pena es ver que su dicha es aplazada porque, en la tierra, gozaron de algunos leves placeres que les estaban prohibidos. Ten piedad de estas almas y, con tus mortificaciones, trabaja por retirarlas de esta triste morada.

 

II. Estas almas son atormentadas por el mismo fuego que atormenta a los condenados, su pena es la misma; la única diferencia está en que los condenados sufrirán toda la eternidad y las almas del purgatorio solamente un tiempo. Puedes abreviar este tiempo con tus oraciones, ayunos y limosnas. ¿Negarás esta caridad a tus padres, a tus hermanos cristianos que te la piden? Oye su queja: ¡Tened piedad de mí, tened piedad de mí, por lo menos vosotros que fuisteis mis amigos!

 

III. Estas santas almas, sin embargo, tienen consuelos en medio de sus suplicios, porque están resignadas a la voluntad de Dios que en ellas se cumple para purificarlas, y porque ven, por un lado, el infierno que evitaron, y por el otro, el cielo que las espera. Cristianos, aprended de ellas cómo hay que sufrir y pasad lo más que podáis vuestro purgatorio en esta vida; sufrid con la misma fortaleza y la misma esperanza que las almas del purgatorio. Señor, purificadme en esta vida, a fin de que después de esta vida escape de las llamas del purgatorio (San Agustín).

 

La devoción a las almas del purgatorio.

Orad por su liberación.

 

ORACIÓN

 

Oh Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras, la remisión de todos sus pecados, a fin de que obtengan por nuestras humildísimas oraciones el perdón que ellas siempre han deseado. Vos que vivís y reináis en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

 

Fuente: Tradición Católica.com

SERMÓN DEL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS, POR SAN JUAN MARÍA VIANNEY

 

Vengo por Dios. ¿Para qué subiría hoy al púlpito, queridos hermanos?, ¿qué voy a decirles? Que vengo en provecho de Dios mismo. Y de vuestros pobres padres; a despertar en ustedes el amor y la gratitud que les corresponde. Vengo a recordarles otra vez aquella bondad y todo el amor que les han dado mientras estuvieron en este mundo. Y vengo a decirles que muchos de ellos sufren en el Purgatorio, lloran y suplican con urgencia la ayuda de vuestras oraciones y de vuestras buenas obras. Me parece oírlos clamar en la profundidad de los fuegos que los devoran: “Cuéntales a nuestros amados, a nuestros hijos, a todos nuestros familiares cuán grandes son los demonios que nos están haciendo sufrir. Nosotros nos arrojamos a vuestros pies para implorar la ayuda de sus oraciones. ¡Ah! Cuéntales que desde que tuvimos que separarnos, hemos estado quemándonos entre las llamas! ¿Quién podría permanecer indiferente ante el sufrimiento que estamos soportando?”.

 

¿Ven, queridos hermanos? ¿Escuchan a esa tierna madre, a ese dedicado padre, a todos aquellos familiares que los han atendido y ayudado?, “Amigos míos – gritan – líbrennos de estas penas, ustedes que pueden hacerlo”.

 

Consideren, entonces, mis queridos hermanos: a) la magnitud de los sufrimientos que soportan las almas en el Purgatorio; y b) los medios que ustedes poseen para mitigarlos: vuestras oraciones, buenas acciones y, sobre todo, el santo sacrificio de la Misa. Y no quieran pararse a dudar sorbe la existencia del Purgatorio, eso sería una pérdida de tiempo. Ninguno entre ustedes tiene la menor duda sobre esto. La Iglesia, a quien Jesucristo prometió la guía del Espíritu Santo, y que por consiguiente no puede estar equivocada y extraviarnos, nos enseña sobre el Purgatorio de una manera positiva y clara y es, por cierto y muy cierto, el lugar donde las almas de los justos completan la expiación de sus pecados antes de ser admitidos a la gloria del Paraíso, el cual les está asegurado. Sí, mis queridos hermanos, es un artículo de fe: Si no hacemos penitencia proporcional al tamaño de nuestros pecados, aún cuando estemos perdonados en el Sagrado Tribunal, estaremos obligados a expiarlos… En las Sagradas Escrituras hay muchos textos que señalan que, aun cuando nuestros pecados puedan ser perdonados, el Señor impone la obligación de sufrir en este mundo dificultades, o en el siguiente, en las llamas del Purgatorio.

