+ Ad Maiorem Dei Gloriam +

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Imágenes sagradas y reliquias de los Santos

Enseñanza del Concilio de Trento sobre el uso y veneración de las imágenes.

 

 

 

NOTA PREVIA: Lo resaltado en negrita es de nuestra redacción: ya que muchos cristianos no-católicos y aquellos que han sido infestados por la herejía modernista, critican fuertemente el uso de las imágenes, como si se tratase de idolatría, o como si conllevase mengua de la única mediación de Jesucristo, hemos querido resaltar los pasajes que advierten sobre estos aspectos. Creemos que este breve artículo del Concilio es de grandísimo valor para entender el auténtico significado del uso de imágenes en la Iglesia Católica.

 

 

 

    Manda el santo Concilio a todos los Obispos, y demás personas que tienen el cargo y obligación de enseñar, que instruyan con exactitud a los fieles ante todas cosas, sobre la intercesión e invocación de los santos, honor de las reliquias, y uso legítimo de las imágenes, según la costumbre de la Iglesia Católica y Apostólica, recibida desde los tiempos primitivos de la religión cristiana, y según el consentimiento de los santos Padres, y los decretos de los sagrados concilios; enseñándoles que los santos que reinan juntamente con Cristo, ruegan a Dios por los hombres; que es bueno y útil invocarlos humildemente, y recurrir a sus oraciones, intercesión y auxilio para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo su hijo, nuestro Señor, que es el único redentor y salvador nuestro; y que piensan impíamente los que niegan que se deben invocar los santos que gozan en el cielo de eterna felicidad; o los que afirman que los santos no ruegan por los hombres; o que es idolatría invocarlos, para que rueguen por nosotros, aun por cada uno en particular; o que repugna a la palabra de Dios, y se opone al honor de Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres; o que es necedad suplicar verbal o mentalmente a los que reinan en el cielo.

 

    Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados, como antiquísimamente los condenó, y ahora también los condena la Iglesia, los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos; o que es en vano la adoración que estas y otros monumentos sagrados reciben de los fieles; y que son inútiles las frecuentes visitas a las capillas dedicadas a los santos con el fin de alcanzar su socorro. Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes.

 

    Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos; así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad. Y si alguno enseñare, o sintiere lo contrario a estos decretos, sea excomulgado.

 

   Mas si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. Y si aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la sagrada Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe; enséñese al pueblo que esto no es copiar la divinidad, como si fuera posible que se viese esta con ojos corporales, o pudiese expresarse con colores o figuras. Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de fiesta en honor de los santos.

 

    Finalmente pongan los Obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo. Tampoco se han de admitir nuevos milagros, ni adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y este luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad. En caso de deberse extirpar algún abuso, que sea dudoso o de difícil resolución, o absolutamente ocurra alguna grave dificultad sobre estas materias, aguarde el Obispo antes de resolver la controversia, la sentencia del Metropolitano y de los Obispos comprovinciales en concilio provincial; de suerte no obstante que no se decrete ninguna cosa nueva o no usada en la Iglesia hasta el presente, sin consultar al Romano Pontífice.

Liturgia. Imágenes y gestos externos.

Del libro: “El espíritu de la liturgia.” Del Cardenal Ratzinger.

 

- La ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la encarnación de Dios. Dios en su actuación histórica, ha entrado en nuestro mundo sensible para que el mundo se haga transparente hacia El. Las imágenes de lo bello en las que se hace visible el misterio del Dios invisible forman parte del culto cristiano.

La imagen de Cristo y las imágenes de los santos no son fotografías. Su contenido es llevar mas allá de lo contable desde el punto de vista material, consiste en despertar los sentidos internos y enseñar una nueva forma de mirar que perciba lo invisible en lo visible. La sacralizad de la imagen consiste precisamente en que procede de una contemplación exterior y, por esto mismo, lleva a una contemplación interior.

 

Existen ambientes, no pocos influyentes, que intentan convencernos de que no hay necesidad de arrodillarse. Dicen que es un gesto que no se adapta a nuestra cultura (pero ¿cual se adapta?); no es conveniente para el hombre maduro, que va al encuentro de Dios y se presenta erguido (…) Puede ser que la cultura moderna no comprenda el gesto de arrodillarse, en la medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y no conoce ya Aquel ante el que arrodillarse es el gesto adecuado, es mas, interiormente necesario. Quien aprende a creer, aprende también arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central.

 

*San Carlos Borromeo adorando la Santa Faz.

