Implementos destinados al Culto Sagrado.

Objetos y mobiliario litúrgico. Breve  reseña explicativa e histórica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Altar: (Del latín  altāre) Compuesto por alta y ara; -arere- de donde deriva ara, que significa quemar, (sacrificar, inmolar) por tanto sería el lugar del fuego, donde se quema y consuma la víctima ofrendada a Dios. El altar es el centro de toda actividad litúrgica, con un doble valor de ara y mesa.

Ara: (Del latín ara). Parte central del altar (montículo, piedra o construcción) En el culto católico, es la losa o piedra consagrada, que suele contener reliquias de algún santo mártir, sobre la cual extiende el sacerdote los corporales para celebrar la Santa Misa. El ara de piedra constituye en esencia lo que denominamos altar. Por lo general sus medidas son (un cuadrado de 25 a 30 cm. de lado, o un rectángulo de 24 por 32), basta que encima de ella quepa el cáliz con la patena y además el Copón, si en el se han de consagrar hostias para la comunión de los fieles. Esta piedra, consagrada por el Obispo y ornada con cinco cruces, constituye el altar propiamente dicho.

El  santo altar cristiano tiene su origen formal e inmediato no en los altares pre cristianos del Antiguo Testamento, concretamente al hablar del altar judío, sino en la mesa de la ultima Cena. Los primeros altares cristianos eran mesas familiares de las domus donde al principio se reunían los cristianos. Con la formación y la ritualización del ágape cristiano, esta mesa doméstica paso a utilizarse exclusivamente en las celebraciones del culto y por tanto, en altar. Los primeros altares eran de madera de pequeñas dimensiones y de forma circular, semicircular o en forma de herradura. Después se prefirió el uso de la piedra, atestiguada por doquier en el curso del siglo IV, mientras que la madera es utilizada únicamente para altares portátiles. En la época de los mártires se extendió el uso del sacrificio eucarístico sobre sus tumbas, donde comenzó a predominar el aspecto sacrificial del rito del ágape. Entre los siglos VI y VII, empezando por la Galia y siguiendo por Roma, se decidió la ubicación del altar pegado a la pared, para que también el sacerdote como ya hacían los fieles, observase la sanísima costumbre de estar de cara al Este;  es decir al Señor.

Los templos emanados de la insana y mal llamada reforma protestantes, donde no se ofrece ningún sacrificio, no poseen altar; no son más que simples lugares de reuniones piadosas y filantrópicas. En la Iglesia latina el altar está puesto de manera que a ser posible lo vean todos los asistentes; también está generalmente un poco elevado del suelo. Unas gradas, por lo regular de número impar (1, 3, 5), conducen a él. El sacerdote le besa varias veces durante el Santo Sacrificio.

El altar debe de estar consagrado por el Obispo, y para la validez del mismo tiene que tener lo que se llama sepulcro de reliquias, es decir alguna cavidad con reliquias auténticas ( a poder ser del cuerpo) de algún santo mártir (de varios ad liceitatem)  según el pontifical Romano y repetidos decretos.

Queda execrado un altar cualquiera:

-por notable ruptura del ara

- si se quitan las reliquias o se rompe el sello del sepulcro, excepto si lo hace el Obispo o un delegado para repararlo o visitar las reliquias.

El altar según las normas del rito extraordinario debe estar elevado al menos sobre un escalón. Esta norma de la arquitectura sacra es antiquísima y de rico significado:

La misma palabra “altar” (que es específicamente cristiana, los antiguos romanos lo llamaban

“ara”), se deriva de “altus, -a”, es decir: lugar alto.

Si se tolera que los altares laterales o provisorios carezcan de la tarima prescrita, lo que no puede

tolerarse es el altar “hundido”, al cual no se sube sino que se desciende…

Las rúbricas lo dicen claramente: el celebrante, tras haberse preparado ritualmente, sube al altar: Celebrans…ascendit ad médium altaris. Toda la simbología bíblica de la montaña sagrada está detrás de éste gesto. El altar es como la montaña, lugar de encuentro con Dios. El Sinaí, el Monte Carmelo, el Tabor, Pero también el Horeb donde Abraham subió para sacrificar a su unigénito

Isaac, y sobre todo el Calvario, donde Cristo fue inmolado.

Sagrario o Tabernáculo:  (Del latín sacrarĭum, de sacer, esto es sagrado, sacro). Edículo cerrado con una portezuela. Puede estar sobre el altar mayor suspendido o bien tal como al otro lado de los Alpes  . A finales del siglo XIV, empotrado cerca del Altar en cornu evangelii, provistos de una portezuela con cerradura y una especie de marco normalmente de mármol con relieves alusivos al misterio de la eucaristía. La Sagrada Eucaristía se conserva en el Sagrario. Sus paredes interiores son doradas, y con frecuencia de madera por lo menos forradas de seda blanca para evitar la humedad; el exterior debe de estar recubierto de cortinillas llamadas conopeo, cuyo color varía como el de los ornamentos litúrgicos. El Sagrario no debe tener encima ningún otro adorno más que el Crucifijo : ni flores ni dosel. Por fuera puede tener esculpida o pintada alguna imagen de Ntro. Sr. Jesucristo o algún símbolo eucarístico.

La prescripción de conservar la píxide o Copón con las hostias consagradas sobre el Altar es del siglo IX. Poco a poco se consolidó por seguridad la costumbre de encerrarla en un receptáculo que se estructuró a modo de un pequeño sagrario, adoptado principalmente en Italia y Francia. En 1215 el sínodo Lateranense prescribió la necesidad de estructuras cerradas para conservar las píxides y se volvieron frecuentes los sagrarios murales, bastante extendidos durante el siglo XV en Italia y en Alemania. Al otro lado de los Alpes desde el siglo XIV hasta el XVII se opto por estructuras arquitectónicas verticales en cuyo interior podía verse también el ostensorio con la Hostia consagrada. El sagrario fijo en el centro del altar se estableció entre los siglos XVI y XVII hasta la prescripción de Pablo V en el Rituale Romamorum de 1624. En 1863 se instituyó como único sagrario el que había cerca fijo del altar mayor. Si el Santísimo Sacramento está en el Sagrario se cubre con un conopeo y se coloca una lamparilla cerca de el.

El tabernáculo debe ser inamovible y bien cerrado por todas partes, de modo que no sea fácil llevarlo a otras partes, ni sacar de el la Sagrada Eucaristía sin usar la llave. El sagrario debe de estar en el centro del altar y un poco elevado para que no le oculte la Sacra durante la Misa. Conviene que sea de un tamaño tal que al menos en su interior haya sitio para depositar dos copones, y  de estar a tal distancia de los bordes de la mesa que puedan caber delante los corporales extendidos, y pueda meterse y sacarse el Copón sin necesidad de escalera. Dentro del tabernáculo deben extenderse unos corporales limpios y bendecidos, y no se puede guardar en el mas que la Eucaristía, en un Copón u otro vaso semejante bendecido, y el viril con la hostia consagrada para la exposición. El sagrario se bendice con la bendición que trae el Misal y el ritual, por quien tenga facultad para bendecir ornamentos. Mientras se guarda en el la Eucaristía debe estar cerrado con llave la cual guardara el que tiene a su cargo la Iglesia. Si bien puede guardarla  consigo mismo o encerrarla en la sacristía bajo otra llave que guarde el.

Supuesto el lugar sagrado y el altar, veamos ahora el ornato último, o sea las cosas que según las rubricas del misal, del ceremonial y los decretos tienen que a ver en el.

 

Mantel: (Del latín  mantēle).  Tela de lino blanco, algodón u otro material. Lienzo mayor con que se cubre la mesa del altar.

El altar debe cubrirse ante todo con tres manteles limpios y bendecidos. El superior suele ser tan largo que toque hasta el suelo por los dos lados; los otros dos pueden ser mas cortos, o uno doblado que cubra la superficie de la mesa. Al pie del altar debe haber una tarima y también una alfombra, siquiera los días mas solemnes. Esta suele estar cubierto con tres manteles de cáñamo o de lino. En recuerdo de la costumbre que tenían los primeros cristianos de ofrecer el santo sacrificio sobre las tumbas de los mártires, exigen las reglas litúrgicas que haya reliquias encerradas bajo el ara.