 

Miren lo que le ocurrió a Adán. Debido a su arrepentimiento Dios lo perdonó, pero aún así lo condenó a hacer penitencia durante novecientos años, esto supera lo que uno podría imaginar. Y vean también: David ordenó, contrariando la voluntad de Dios, el censo de sus súbditos, pero luego acicateado por remordimientos de conciencia, vio su propio pecado y, arrojándose sobre el piso, rogó al Señor que lo perdonase.

 

Dios, conmovido por su arrepentimiento, lo perdonó, en efecto. Mas, a pesar de ello, le hizo saber que debería elegir entre tres castigos que le había preparado debido a su iniquidad: plaga, guerra o hambruna. Y David dijo: “Prefiero caer en manos del Señor (ya que muchas son sus gracias) que en las manos de los hombres”. Eligió la plaga, que duró tres días, y se llevó a setenta mil súbditos suyos. Si el Señor no hubiera detenido la mano del Angel, que se extendía sobre toda la ciudad, ¡Jerusalén hubiese quedado despoblada!

 

David, considerando los muchos males causados por sus pecados, suplicó a Dios que le diera la gracia de castigarlo solamente a él y no al pueblo, que era inocente.

 

Consideren, también, el castigo a María Magdalena; tal vez esto ablande un poco vuestros corazones; ¿cuál será el número de años, mis queridos hermanos, que tendremos que sufrir en el Purgatorio, nosotros que tenemos tantos pecados y que, so pretexto de habernos confesado, no hacemos penitencia ni derramamos ninguna lágrima?

 

¿Cuántos años de sufrimiento debemos esperar para la próxima vida en el Cielo? Cuando los Santos Padres nos cuentan los tormentos que se sufren en tal lugar, parecen los sufrimientos que soportó Nuestro Señor Jesucristo en su pasión, ¿eso les describirá sensiblemente las torturas que estas almas padecen? Sin embargo, es cierto que si el más leve de los tormentos que padeció Nuestro Señor hubiese sido compartido por el género humano, este hubiese fenecido bajo tal violencia. El fuego del Purgatorio es el mismo fuego que el del Infierno, la única diferencia es que el fuego del Purgatorio no es para siempre. ¡Oh! Quisiera Dios, en su gran misericordia, permitir que una de estas pobres almas entre las llamas apareciese aquí rodeada de fuego y nos diese ella misma un relato de los sufrimientos que soporta; esta iglesia, mis queridos hermanos, reverberaría con sus gritos y sollozos y, tal vez, terminaría finalmente por ablandar vuestros corazones.

 

“¡Oh! ¡cómo sufrimos!”, nos gritarían a nosotros; “sáquennos de estos tormentos. Ustedes pueden hacerlo. ¡Si sólo experimentaran el tormento de estar separados de Dios!… ¡Cruel separación! ¡Quemarse en el fuego por la justicia de Dios! ¡Sufrir dolores inenarrables al hombre mortal!, ¡Ser devorados por remordimientos sabiendo que podríamos tan fácilmente evitar tales dolores!… Oh hijos míos, gimen los padres y las madres, ¿pueden abandonarnos así a nosotros, que los amamos tanto? ¿Pueden dormirse tranquilamente y dejarnos a nosotros yacer en una cama de fuego? ¿Se atreven a darse a ustedes mismos placeres y alegrías mientras nosotros aquí sufrimos y lloramos noche y día? Ustedes tienen nuestra riqueza, nuestros hogares, están gozando el fruto de nuestros esfuerzos, y nos abandonan aquí, en este lugar de tormentos, ¡donde tenemos que sufrir por tantos años!… y nada para darnos, ni una misa… Ustedes pueden aliviar nuestros sufrimientos, abrir nuestra prisión, pero nos abandonan. ¡Oh! qué crueles son estos sufrimientos… Sí, queridos hermanos, la gente juzga muy diferentemente en las llamas del Purgatorio sobre los pecados veniales, si es que se puede llamar leves a los pecados que llevan a soportar tales penalidades rigurosas.