Frontal: (Del latín Frontālis o fronti). Llamado también antependium o dosel, el frontal  es un paramento portátil del altar. Es una pieza de tela entretejida don varios o un único color que reviste el frente del altar. El color ha de ser de la fiesta del día pero en el altar del reservado no puede ser negro sino morado en su lugar y en el de la exposición debe  ser blanco. Admite también adornos y emblemas referentes a los misterios del Señor y la vida de los santos.

Es probable que desde que el altar estaba constituido por una estructura portátil y provisional, se considerara cubrirlo con un mantel, que tenía inicialmente una razón práctica, pronto cargada de un simbolismo ligado a la solemnidad del sacrificio o a la dignidad de quienes participaban en el. Del mismo mantel derivó la costumbre de realizar ornamentos para la parte delantera, de ello derivó el frontal como adorno que se podía cambiar según el tiempo de la liturgia o el tipo de celebración. El mayor  desarrollo de estos elementos decorativos de embellecimiento del culto divino se produjo a partir del siglo XI. Se realizaron frontales de los mas variados tipos y materiales: telas ricamente recamadas o pintadas, tablas historiadas, láminas metálicas a veces doradas, repujadas o cinceladas, estuco coloreado o mármol.

Flores: En cuanto a ellas, pueden ponerse a ambos lados de la cruz, y entre los candeleros, y a los lados del altar, las cuales deben ser naturales, pero no deben ponerse sobre la mesa del altar. No se ponen en Adviento, ni en Cuaresma, excepto en las III dominicas de Adviento y la IV de Cuaresma, ni por lo general en las misas de color morado, pero pueden ponerse en las fiestas solemnes que ocurren en los referidos tiempos como la Inmaculada Concepción de María, san José, la Anunciación, santo Tomás de Aquino y San Gregorio Magno.

Las Velas: (Del latín vigilāre; esto es velar.) Cilindro de cera, sebo, estearina, esperma de ballena u otra materia crasa, con pabilo en el eje para que pueda encenderse y dar luz.

Las velas son símbolo de nuestra fe expectante y del cuidado solícito  que profesamos a las cosas sagradas, ya en señal de adoración o veneración.

Sin velas no se puede al menos lícitamente decir misa.

En las misas privadas basta dos velas de cera, puestas a uno y otro lado de la Cruz, de manera que ningún sacerdote inferior al Obispo pueda usar cuatro o mas. Esto se entiende sobre el altar y en la grada próxima, pues a las imágenes o reliquias que haya en el altar se pueden encender cuantas se quieran. Se permite una tercera vela sobre candelero y no sobre palmatoria, cuando sea necesario para leer cómodamente el misal.

En España y otros países suele ser costumbre encender otra vela desde antes la consagración hasta después de la comunión. En las misas conventuales y parroquiales (además de seminarios, colegios, hospitales etc..) aunque sean rezadas permiten  solamente en los días solemnes, se permite se enciendan cuatro o seis velas en el Altar. En las Misas Cantadas aunque sean de Réquie, se requieren por lo menos cuatro. En el aniversario de consagración de una iglesia se encienden las doce velas de las cruces desde las primeras vísperas. La luz eléctrica esta prohibida, no solo sobre el altar, sino también delante del Santísimo y las reliquias. No obstante en caso de verdadera necesidad , a falta de otras materias, a juicio del Ordinario, podría utilizarse la luz eléctrica ante el Santísimo Sacramento. Delante del altar donde se halla la Sagrada Eucaristía, debe lucir una lámpara noche y día, alimentada por aceite de oliva u otro aceite vegetal.

Para encender las velas se comienza por la mas próxima a la cruz en el lado de la Epístola; después se encienden por orden las demás del mismo lado, que estén en la misma grada o plano; y luego del mismo modo las que están del lado del Evangelio. Si estuviesen  las velas en varias gradas, se empieza por la grada superior. Para apagarlas se sigue el orden inverso.

En las misas solemnes se emplearán seis velas de cera blanca con sus candelabros, entre los cuales se pueden poner reliquias y floreros, según lo permita el oficio del día, pues si esta expuesto el Santísimo se omiten las reliquias y las imágenes.

En las Misa Pontifical debe haber en el altar siete candelabros con velas y la cruz la cual se pone delante del candelero del medio, que debe estar mas alto que los otros.

Para la exposición del Santísimo Sacramento: Sencilla: seis velas. Solemne: doce velas. Para las Cuarenta Horas se requieren según la instrucción Clementina 20 velas, aunque el Obispo diocesano pueden dispensar el uso a doce.

Para las tinieblas del Triduo Sacro: Al lado de la Epístola se ha de disponer un candelabro triangular con quince velas de cera común o amarilla,* catorce de las cuales se han de ir apagando alternativamente, nueve al fin de los salmos de maitines y cinco después de los cuatro salmos y el cántico de los laúdes. Sobre el altar a ambos lados del altar se han de colocar seis velas de cera amarilla que se han de ir apagando, en la misma forma que las otras, después de los últimos seis versículos del Benedictus.

 

* Se enciende primero la del vértice y luego alternativamente la de ambos lados, empezándola por la de la epístola. Para apagar se comienza por la mas baja del lado del evangelio , sigue la correspondiente del lado de la epístola y así alternativamente. Este oficio se lleva a cabo por el tenebrario.

 

Para las exequias de adultos: Las velas serán de uso común. No se usan ciriales.

 

El Candelabro: (Del latín candelābrum). Candelero -de dos o más brazos-, que se sustenta sobre su pie o sujeto en la pared, yap ara colocar las velas o el Cirio Pascual.

Este objeto se centra en el simbolismo del fuego, que con su luminosidad y vibración es signo de vida y lugar de la manifestación divina, según la visión de Moisés de la zarza ardiente. Este sentido se ha mantenido en la liturgia en la llama de las velas y en algunos símbolos que remiten a este simbolismo, como por ejemplo la bendición del fuego en la noche de Pascua, el cirio pascual encendido por ese fuego, la colocación del cirio cerca del ambón como anuncio visible de Cristo resucitado.

Los candelabros que se colocan en la Iglesia retoman los motivos decorativos y los materiales usados entre los romanos, en particular el mármol. Durante la Edad media el candelabro  propiamente dicho fue utilizado casi exclusivamente para las funciones religiosas. Podían ser de bronce y se colocaban preferentemente encima del altar, pero también hay muchos y estimables testimonios de candelabros de mármol que seguían la tradición romana. Entre el Gótico y el Renacimiento se desarrollaron motivos cada vez mas preciosos para la realización de candelabros; al principio inspirados en elementos arquitectónicos con nervaduras y molduras varias de columnas, hasta hacer del candelabro una verdadera obra de arte.

El Crucifijo: (Del latín  crucifixus, crucificado). Madera o metal con la  efigie o imagen de Cristo crucificado. Principal símbolo de la fe cristiana. Uso litúrgico muy extendido desde los comienzos. La imagen del crucifijo en la celebración de la misa quedo oficialmente obligatoria a partir de 1570.

En medio de los candelabros haya su lugar el crucifijo, el cual debe ser visible tanto por el celebrante como por el pueblo, por lo que debe tener por lo menos  (40x22 cm.) Si a causa de la disposición del sagrario, no hubiese lugar a propósito para ponerlo, podrá colocarse sobre el sagrario mismo. Cesa la obligación de poner este crucifijo, cuando en el retablo del altar hubiera algún otro grande de talla o pintado, como imagen principal del altar.

Las primeras representaciones de la cruz fueron aceptadas con gran dificultad. Durante los tres primeros siglos del cristianismo quizás no se utilizó mucho el signo visible de la cruz entre los cristianos. Hay que entender que la Iglesia era perseguida y la cruz era para la cultura pagana signo de castigo, de derrota y de mal. Por eso los cristianos utilizaban otras figuras como la del Buen Pastor, el pez, el ancla, la paloma,... tal como vemos en las catacumbas de Roma.  Pero sería falso decir que los cristianos de los primeros siglos rechazaban la cruz. Al contrario, la llevaban siempre en su corazón. Ya desde las Sagradas Escrituras era signo primordial del cristiano. A partir del siglo IV la cruz ha sido el símbolo por excelencia para representar a Cristo y su misterio de Salvación. Desde el sueño del emperador Constantino en el año 312 (IN HOC SIGNO VINCES; "con esta señal vencerás"), el cual precedió a su victoria en el puente Milvio, y el descubrimiento de la verdadera Cruz de Cristo, en Jerusalén, por la madre del mismo emperador, Santa Elena, el signo de la cruz se propagó. La Fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, que celebramos el 14 de Septiembre, se conoce ya en Oriente en el siglo V y en Roma al menos desde el siglo VII. Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la Cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con túnica larga, con corona real: está en la Cruz, pero como vencedor, el Resucitado. Era necesario que fuese así para enseñar que la cruz es la victoria.

En la Edad Media se hizo necesario enseñar mas sobre la humanidad de Cristo y el valor de Su sufrimiento y del nuestro unido a El. Se le representará en su estado de sufrimiento y dolor como lo conocemos hoy día.

La cruz es la manifestación suprema del amor de Dios que en ella murió para salvarnos.  La cruz es el poder de Dios para vencer el pecado, forma de vida esencial para el verdadero cristiano.  Por amor, aplicamos el poder de la cruz, crucificando todo pecado y tendencia contraria al amor de Dios. Los males que se infiltran en la Iglesia y en los corazones son porque no hemos abrazado la cruz. ¡Se quiere un cristianismo sin cruz!

Ambón: (De etimología incierta, derivaría del latín tardío ambonem , a su vez del griego ambonos, que significa superficie curva y que era su forma original. Se le llama también impropiamente pulpito:  Tribuna con ante pecho situada en una posición elevada en la Iglesia) Plataforma elevada con antepecho, a menudo con dos escaleras para el acceso a ella, situada fuera del presbiterio, del lado derecho respecto al altar. En las iglesias cristianas del siglo IV ya existía un lugar elevado para la lectura y la proclamación de la Palabra de dios, donde debían subir el diacono y el lector. Los primeros testimonios de carácter disciplinar (Concilio de Laodicea, año 371) subrayan la prohibición de subir al ambón a todo aquel no hubiera sido designado oficialmente. En su origen debían hacerse de madera, y por esta razón los mas antiguos no han llegado hasta nosotros. La función principal del ambón fue la proclamación de la Palabra de Dios,  en las lecturas del Antiguo Testamento, de las epístolas o de los Hechos de los apóstoles, de los Salmos y del Evangelio. Según los antiguos testimonios, el ambón podía tener varios niveles, dependiendo de la lectura; realizado con un estructura parecida a una torre, podía estar rematado con un cimborrio y por lo general tenia dos escaleras, una que miraba al este o la otra encarada al oeste, orientadas tal como se hacia simbólicamente la planta de la iglesia. Estaba situado fuera del espacio del presbiterio, del lado derecho respecto al altar. Desde el se proclaman las lecturas de la palabra de Dios, se predica y se recita el Credo.

Ciborio:   (Del caldeo kiborion, que significa arca -fuego, luz)  Baldaquino arquitectónico, sustentado por cuatro columnas que domina el altar. En algunos casos se llama ciborio al tipo de templete sobre el sagrario. A partir del siglo IV el altar es ya estable y no ovil en el interior de iglesias y basílicas. En cima de el, se levanta también un baldaquino que originalmente es una estructura provisional de madera, a menudo con ricos adornos de plata, trasformada posteriormente en una estructura arquitectónica muy importante que se desarrolla desde las primeras formas interesantes de la alta Edad Media, hasta las grandiosas realizaciones barrocas. Las fuentes antiguas no nos dicen que naciera como elemento litúrgico ligado al culto ni se sabe tampoco que fuera obligatorio para rito alguno que requiriese el ciborio, que luego es simplemente un accesorio del altar. El ciborio tenia un uso profano; se trataba de un edículo que dominaba el trono del emperador tanto dentro de palacio como en los lugares públicos: era un símbolo de dignidad imperial que no tardo en recuperar la iglesia cristiana como muestra de honor particular para el lugar del sacrificio divino. Del mismo modo, así como el emperador divinizado, se sustraía a la mirada del publico, también podía ser que se ocultara a los fieles el momento culminante de la liturgia cerrando los lados del ciborio con unas colgaduras.

El corporal: (Del lat. corporālis) Lienzo de cáñamo o de lino sobre el que reposa el Cuerpo de Nuestro Señor. En tiempos antiguos era tan largo y ancho como la mesa del altar y tan amplio que se le doblaba sobre el Cáliz para cubrirlo. Por comodidad se le ha reducido considerablemente.

La palia: lienzo cáñamo o de lino de forma cuadrada, que sirve para cubrir el Cáliz después de la consagración.

La bolsa de los corporales: especie de carpeta recubierta de tela, que contiene el corporal doblado.

El purificador:  lienzo que sirve para enjugar los labios y dedos del sacerdote, así como para purificar el Cáliz después de la comunión.

El paño de manos o manutergio: lienzo pequeño con el cual el sacerdote se enjuga los dedos al Lavabo, y el velo del Cáliz, no son lienzos sagrados; pueden ser tocados por todos.

Hostia: (Del latín hostia)  Hoja redonda y delgada de pan ácimo grabada, que se ofrece y consagra en la misa y con la que se comulga.

Para la celebración del santo sacrificio de la Misa antes de todo, son necesarios pan y vino, como materias esenciales al sacrificio, el primero de los cuales, la hostia debe de ser de harina de trigo, sin levadura en la Iglesia latina, y el vino de uvas; es preferible el vino blanco. Conviene que la hostia tenga impresa una cruz, la imagen de Ntro. Sr. u otro emblema religioso, sea muy limpia y redonda, así como recientemente hecha, de modo que no exceda a los 15 o 20 días, sobre todo en países húmedos y calientes, donde existe mas peligro de corrupción. En caso de necesidad y evitando el escándalo, se puede celebrar con una hostia pequeña, como las que se dan en la comunión a los fieles. Según la rubrica del Misal debe añadirse al vino un poco de agua (parum aquae). La Iglesia latina desde siempre se sirve para la consagración el pan ácimo, es decir, sin levadura. Funda su práctica en el hecho de que Nuestro Señor habiendo instituido la Eucaristía la víspera de su muerte, es decir, el día de los ácimos, no pudo servirse más que de este pan, porque la ley prohibía a los judíos, bajo pena de muerte, tener en sus casas pan fermentado en ese día.

Vino: (Del latín  vinum). Licor alcohólico que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación.

El vino debe de ser puro y de buena calidad. Sólo el vino procedente de uva puede ser consagrado.

Cáliz y Patena: (Del latín calix, -ĭcis, copa). Vaso sagrado en forma de copa de oro, plata u otro metal preciosos que sirve en la misa para echar el vino que se ha de consagrar en la preciosa sangre de Jesucristo. (Del lat. patĕna). Platillo de oro, plata o de otro metal, dorado, que acompaña, y se adapta sobre el cáliz, y en la que se coloca la hostia destinada al sacrificio. La Patena esta destinada a recibir la Sagrada Hostia.

Cáliz y patena son los otros objetos que se requieren directamente para la Misa  junto a los corporales, cuya significación mística se expresa en este dístico: Ara Crucis. Tumulique cálix, lapidisque patena, Sindonis officium candida byssus habet. Para la celebración de la Misa se elige como vaso sagrado el cáliz, porque en la época en que iba tomando cuerpo el culto, era el recipiente mas usual para beber, en un ágape que se celebrara en las casas particulares con los elementos mas corrientes. El carácter sagrado de la consagración del vino en el cáliz, se vio subrayado por el signo simbólico de la belleza y lo precioso del propio cáliz. La forma del cáliz ha permanecido prácticamente invariable, modificándose en cambio las proporciones entre la copa y el astil. La primera tuvo forma semiesférica, mas o menos acampanada, mientras que el segundo se dotó de un nudo poligonal con una función decorativa, pero también practica, para facilitar su agarre por el sacerdote. Los cálices fueron siendo decorados según el gusto de la época y con materiales preciosos para exaltar el precioso contenido sagrado, con rasgos decorativos inspirados en el simbolismo eucarístico tanto en la copa como en la base y en el nudo; sobre todo al menos desde 1286, a partir del establecimiento del rito de la “elevatio  calicis, cuando el oficiante alzaba el cáliz para mostrarlo a los fieles.