 

Qué desgraciados serían los hombres, proclamaron los Profetas, aún los más justos, si Dios no los juzgara con misericordia. Si Él ha encontrado manchas en el sol y malicia aún en los ángeles, ¿qué queda entonces para un hombre pecador? Y para nosotros, que hemos cometido tantos pecados mortales y sin hacer prácticamente nada para satisfacer la justicia de Dios, ¿cuántos años serán de Purgatorio?, “Dios mío”, decía Santa Teresa, “¿qué alma será lo suficientemente pura para que pueda entrar al cielo sin pasar por las llamas purificadoras?”. En su última enfermedad, gritó de pronto: “¡Oh justicia y poder de mi Dios, cuán terribles son!”. Durante su agonía, Dios le permitió ver Su Santidad como los ángeles y los santos lo veían en el Cielo, lo cual la aterró tanto que sus hermanas, viéndola temblar muy agitada, le dijeron llorando: “Oh, Madre, ¿qué sucede contigo?, seguramente no temes a la muerte después de tantas penitencias y tan abundantes y amargas lágrimas…”No, hijas mías – replicó Santa Teresa – no temo a la muerte, por el contrario, la deseo para poder unirme para siempre con mi Dios”. “¿Son tus pecados, entonces, lo que te atemorizan, después de tanta mortificación?”, “Sí, hijas mías – les dijo – temo por mis pecados y por otra cosa más aún”, “¿es el juicio, entonces?”, “Sí, tiemblo ante las cuentas que es necesario rendir a Dios, quien en ese momento no será piadoso, y hay aún algo más cuyo solo pensamiento me hace morir de terror”. Las pobres hermanas estaban muy perturbadas: “¿Puede ser el Infierno, entonces?”. “No, gracias a Dios eso no es para mí, oh, mis hermanas, es la santidad de Dios, mi Dios, ¡ten piedad de mí! Mi vida debe ser puesta cara a cara con la del mismo Señor Jesucristo. ¡Pobre de mí si tengo la más mínima mancha! ¡Pobre de mí si aún hay una sombra de pecado!”. “¡¿Cóm serán nuestras muertes?!”, gritaron las hermanas.

 

¿Cómo serán las nuestras, entonces, mis queridos hermanos, que quizás en todas nuestras penitencias y buenas acciones, nunca hemos purgado un solo pecado perdonado en el tribunal de Penitencia? ¡cuántos años y centurias de castigo nos tocarían! ¡Cómo nos gustaría no pagar nada por nuestras faltas, tales como esas pequeñas mentiras que nos divierte, pequeños escándalos, el desprecio a las gracias que Dios nos concede a cada rato, las pequeñas murmuraciones sobre las dificultades que nos manda el Señor!

 

No, queridos hermanos, nunca nos animaríamos a cometer el menor pecado, si pudiéramos comprender lo mucho que esto ofende a Dios y cuánto merece ser castigado aún en este mundo. Dios es justo, queridos hermanos, en todo lo que hace; y cuando nos recompensa por la más mínima buena acción, nos da con creces lo que podríamos desear. Un buen pensamiento, un buen deseo, es decir, el deseo de hacer alguna buena obra aún cuando no estemos capacitados para lograrlo. Nunca nos deja sin recompensa. Pero también, si se trata de castigarnos lo hace con rigor, aún las faltas leves, y por ellas seremos enviados al Purgatorio. Esto es verdad, pues vemos en las vidas de los santos que muchos de ellos no fueron directamente al Cielo, primero tuvieron que pasar por las llamas del Purgatorio.

 

San Pedro Damian cuenta que su hermana debió pasar varios años en el Purgatorio por haber escuchado una canción maliciosa con cierto beneplácito de su parte. Y se dice que dos religiosos se prometieron uno al otro que el primero en morir le contaría al otro sobre el estado en que se hallaba. Dios permitió a uno morir primero y que se apareciera a su amigo. Le contó a este que había permanecido quince años en el Purgatorio por haberle gustado demasiado hacer las cosas a su manera, y cuando su amigo estaba felicitándole por haber permanecido allí tan poco tiempo, el fallecido replicó: “Yo hubiera preferido ser desollado vivo durante diez mil años seguidos en lugar del sufrimiento de las llamas”.

 

Un sacerdote contó a uno de sus amigos que Dios lo había condenado a permanecer en el Purgatorio durante varios meses por haber demorado la ejecución de un proyecto de buenas obras. Así que, queridos hermanos, ¿cuántos hay entre quienes me escuchan que tengan faltas similares que reprocharse a sí mismos?