Antiguamente se permitían cálices de piedra y de madera. Según la actual disciplina, la copa del cáliz debe ser de oro, o de plata dorada a lo menos. La rubrica del misal dice: “Si non adsit calix  cum patena conveniens, cuius  cuppa debet esse aurea, vel argentea, vel stanea; non aerea vel vitrea.”

Sobre la patena hemos de indicar que su tamaño ordinario hoy en día es de unos 12 cm. de diámetro; pues antiguamente las había mucho mas grande hasta alcanzar los 30 cm. El cáliz y la patena deben de ser consagrados por el obispo. Pierden la consagración si de rompen notablemente, por ejemplo si llegase a agujerearse en el fondo de la copa y también cuando siendo el cáliz de una pieza se separa la copa del pie; exceptuando la renovación del dorado. En todos estos casos deben de ser consagrados de nuevo.

La copa de los cálices a lo menos será necesariamente de plata; de lo contrario no podría consagrase. Además debe tener la conveniente anchura y profundidad, para que fácilmente los pueda consagrar el Obispo y purificar el celebrante. Por fin a de estar bien dorada por dentro. No son recomendables los cálices de mas de 28 cm. de altura, ni los que no llegan a los 16 cm., como ni los que tienen pie estrecho y desproporcionado con la altura, o carecen de nudo a la mitad del árbol.

El Copón o Pixide: (Del griego pyxis, “vaso” deribado de pyxos, “boj”    ) Vaso , porque originalmente era un vaso de madera de boj.  ) Vaso sagrado con tapa en forma de copa grande, para contener y custodiar  las hostias consagradas.

El copón se asemeja a un cáliz de amplia copa cerrada por una tapa que con frecuencia remata en una crucecita. Que para ser guardado en el sagrario se cubre con un velo.

En un primer momento el uso del píxide , estuvo ligado al del Sagrario y su uso autónomo se estableció en torno al siglo IX. Desde finales del siglo XVI, inmediatamente después del Concilio de Trento, la tipología de la píxide estaba ya fijada: Una base formada por un pedestal con un astil sobre el que se coloca un vaso cerrado con tapa. El vaso podía tener forma cilíndrica llamada “de torre”, o de copa, como en un cáliz, pero generalmente hemisférica y mas bien ancha.  La píxide siempre debía de estar hecha con materiales preciosos.

El Copón donde se guarda la Eucaristía según el ritual romano, debe ser de materia sólida, decente y limpia. Debe de estar previsto de su correspondiente tapa. El Copón, la custodia y el viril no se consagran, sino que solamente se bendicen. El Misal trae una bendición para el tabernáculo o sagrario, y añade que la misma sirve para el vaso en donde se conserva la Eucaristía. El copón y el viril pierden la bendición del mismo modo que el cáliz la consagración. Todos estos objetos sagrados, excepto la patena y la copa del cáliz por la parte consagrada , pueden ser tocados por los sacristanes cuando no tienen el sacramento, pero deben ser tratados con reverencia. Los cálices, patenas etc.… se limpian con albayalde y también con zumo de tomate.

Cucharilla y Vinajera: (Del latín vinus, es decir vino. Dos pequeños vasos, normalmente de reducido tamaño.)

Las Vinajeras: Están constituidas por dos jarritas de cristal las que contienen el vino y y el agua que se mezclarán en el cáliz, aunque no se excluye su uso para conservar los santos oleos.. Se las coloca en una bandejilla llamada angarilla o mas comúnmente platillo, sobre la credencia que hay a la derecha del altar y se les pasa al celebrante según su uso. Desde San Pio V, la vinajera del agua sirve asimismo para el lavabo de las manos.

Al principio para la celebración de la Misa y la preparación del cáliz con vino y agua, se utilizaba mas bien un recipiente grande, pues eran los fieles quienes llevaban el vino en sus propias vasijas llamadas amulae que, una vez vaciadas, se devolvían, pero a partir del siglo XIII  se extendió la costumbre de las vinajeras gemelas. En 1298 durante el Sínodo de Wurzburgo,  se establecieron las primeras normativas referentes a las vinajeras: la materia debía ser preferentemente vidrio, peltre, oro o plata. Fueron llamadas también tinajitas, probablemente por su forma habitual de cuello estrecho; su pequeño tamaño derivaba de que ya desde los siglos XI y XII los fieles comulgaban solo con el pan. A lo largo de la historia se realizaron de distintos materiales y también de diversas formas. Se conocen sin asa, en forma de cantimplora, de cuello alargado que hacia las veces de escanciador , o de jarra sin pie, con el asa y el borde superior abierto en pico; tienen casi siempre tapa, con una marca para distinguir su contenido.

Libros litúrgicos: Durante los tres primeros siglos de la vida de la iglesia, el único libro litúrgico fue el texto de La Biblia. Circulaban sin embargo, textos no propiamente litúrgicos, pero que daban indicaciones de tipo litúrgico. La tradición apostólica surgida en torno al 215, con indicación de ritos y formulas, podría considerarse el primer texto litúrgico. En este tiempo existía todavía una gran libertad y creatividad, que se irían perdiendo en épocas posteriores para favorecer una disciplina y uniformidad de acordes al carácter universal y orgánico de la fe católica en expansión.  A partir y entre los siglos IV y VI, con la aparicion de textos fijos, aunque apenas de forma oficial se van constituyendo los primeros libros litúrgicos. El establecimiento de los primeros libros litúrgicos se produjo en el siglo VII, aparecieron así los sacramentarios con las formulas de la Eucaristía, y los sacramentos para el oficiante, los leccionarios con las lecturas de la Misa (antes se hacia la lectura seguida de la Biblia) y los antifonarios con los cantos (al principio sin anotaciones musicales) Mas tarde, al acercarse el año 1000, se fusionaron libros que contenían tanto las formulas como las indicaciones rituales y las lecturas: fue el momento de la vuelta de los pontificales, los misales (con las indicaciones para la Misa, el canto y las lecturas), y los breviarios, como el salterio, el sermonario, el himnario, el pontifical y el oracional.

El Misal Romano es el libro que contiene  las oraciones y rúbricas de la Misa. Requiérase el Misal puesto sobre una almohada o como se usa de ordinario y lo permite el ceremonial, sobre el atril. Nunca es lícito usar dos misales; uno al lado de la epístola y otro al lado del evangelio.

Ordo: Libro ritual, publicado por la Santa Sede, para la administración de los sacramentos u otros oficios litúrgicos. Desde el Concilio Vaticano Segundo se han hecho muchas revisiones litúrgicas y se han publicado nuevos ordos. Se llama también ordo a un calendario anual que contiene directrices abreviadas para las Misas y el oficio divino de cada día. Cada diócesis, o grupo de diócesis, y muchas comunidades religiosas tienen adaptaciones o suplementos del ordo general del Rito Latino donde incluyen santos y fiestas particulares de la región o de la comunidad.

Custodia u Ostensorio: Del latín ostendere, es decir mostrar. La Custodia es una pieza de orfebrería (sol de oro), un recipiente específicamente destinado a exponer la Santa Hostia a la veneración de los fieles. Los primeros ostensorios fueron adaptaciones de otros objetos litúrgicos tales como relicarios , o píxides , a los que se añadía un viril casi siempre de oro indispensable para sostener la Sagrada Forma. El uso del relicario lo constituía el reconocimiento de la Hostia Consagrada en la reliquia de Cristo, y el uso de la píxide como ostensorio era una simple prolongación del uso primigenio de conservación de las hostias consagradas. La misma forma del ostensorio derivó así de la topología establecida del relicario sobre un pedestal. No hubo necesidad de definir un objeto litúrgico para la presentación de la hostia hasta el siglo XV, gracias a la proliferación de las procesiones del Santísimo Sacramento y a la institución de la devoción de las Cuarenta Horas. Se fijaron también las formas del nuevo objeto litúrgico, de cuatro formas básicas: de torre, de disco, de cruz y con figuras. Estas con el tiempo, sufrieron unas variaciones que desembocaron en el ostensorio arquitectónico, de copa o radiado. La exuberancia del arte barroco y la fuerte necesidad simbólica de la época de la Contrarreforma , propiciaron la aparición en el siglo XVI,  de ostensorios de astil figurados con ricos motivos vegetales  representaciones alegóricas. 

Portapaz: Forma abreviada de “instrumentum pacis.” Es el nombre con que comúnmente se denominó la pequeña placa con la representación de la piedad o con otros motivos de la Pasión, que era presentada para el ósculo de la paz antes de la comunión , en particular en el coro en las misas conventuales no solemnes , y al obispo o altos prelados si asistían  oficialmente a la Misa rezada. La costumbre del ósculo de la paz deriva de la tradición hebrea, y fue adoptado por el cristianismo en la liturgia eucarística como gesto de comunión fraterna antes de acercarse a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La costumbre del beso de la paz, signo de pacificación de los ánimos según la oración de Jesús en la Ultima Cena, se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo XX. El portapaz podía ser de diversos materiales: madera, plata u oro; y de formas diferentes: cuadradas, ovaladas, mixtilíneas, arquitectónicas, circulares. La imagen sagrada puesta en el centro era mas frecuente era la de la Piedad, pero podía variar a un cristo acompañado por los afligidos, a la Virgen y San Juan, pero esto no excluía otras representaciones, incluso presentando mas de una imagen.

Las Sacras: (Del latín sacra, sagrado) Sacra-Misal. Tablilla enmarcada que contiene partes de la liturgia y que sirven como memorandum en la celebración. Forman también parte del ornato del altar, que suelen ser tres, por mas que la rubrica del misal no mencione mas que la del medio. “Ad crucris  pedem ponatur tabella secretarum appellata” Se presenta como un marco dentro del cual se inserta un texto escrito. En número de tres, especies de cuadros, puestos el más grande en medio, y los otros dos a cada lado del altar : contienen impresas diversas oraciones de la Misa y sirven para ayudar a la memoria del sacerdote. En el siglo XVI se ponían encima del altar  y a partir del siglo siguiente se usaron las tablillas. Se establecieron tres partes con elementos invariables de la celebración. Parece que al principio se usaba solamente el texto escrito del Gloria, de ahí la denominación en italiano de carta gloria colocado en el centro del altar, al que se añadieron posteriormente otra oraciones: la del Canon y la del ofertorio, llamado canon menor y las formulas que había de recitarse en voz baja; por eso también se lo denominó de sacra o tablilla de las secretas. En un segundo momento, siendo algo ya corriente desde el siglo XVII se añadieron a la tablilla central otras dos, que se ponían en un lado del altar y que podían tener la misma extensión o ser mas pequeñas en comparación con la central. Las oraciones que contenían eran el texto del lavatorio, la formula par la bendición del agua (in corno epistulae) , y el comienzo del evangelio de san Juan (in corno evangelli) Es conveniente que las sacras sean de letra grande para poder leer su contenido. Fuera de la Misa conviene quitarlas, lo cual debe hacerse para la exposición del Santísimo Sacramento.

Incensario y naveta: (Del latín incensum, incienso, de incendere, quemar) Objeto liturfico para quemar el incienso y recipiente para guardarlo. La costumbre de incensar los ambientes muy extendida en el imperio Romano no formó parte de la liturgia romana, hasta después de la época de las persecuciones, porque se consideraba demasiado ligada al mundo pagano. En incienso esparcido en el ambiente, era signo de honor y veneración y se introdujo primeramente solo para honrar a los difuntos y a continuacion en las funciones solemnes, dirigido al Santísimo Sacramento, al altar, a la Palabra de Dios, al oficiante, al clero, a los fieles. El incensario usado desde los siglos VII y VIII, lleva una tapa calada para que el aire facilite la combustión, con un pequeño bracero en el que se colocan los granitos de incienso. Inicialmente tenia forma de simple caja redonda hexagonal, y posteriormente, en época gótica, arquitectónica, simbolizando el edificio sagrado que adopto las formas mas libres a partir del siglo XVII. La naveta es el recipiente para en incienso que hay que poner en el incensario con una cucharilla. Su forma alargada, como una navecilla, sobre un pequeño pedestal, se populariza entre los siglos XIV y XV, con el significado de Iglesia que guía a los fieles; no tiene tapa, solo un cierra de doble valva con goznes. En las procesiones del santísimo Sacramento se requieren dos incensarios. El fuego del incensario expresa los sentimientos de adoración, alabanza, gratitud, sumisión, en una palabra : la oración de la Asamblea Cristiana a Dios.

Hisopo (y acetre): Del griego hyssoopos. La acción de bendecir con agua es muy antigua, y el cristianismo tomó la simbología  del agua del lenguaje bíblico del Antiguo Testamento. En el libro del Génesis leemos sobre la presencia divina que se serrina sobre las aguas: “El espíritu de Dios aleteaba sobre as aguas.” El agua está cargada de simbología  de vida, presente también en el rito del bautismo. En su origen se utilizaba para la aspersión una ramita de laurel, de hisopo, de mirto o de olivo. El hisopo hecho con un mechón de cerdas está documentado desde el siglo XII, y se extendió principalmente en la iglesia Ambrosiana, mientras que la bolita agujereada, que podía tener forma de pina o de bellota, y que normalmente incluía un anillo en el extremo del mango, pasó a ser de uso corriente a partir del siglo XV y fue adoptada preferentemente por la Iglesia de Roma. Con el hisopo se tomaba agua del acetre, una variante portátil de la pila bautismal. Los acetres mas antiguos eran los situalae  de marfil que se remontan al siglo X. Para bendecir debe asperjarse el agua sobre la persona, cosa o superficie del objeto que se quiere bendecir. Este ritual se acompaña de unas oraciones determinadas.

Servicio del lavatorio: Del latín lavabo, “lavaré” palabra inicial de la formula recitada por el sacerdote al proceder al lavatorio de las manos durante la Misa. Compuesto por un juego de jarra y jofaina ; dos jofainas, aguamanil y plato. La formación del servicio, entendido como dos recipientes del mismo material e igual tipo de decoración , fue muy tardía en comparación con su uso. Durante el Renacimiento se estableció la topología, eliminando los objetos varios utilizados con anterioridad, y estableciendo el servicio de lavatorio formado por una jofaina y una jarra. La jofaina ya se usaba en el siglo IV para recoger el agua derramada sobre las manos del oficiante durante la ceremonia de la ablución ; acompañaba aquella, a partir del siglo XVI, una jarra. Se hicieron servicios muy preciados que eran utilizados generalmente por altos prelados y, solo en ocasiones especiales , también por los sacerdotes. Dado el uso poco frecuente de dichos objetos, no se realizaron con ninguna decoración simbólica especial, pero  durante el Renacimiento se definió su forma influida por la pasión  por el mundo clásico y para la jarra se busco inspiración en la forma del ánfora que, en el siglo XVI , se vió enriquecida con una decoración en repujado. En las pinturas de los siglos XVI y XVII pueden verse representados servicios de lavatorio también en escenas relativas al Nuevo testamento, en las que se llevan a cabo acciones propias de la futura ablución litúrgica.

Palio Procesional:   (Del lat. pallĭum). m. Especie de dosel colocado sobre cuatro o más varas largas, bajo el cual se lleva procesionalmente el Santísimo Sacramento, o una imagen. Lo usan también los jefes de Estado, el Papa y algunos prelados. Instrumento para dar sombra. Quita sol para usar en las procesiones) Al principio el palio procesión se utilizaba para resguardar de la lluvia o del sol al Papa o a los altos prelados durante sus desplazamientos. Este objeto tal como evolucionó como paramento del ajuar litúrgico, ha caído actualmente en desuso. Con el tiempo en efecto, se convirtió en uno de los adornos de las procesiones, empleado sobre todo durante las exposiciones y el traslado del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, tanto en el interior como en el exterior de las iglesias. Los testimonios pictóricos medievales reproducen la forma mas antigua del palio, que podía ser plana o ligeramente cónica; a veces el hasta del mango podía replegarse en ángulo recto. En la actualidad el palio se ha vuelto mas simple en los de uso corriente, diferenciándose tan solo por el empleo de telas preciosas para el revestimiento y para la decoración del borde, herencia de los modelos mas antiguos, realizada siempre con  ribetes o lambrequines y pasamanería. El tiempo y la liturgia establecieron asimismo los colores de los palios procesionales: el blanco para las procesiones eucarísticas (el rojo en el rito ambrosiano), el blanco o el rojo para el Papa, el rojo o el morado para los cardenales, y el rojo o el verde para los obispos. Algunos dignatarios de la corte papal podían usar palios de color celeste.