 

¡Y cuántos, en el curso de ocho o diez años, han recibido de sus padres, o de sus amigos, el encargo de oir misa, dar limosnas, compartir algo!, ¡cuántos hay que por temor de encontrar que ciertas cosas deberían hacerse, no quieren tomarse el trabajo de considerar la voluntad de esos padres o amigos; estas pobres almas están aún detenidas en las llamas, porque nadie ha querido cumplir con sus deseos!

 

Pobres padres y madres, que se sacrifican por la felicidad de sus hijos y de sus herederos. Tal vez ustedes hayan sido negligentes con su propia salvación para aumentar sus fortunas, y así sabotean las buenas obras que se les encargó en los testamentos… ¡pobres padres! ¡Cuán ciegos estuvieron en olvidarlos! Ustedes me dirán, quizás, “Nuestros padres vivieron buenas vidas, y eran buena gente. Necesitarían muy poco de esas llamas”.

 

 

Hasta hay santos que, a pesar de ser canonizados, aún tienen pecados que expiar en el purgatorio

 

Alberto el Grande, un hombre cuyas virtudes brillaron tanto, dijo sobre esta materia que él un día reveló a un amigo, que Dios lo había llevado al Purgatorio por haberse entretenido en cierta autosatisfacción envanecida sobre su propio conocimiento. Lo más asombroso es que aún habría santos allí, aún aquellos que fueron beatificados, haciendo su pasaje por el Purgatorio. San Severino, Arzobispo de Colonia, apareció ante un amigo suyo largo tiempo después de su muerte y le contó que estuvo en el Purgatorio por haber postergado para la noche las oraciones que debió decir a la mañana. ¡Oh! ¡Cuántos años de purgatorio habrá para aquellos cristianos que no tienen el menor inconveniente en diferir las oraciones para algún otro día con la excusa de tener trabajos más urgentes! Si realmente deseamos la felicidad de tener a Dios, debemos evitar tanto las pequeñas faltas como las grandes, ya que la separación de Dios es un tormento tan asustante para todas estas pobres almas…

 

San Juan María Vianney (Cura de Ars)

                             

miércoles 12 de enero de 2011

CATALINA DE GENOVA Y LA EXPERIENCIA DEL PURGATORIO

CIUDAD DEL VATICANO, 12 ENE 2011 (VIS).-Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI y a la que asistieron 9.000 personas, a santa Catalina de Génova (1447-1510), autora de dos libros: “El tratado sobre el purgatorio” y “El diálogo entre el alma y el cuerpo”.

 

Catalina recibió en su hogar una buena educación cristiana. Se casó a los dieciséis años y su vida matrimonial no fue fácil. Al principio llevaba una existencia mundana que le causó un profundo sentido de vacío y amargura. Tras una particular experiencia espiritual, en la que ve con claridad sus miserias y defectos, al mismo tiempo que la bondad de Dios, nace la decisión de cambiar de vida e iniciar un camino de purificación y comunión mística con Dios. El lugar de su ascenso a las cimas de la mística fue el hospital de Pammatone, el más grande de Génova, del que fue directora.

 

“Desde su conversión hasta su muerte -observó el Papa- no hubo acontecimientos extraordinarios, pero dos elementos caracterizaron toda su existencia: por una parte la experiencia mística, la profunda unión con Dios, (...) y por otra, (...) el servicio al prójimo, sobre todo a los más necesitados y abandonados”.

 

“Nunca debemos olvidar -subrayó el Santo Padre- que cuanto más amamos a Dios y somos constantes en la oración, mas amaremos realmente a los que tenemos cerca, porque seremos capaces de ver en cada persona el rostro del Señor, que ama sin límites ni distinciones”.

 

Benedicto XVI se refirió después a las obras de la santa, y recordó que “en su experiencia mística, Catalina no tuvo revelaciones específicas sobre el purgatorio o las almas que se están purificando”. La santa no presenta el purgatorio “como un elemento del paisaje de las vísceras de la tierra: no es un fuego exterior, sino interior. (...) No se parte del más allá para narrar los tormentos del purgatorio (...) e indicar después el camino para la purificación o la conversión, sino que se parte de la experiencia interior del ser humano en camino hacia la eternidad”.

 

Por eso, para Catalina “el alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de Dios y, en consecuencia, sufre por no haber respondido de forma perfecta a ese amor mientras que el amor mismo de Dios (...) la purifica de las escorias de su pecado”.