 Cátedra:    (Del griego cathedra , asiento; asiento episcopal en la Iglesia madre o Catedral de la Diócesis) El asiento del obispo durante las celebraciones pontificales. La forma y los elementos decorativos lo caracterizan como un trono. En su origen el asiento del obispo debía ser portátil y estar fabricado de madera, lo cual permitía colocarlo en el interior de la Iglesia, según lo indicado para cada celebración. El asiento del obispo a diferencia de los asientos comunes, que presumiblemente debían de ser de forma parecida a la de las sillas curules romanas, se fue diversificando, al tener que subrayar el honor que se tributaba, comparado al de un dignatario imperial. La cátedra debía tener, por tanto, brazos recubiertos con preciados paños y un respaldo. Pueden encontrarse imágenes de dicho asiento en las representaciones de la etimasia, del Cristo en majestad o Cristo pantocrátor de las basílicas paleocristianas. En época de Constantino se abandono la madera a favor de la piedra, que resultaba mas adecuada a la monumentalidad de las nuevas construcciones. En el mismo periodo se fijo el lugar de la cátedra, que se situó preferentemente en el centro del hemiciclo  del ábside y elevada sobre algunos escalones. A continuacion es desplazada a la izquierda, elevada sobre tres peldaños, mientras que su estructura se acerca a la representación de un trono: se eleva el respaldo y se remata con un dosel. Desde aquí el obispo asistía a la celebración en caso de que tuviera también que presidirla, se utilizaba una silla portátil llamada faldistorio.

Faldistorio y silla gestatoria: (Faldistorio del franco fadistol, asiento plagable; silla gestatoria del latín tardío gestatorium, que sirve para llevar.) En resumen dos sillas especiales de uso durante la liturgia o celebraciones con la presencia del Obispo o del Papa. El faldistorio es un  asiento plegable sin respaldo; la silla gestatoria; con respaldos y brazos, esta provista de unas varas para ser levantada y transportada.

Este asiento entró en uso al fijarse la posición de la cátedra episcopal, ya no en el centro del hemiciclo del ábside, sino desplazada a uno de los lados y desde la cual el obispo al que se le reconocían los honores debidos a su dignidad y autoridad, asistía mas que presidía, a la celebración. Para que pudiera participar en la celebración de unos ritos determinados se recurrió, pues, al uso de un asiento portátil sin respaldo que se colocaba para la ocasión delante del altar, confiriendo así al obispo el carácter de verdadero presidente de la ceremonia. En algunos casos el obispo podía utilizarlo como apoyo a sus brozas mientras permanecía arrodillado. La silla gestatoria, estaba reservada para llevar al pontífice en una posición elevada entre la multitud durante las solemnidades, a fin de que pudiera vérsele e impartir la bendición, confiriéndole la máxima dignidad, al ser llevado en andas por los doce silleteros pontificios. La silla gestatoria era una silla ricamente decorada, tapizada y recubierta de seda, que se colocaba sobre una plataforma con dos anillas a cada lado a las que se ensartaban las varas para su transporte. Utilizada desde los siglos V o VI, y mas comúnmente en la coronación del nuevo papa o en su toma de posesión o en otras ocasiones especiales, deja de utilizarse después del Papa Pablo VI.

Baldaquino: Del latín pallium; manto, de palla; dosel. Edículo portátil formado por una parte de tejido, rígida o fluctuante, sostenido por cuatro o mas varas que pueden estar decoradas. Originariamente servia de protección y luego adquirió un significado de dignidad. Hablamos de un paramento de uso predominantemente procesional que tiene su origen en el mundo oriental. En occidente se extendió ya en tiempos del Imperio Romano cuando, probablemente, se cargó también de significados simbólicos que se añadieron a su primera y única función practica de protección: confería un respeto especial a cuando dominaba, ya fuese persona o cosa. Como ocurre con otros elementos decorativos, también este pasó al uso litúrgico con ese mismo significado de conferir dignidad y honor que se le reconocían en el mundo romano pagano. De ello con toda probabilidad derivó la estructura arquitectónica del ciborio encima del altar, pero mantuvo también su característica de ser portátil para celebraciones especiales, principalmente de tipo procesional. A lo largo de la historia no ha sufrido importantes variantes respecto a su antigua estructura formada por un paño llamado “cielo”, rígido o fluctuante, decorado con festones, elementos en forma de hoja de acanto llamados lambrequines  y con galones, flecos o franjas. Sostiene el paño unas varas (cuatro o mas) que pueden estar decoradas con dentículos, pintadas, revestidas de tela o doradas. Los extremos de las largas varas son móviles y pueden tener formas diversas (flamígera, de piña, granada e inflorescencia  vegetal)

Flabelo: Del latín flabellum, abanico; se usa también el termino muscarium o muscatorium.  Tipo especial de abanico con mango muy largo. Los mas llamativos son de plumas de avestruz, otros pueden ser metálicos, o estar adornados con perlas, gemas o esmaltes. El fabelo en sus comienzos servia para espantar los insectos, pero enseguida adquirió un significado simbólico. El uso del flabelo, del abanico como atributo de honor en las antiguas civilizaciones orientales, no tardó en ser adoptado para las celebraciones de rito oriental y de este pasó también a utilizarse en la liturgia latina. En su origen, por tanto, tenia una doble función la simbólica y honorífica respecto al oficiante que era refrescado por el aire de los abanicos y la mas practica e importante la de mantener alejados a los insectos del pan y del vino durante la consagración. El uso de este objeto debía de haberse ya extendido a Roma y a Occidente del siglo VI al XVI. Los flabelos podían ser de diverso material y de distinta forma: los de uso mas practico eran de tela, papel plisado, pergamino o plumas, de forma circular o semicircular, y con un largo mango. Los flabelos con una función decorativa fueron los relazados en material metálico o adornados con gemas, esmaltes o piedras preciosas. De estos derivaron los realizados con variopintas plumas de avestruz los últimos en caer en desuso.

 Los ornamentos sagrados que el sacerdote viste para la celebración de los Santos Misterios, reciben del Obispo, o de un sacerdote autorizado, una bendición que los aparta para siempre del uso vulgar.

 

El amito: (Del lat. amictus, de amicīre, cubrir) Lienzo fino y cuadrado de color blanco de cáñamo o de lino,  con una modesta cuz al centro que cubría en otro tiempo el cuello y la espalda : hoy no envuelve más que el cuello de la sotana.

En la actualidad es un trozo de tela blanca rectangular y lo suficientemente ancha para que cubra el cuello y los hombros. Lleva en su centro pintada o bordada una cruz, que siempre debe besar el que lo usa antes de ponérselo y al quitárselo; en las puntas delanteras lleva cosidas dos cintas o cordones lo bastante largos para que puedan cruzarse primero sobre el pecho y luego en la espalda, para volver finalmente adelante y unirse con un lazo. Espiritualmente, y por la misma oración que reza el que se lo pone, el amito, que antes cubría la cabeza, viene a ser como el yelmo salvador contra los ataques del demonio. Nos recuerda que hemos de defendernos de los enemigos de nuestras almas. Usan el amito el diácono y el subdiácono -que son los servidores inmediatos del sacerdote-, el mismo sacerdote y hasta el Obispo, que es el clérigo que posee la plenitud del sacerdocio, cuando van a revestirse de sus ornamentos propios todos se ponen el amito.

El alba: (Del lat. albus). Vestidura o túnica de lienzo blanco que los sacerdotes, diáconos y subdiáconos se ponen sobre el hábito y el amito para celebrar los oficios divinos. Es símbolo de pureza. Los clérigos, después de ponerse el amito, se visten como segundo ornamento una túnica que los cubre de arriba abajo, y que, por ser siempre blanca, ha recibido el mismo nombre de su adjetivo en latín: alba. Es uno de los más importantes ornamentos litúrgicos. El alba es la amplia túnica de lino que desciende como la sotana hasta los pies, pero adornada con encajes. Es la vestidura litúrgica más antigua; fue adoptada por el clero para la Liturgia Eucarística. El alba acortada para los clérigos de Órdenes menores, ha dado origen al sobrepelliz y al roquete de los canónigos. Proviene de la túnica blanca que llevaban los griegos y romanos en tiempo del Imperio. Místicamente nos recuerda la pureza de corazón que ha de poseer el que la lleva

El cíngulo: (Del lat. cingŭlum, de cingĕre, ceñir).Cordón o cinta de seda o de lino, con una borla en cada extremo, que sirve para ceñirse el sacerdote el alba.

El cíngulo es indispensable para sujetar el alba, para que el ésta, se adapte convenientemente al cuerpo del que la lleva y quede redondeada por su parte inferior sin que cuelgue por ningún lado. El  cíngulo puede ser blanco, dorado o del color litúrgico del día; y queda  fijado primero por delante y haciéndolo cruzar por detrás, vuelve simplemente a cada lado, desde donde cuelga hacia abajo el cordón que sobra, y que ordinariamente va rematado por una borla. Espiritualmente nos recuerda, según la oración que reza el sacerdote, la necesidad de luchar contra las bajas pasiones de la carne .El cíngulo significa las cuerdas con que fue atado Nuestro Señor en el huerto de los Olivos y es el signo de la castidad.

 El manípulo: (Del lat. manipŭlus) Ornamento sagrado constituido por una banda pequeña o franja corta de género igual a la estola y la casulla, que rodea y lleva fijo el sacerdote, (y también el Diácono y el Subdiácono en las misas solemnes), en el brazo izquierdo. Tiene su origen en el lienzo del cual se servían en la antigüedad para enjugarse el rostro y las manos, y para tomar diversos objetos. También corresponde al lienzo o pañuelo que antiguamente llevaban los cónsules y que agitaban en el aire para señalar el principio o fin de algún acto. El manípulo, que ha de ser del color litúrgico del día, debe tener en su centro, que viene encima mismo del brazo, una cruz que ha de besar el que lo lleva, tanto antes de ponérselo como después al quitárselo. Ordinariamente también suele ponerse una cruz a cada extremo, aunque no está propiamente mandado. Espiritualmente nos recuerda las buenas obras y que los trabajos y el dolor ofrecidos a Dios serán espléndidamente recompensados.

 No parece haber sido adoptado por la Liturgia romana antes del siglo XII. Simboliza el trabajo y el dolor. El manípulo representa las ataduras de las manos al ser azotado Nuestro Señor.

 La estola: (Del lat. stola). Banda mayor del mismo género que el manípulo y la casulla. Primitivamente fue especie de chal más largo que ancho, que cubría las espaldas y venía a caer por delante del pecho. Cuando la Iglesia romana la adoptó hacia el siglo VII, había cambiado bastante de forma y constituía más bien una insignia que un vestido. El sacerdote la cruza sobre el pecho y el diácono la pone sobre el costado izquierdo en forma de aspa. Se la considera como símbolo de inmortalidad y de inocencia reconquistada. La estola fue en su origen una faja o banda que algunos llevaban como adorno o señal de autoridad y otros por necesidad. Sólo pueden llevarla los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, aunque de un modo distinto cada uno. El diácono la lleva sobre el hombro izquierdo y la hace cruzar a su lado derecho sujetándola con el cíngulo. El Sacerdote, la lleva cruzada sobre el pecho, y el Obispo simplemente colgando del cuello, como también puede hacerlo el Sacerdote siempre que la lleva puesta encima de la sobrepelliz, como por ejemplo, cuando administra la Sagrada Comunión fuera de la Santa Misa. Su longitud, pues, debe ser suficiente para que, pasada por el cuello y cruzada por delante del pecho del Sacerdote, cada extremo, sujetado a ambos costados por el cíngulo, pueda todavía caer, resaltando sobre la blancura del alba. Espiritualmente, la estola puede recordarnos la dignidad de hijos de Dios que desgraciadamente perdimos por el pecado de Adán y Eva, y así, al ver que el sacerdote, que es nuestro representante ante el Altísimo, lleva la estola puesta, podemos gozosamente contar con que la divina gracia nos devolverá aquella dignidad y herencia que le corresponde, es decir, la eterna Gloria. La Iglesia hace pedir, al imponérsela el Sacerdote, la inmortalidad, perdida por el pecado, y el premio de nuestro último y feliz destino . La estola significa las sogas con que Nuestro Señor fue arrastrado al Calvario.

 La casulla: (Del lat. casubla) Vestidura exterior de los sacerdotes, que se coloca encima de todos los demás ornamentos. El ornamento propio del sacerdote durante la celebración de la Santa Misa y el más importante de todos es la casulla. Reducida actualmente a una especie de gran escapulario que deja los brazos en libertad, era en otro tiempo una gran capa que caía hasta los pies, abierta únicamente por la parte superior para dejar pasar la cabeza. Lleva ordinariamente la imagen de la Cruz y simboliza el yugo de Jesucristo.  Esta palabra, que significa tienda, dado que la casulla es de tela, viene a indicar que, así como la vela de una tienda de campaña la cubre totalmente, de igual modo la casulla -que ha de ser de seda, del color litúrgico del día, y también ornamentada como sea posible- cubría totalmente al sacerdote, el cual sacaba la cabeza por la abertura que para tal fin había en el punto central del mismo, y los brazos por los lados, quedando alrededor de los brazos amplios pliegues. Para aligerar esta incomodidad los ministros asistentes ayudaban al sacerdote, sosteniéndole un poco la casulla cuando éste había de alzar mucho los brazos, como en la incensación y en la elevación. (De ahí ha quedado la costumbre de levantar la casulla por detrás en el momento de la elevación). Con el tiempo, y a fin de evitar esa molestia, se fue recortando la tela de los lados hasta llegar a las casullas que véis en la imagen (la llamada casulla "romana") y que no llegan más que a los hombros. Espiritualmente, la casulla nos recuerda el suave yugo de la ley del Señor. La casulla significa el vestido de púrpura puesto a Jesús cuando le trataron en son de burla como rey.

 El color de los ornamentos litúrgicos:  Hay cinco colores litúrgicos : el blanco, rojo, verde,  morado y negro.

 El blanco, emblema de la inocencia, sirve para las fiestas de Nuestro Señor, de la Santísima Virgen, de los Confesores, de las Vírgenes y de las Santas Mujeres. El rojo, color de sangre y de fuego, está reservado para los días siguientes : Pentecostés, en recuerdo del Espíritu Santo, que descendió sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego; las fiestas que tienen por objeto la Cruz y los misterios de la Pasión de Nuestro Señor; las fiestas de los apóstoles o de los mártires que derramaron su sangre por Jesucristo.

El verde, símbolo de la esperanza y del reposo que gozaremos en la otra vida, se emplea únicamente en los domingos después de Pentecostés El morado simboliza la tristeza y penitencia; se usa durante el Adviento, la Cuaresma, el tiempo de Septuagésima y las cuatro Témporas. El negro se emplea siempre que se celebra Misa de difuntos y el día de Viernes Santo.

En muchas diócesis de España y en Latinoamérica hay privilegio de la Santa Sede de poder usar el color azul celeste en la festividad de la Inmaculada Concepción y misa votiva del mismo misterio. Todos los Sacerdotes pueden usar ornamentos de color rosa (rosado) en las dominicas 3a de Adviento (Gaudete) y 4a de Cuaresma (Laetare).

Los colores litúrgicos fundamentales, según el código de 1960, pueden sustituirse por otros, siempre por decisión de la jerarquía eclesiástica, en tierras de Misiones, donde la significación de determinado color se oponga a la señalada anteriormente. En las Misas votivas se usa el color propio de cada Misa; pero en las votivas rezadas de 4a clase puede usarse el color propio del día litúrgico, reservando siempre el color morado y el negro para las Misas que los exigen.

excitarlo a la gratitud.

 

 Bibliografía utilizada.