 

En la mística genovesa se encuentra una imagen típica de Dioniso el Areopagita, explicó el Papa: la del hilo de oro que une el corazón humano a Dios. “Así el corazón humano -agregó el pontífice- se llena del amor de Dios que pasa a ser la única guía, el único motor de su existencia. Esta situación de elevación hacia Dios y de abandono a su voluntad, expresada en la imagen del hilo, es utilizada por Catalina para expresar la acción de la luz divina sobre las almas del purgatorio, luz que las purifica y las eleva hacia los esplendores de la luz resplandeciente de Dios”.

 

“Los santos, en su experiencia de unión con Dios -recalcó el Santo Padre- alcanzan un saber tan profundo sobre los misterios divinos en el que se compenetran el amor y el conocimiento, hasta el punto que sirven de ayuda a los teólogos en su dedicación al estudio”.

 

“Con su vida -concluyó el Papa-, Catalina nos enseña que cuanto más amamos a Dios y entramos en intimidad con El en la oración, tanto más El se nos revela y enciende nuestro corazón con su amor. Escribiendo sobre el purgatorio, la santa nos recuerda una verdad fundamental de la fe que para nosotros representa una invitación a rezar por los difuntos para que lleguen a la visión beatífica de Dios en la comunión de los santos”.

 

“El servicio humilde, fiel y generoso que la santa prestó toda su vida en el hospital de Pammatone es, además, un ejemplo luminoso de caridad para todos y un estimulo particular para las mujeres que contribuyen con sus valiosas obras, llenas de sensibilidad y atención hacia los más pobres y necesitados, al bien de la Iglesia y de la sociedad”.

DE LA ORACION FGNEBRE DE SAN AMBROSIO

 

¡He amado al hombre misericordioso y humilde sobre el trono,

al hombre de corazón puro y lleno de mansedumbrel ¡He ama·

do al hombre que gustaba más de ser reprendido que adulado;

que lloró públicamente en la Iglesia un pecado que otros le

habían hecho cometer con artificio; que lo ha llorado todos

los días de su vidal ¿Qué más diré? Acababa de obtener una

brillante victoria; sin embargo, porque habían quedado sobre

el campo de batalla soldados enemigos, se abstiene de la participación

de los Santos Misterios hasta que Dios le ha manifestado

su benevolencia por la llegada de sus hijos. ¡He amado

al hombre que reclamaba mi asistencia al exhalar el último

suspirollHe amado al hombre que en este momento formidable

se preocupaba más por el estado de las Iglesias que por

su propio peligro! ¡Sí, he amado a este hombre y por lo mismo

le lloro desde el fondo de mis entrañasl ¡He amado a este

hombre y por lo mismo no le abandonaré hasta que con mis

llantos y oraciones no le haya introducido adonde le llaman

sus méritos, sobre la montaña santa del Señor, en la verdadera

tierra de los vivos!

 

 

"Ahora, Señor, voy lejos de Vos, a las llamas purificadoras; pero voy gozoso, porque allí he de amaros, Redentor mío, mi Dios y mi todo... Gozoso voy; mas sabed que en ese tiempo en que he de estar lejos de Vos, esa seperación temporal será mi mayor pena. Contaré, Señor, los instantes hasta que me llaméis... Tened compasión de un alma que os ama con todas sus fuerzas y que suspira por veros para más amaros"

Una mano del purgatorio
 -Convento de las Terciarias Franciscanas, Foligno, Italia

El día 4 de noviembre de 1859 murió de apoplejía fulminante, en el convento de Terciarias Franciscanas de Foligno, una buena hermana llamada Teresa Margarita Gesta, que era hace muchos años maestra de las novicias y a la vez encargada de la pobre ropería del monasterio. Había nacido en Córcega, en Bastia, en 1797 y había entrado en el monasterio en febrero de 1826. 

Doce días después de la muerte de sor Teresa, el 17 de noviembre, la hermana Ana Felicia, que la había ayudado en su empleo y que la reemplazó después de su muerte, iba a entrar en la ropería, cuando oye gemidos que  parecían salir del interior del aposento. Algo azorada, se apresuró a abrir la puerta: no había nadie. Mas,  dejándose oír nuevos gemidos acentuados, ella, a pesar de su ordinario valor, sintió miedo.