Curso teórico practico de Liturgia sagrada del P Daniel Sola, sj. Edición 3a. Sal Térrea. Santander 1931.

Símbolos, protagonistas e historia de la Iglesia. Diccionarios del arte. Rosa Giorgi. Electa 2005

+ Ad Maiorem Dei Gloriam +

Esta página es obra de La Sociedad Pro Misa Latina -Una Voce Cuba-

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Alegato a favor de la Silla Gestatoria

 

El ataque del que fue objeto el Santo Padre Benedicto XVI por parte de una pobre enajenada mental la pasada Nochebuena (2009)  y que, gracias a Dios, se saldó sin daño físico para el Papa (aunque sí para el anciano cardenal Roger Etchegaray, que se fracturó el fémur en la caída a la que fue arrastrado), ha puesto de manifiesto la relatividad de las medidas de seguridad que rodean a su augusta persona, las cuales no son precisamente laxas, sobre todo después del atentado contra Juan Pablo II en 1981 y de los ataques terroristas del fatídico 11 de septiembre de 2001.

 

Hay quienes hablan de fallos en el servicio de protección que opera en el Vaticano, pero, como ha apuntado acertadamente el R.P. Federico Lombardi, S.I., director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, ningún aparato de vigilancia puede garantizar al 100% la total incolumidad del Papa, sobre todo porque no está dispuesto a sacrificar la cercanía con los fieles por criterios de seguridad. Los Papas han sido tradicionalmente accesibles al pueblo. El venerable Pío XII pasó gran parte de su pontificado recibiendo en audiencia a toda clase de personas y sus alocuciones a los distintos grupos de peregrinos y visitantes conforman una buena parte de sus documentos. Del beato Juan XXIII se sabe que le gustaba hacer visitas sorpresivas a sus feligreses romanos.

 

A partir de Pablo VI comenzaron los viajes apostólicos: ya no eran sólo los fieles los que iban a Roma a ver al Papa; ahora él también iba a su encuentro en sus respectivos países.

 

El venerable Juan Pablo II prácticamente visitó todo el mundo y algunos países más de una vez. La figura del Vicario de Cristo fue haciéndose cada vez más familiar y cercana gracias a la relajación del protocolo del Palacio Apostólico impracticable fuera de él. La extraordinaria popularidad de que gozan los Romanos Pontífices hoy en día es su punto fuerte, pero también su punto flaco, porque los hace convierte en fácil blanco de ataques y atentados. Sobre todo en tiempos en los que, por una falsa concepción de proximidad humana, ya no existe una cierta distancia física, saludable y necesaria para mantener no sólo la mística de la institución, sino también una seguridad razonable.

 

Antiguamente el Papa estaba rodeado de la llamada “Corte pontificia”, compuesta de la Familia y de la Capilla pontificas, es decir de los dignatarios que intervenían en la vida de palacio y en las celebraciones litúrgicas papales. En las grandes ocasiones se desplegaba todo su fasto, que culminaba con la aparición del Soberano Pontífice tocado con la tiara de tres coronas, envuelto en el manto y llevado sobre la silla gestatoria y bajo dosel, precedido por maceros y trompeteros y flanqueado por los flabelos de pluma de avestruz. En 1968, Pablo VI reformó radicalmente la corte, a la que dio el nombre de “Casa pontificia”, dándole un aire más burocrático que de aparato y ceremonia. Suprimió la mayor parte de elementos considerados ostentosos, aunque conservó el uso de la silla gestatoria, pero sin el acompañamiento tradicional.

 

Sin embargo, el papa Montini estaba dispuesto a abandonarla del todo pero su artrosis progresiva (que le hacía sufrir de dolores atroces en las rodillas) lo acabó de disuadir. Juan Pablo I, no queriendo aparecer como un antiguo monarca sino como el siervo de los siervos de Dios, se rehusó en un principio a hacer uso de ella, pero lo convencieron de que los fieles tenían derecho a contemplarlo sin demasiado esfuerzo visivo y acabó por subirse a ella resignado. En cambio, el venerable Juan Pablo II fue inconmovible: sólo fue llevado a hombros de los sediarios muerto, durante la procesión fúnebre de sus exequias. Ni siquiera cuando se hallaba completamente debilitado y le costaba terriblemente caminar quiso la silla gestatoria. En su lugar se hizo construir una especie de carro móvil con el que hacía su ingreso en San Pedro. No hay que decir lo que el artilugio contrastaba con la belleza clásica y barroca de la Basílica Vaticana y los elementos de la liturgia papal.

 

Benedicto XVI no la ha usado hasta hoy, pero hace algunas semanas, desde el interesantísimo blog Orbis Catholicus, se sugirió la existencia de rumores constantes de que el papa Ratzinger acabará retomando la silla gestatoria. Hoy, a la vista del incidente de Nochebuena, creemos desde estas humildes líneas que su vuelta se impone. Y ello por varios motivos:

 

1) El poderoso simbolismo de la silla gestatoria, que subraya la majestad de la dignidad del Sumo Sacerdote de la Cristiandad (que no otra cosa es el Papa). Papas como San Pío X y el beato Juan XXII, de cuya modestia y humildad no cabe en absoluto dudar aceptaron rodearse del fasto de sus predecesores, llevados por su consciencia de la altísima dignidad que representaban. Sabían que aquél era tributado al Papa y no a Giuseppe Sarto o Angelo Roncalli. El beato Juan XXIII, al que pintan algunos como revolucionario, era especialmente exigente en el exacto cumplimiento del protocolo y la etiqueta, lo cual no redundó en ningún momento en una merma de su indiscutible bondad.

 

2) El hecho de que el Santo Padre, llevado en alto, puede ser visto por todos los fieles y no sólo por los que se hallan más cerca a él. Es lamentable el espectáculo que se produce en la Basílica de San Pedro (o en la Plaza, cuando la celebración tiene lugar fuera) al querer ver todos al Papa: gente que se empuja, que se sube a los asientos, que impide verlo a los que se hallan detrás, con desdoro de lo sagrado del lugar y de la reverencia debida a la liturgia. Estos desórdenes se amortiguarían mucho o hasta desaparecerían si todos pudieran contemplar la venerable figura del Vicario de Cristo sin dificultad, lo cual sólo es posible mediante la silla gestatoria.

 

3) La seguridad se vería reforzada al no ser ya tan fácilmente accesible la augusta persona del Papa. La pobre mujer que lo atacó anoche sólo logró tirarle de la casulla, pero podría haberlo golpeado con las manos o con algún objeto contundente que pasara la inspección (una máquina fotográfica, por ejemplo). Consideremos que Benedicto XVI es una persona anciana e indefensa ante un ataque tan súbito como el de ayer, que no habría sido posible de ir el Santo Padre sobre la silla gestatoria, que, al elevarlo por encima de las cabezas de los asistentes, lo pone al abrigo de incidentes como ése, teniendo a sus ocho sediarios como barrera humana.

 

4) En fin, desde el punto de vista de la salud del Papa, la silla gestatoria le ahorraría fatigas innecesarias. El recorrido desde la Capilla de la Piedad hasta el Baldaquino de Bernini es largo de por sí, máxime para un hombre octogenario, revestido de pesados ornamentos y debiendo llevar la férula. ¿Por qué no ahorrarle el esfuerzo (que puede desplegar mejor durante la celebración misma) llevándolo a hombros sobre la silla gestatoria?

 

Sin necesidad de volver al fasto de antes, la recuperación de la silla gestatoria devolvería a las mentes de los fieles un sentido de lo sagrado, de lo solemne, de esa discontinuidad con la vida cotidiana que es necesaria para cautivar los espíritus. La monarquía británica, a pesar de todos sus escándalos, pervive gracias al poder de fascinación del símbolo que la representa: la Reina, rodeada del esplendor de las Joyas de la Corona, de los mantos reales, de los collares de las órdenes de caballería, de los carruajes dorados, de los atuendos de los cortesanos, de las libreas de sus servidores… El Papado puede prescindir de esos elementos humanos, pero qué duda cabe que ellos comunican la idea de la Belleza y ésta no está reñida con la Verdad ni con el Bien, sino que los complementa.

 

COSTUMBRARIO TRADICIONAL CATÓLICO