¡Que poder tienen las bendiciones!

 

Lo que dijo Jesús a Teresa Newman, la estigmatizada alemana, que vivía solamente de la Eucaristía: “Querida Hija, quiero enseñarte a recibir mi bendición con fervor, procura comprender que cuando recibes la bendición de un sacerdote mío, pasa algo grande. La bendición es un desbordamiento de mi divina santidad. Habre tu alma y deja que se santifique a través de mi bendición. Es un rocío celestial para el alma, que a través de ella todo lo que se haga puede dar fruto. A través del poder de bendecir, he dado al sacerdote el poder de abrir el tesoro de mi corazón y de derramar una lluvia de gracias sobre las almas. Cuando el sacerdote bendice, yo bendigo. Entonces una corriente de gracias fluye de mi Sagrado  Corazón hacia el alma hasta llenarla totalmente. Conclusión: ten abierto tu corazón para no perder el beneficio de la bendición. A través de mi bendición recibes la gracia de amor y ayuda para alma y cuerpo. Mi bendición contiene toda la ayuda que la humanidad necesita.

 

 

 

Por medio de ella se te da la fuerza y el deseo de buscar el bien, de huir del mal, de contar con la protección de mis gracias contra los poderes de las tinieblas. Cuando se te concede recibir la bendición, es un gran privilegio, no puedes llegar a comprender, cuanta misericordia te llega a través de ella. Por esto no recibas nunca la bendición de una manera frío o distraída, ¡Sino con toda tu atención! Tu, tan pobre como eres antes de recibir la bendición eres rica, después de haberla recibido. Me duele que la bendición de la Iglesia sea tan poca apreciada y, por tanto muy raramente recibida. Por medio de ella, se os refuerza la buena voluntad, la iniciativas reciben mi particular providencia, la debilidad se fortalece con mi poder. Espiritualiza los pensamientos, y neutraliza las malas influencias.

He dado un poder sin limites a mi bendición porque proviene del amor infinito de mi sagrado corazón. La eficacia de mi bendición es mas grande cuanto mas grande es el celo con que es dada y se recibe. Tanto si se bendice un niño, como si se bendice el mundo entero, mi bendición es mucho mas grande que mil mundos. Reflexiona en como Dios, es inmenso, infinitamente inmenso; y ¡que pequeñas son las cosas en comparación con el! Y lo mismo ocurre, tanto si es uno como si son muchos los que reciben la bendición; ello no tiene importancia porque yo doy a cada uno según la medida de su fe. Y como soy infinitamente rico de todos los bienes, os he concedido recibir sin medida. Tus esperanzas, no son nunca demasiado grandes, todo superara tus mas profundas convicciones. Hija mía, ¡protege a quien da la bendición! Ten en gran estima las cosas bendecidas, así me complacerás a mi que soy tu dios. Cada vez que recibes la bendición, estas unida mas íntimamente a Mi, nuevamente santificada, curada, y protegida por el amor de mi Sagrado Corazón. A menudo, yo escondo los resultados de mi bendición para que se conozcan solo en la eternidad. A menudo perece que las bendiciones no dan ningún resultado, en cambio, su influencia es maravillosa; incluso los resultados, aparentemente infructuosos, son una bendición obtenida a través de la Santa Bendición: estos son los misterios de mi provincia, que no deseo manifestar. Mis bendiciones producen muchos efectos desconocidos en le alma por eso, tengo una gran confianza en este desbordamiento de mi Sagrado Corazón, y reflexiona seriamente sobre este favor. (a pesar de que los aparentes resultados te sean velados)

¡Recibe la santa bendición con sinceridad, porque sus gracias entran solamente en el corazón humilde! Recíbela con buena voluntad y con la intención de ser mejor, entonces, penetrara en las profundidades de tu corazón y producirá sus efectos. Se una hija de la bendición entonces tu, misma, serás una bendición para los demás.”

Del Misal Romano de San Pío V

OFICIO DE LAS SAGRADAS RELIQUIAS DE LOS SANTOS

 

 

Die 5 Novembris  

Sacrarum Reliquiarum


Introitus. Ps. 33, 20-21. Multæ tribulatiónes justórum, et de his ómnibus liberávit eos Dóminus: Dóminus custodit ómnia ossa eórum: unum ex his non conterétur. (T.P. Allelúja, allelúja.) Ps. ibid., 2. Benedícam Dóminum in omni témpore: semper laus ejus in ore meo. . Glória Patri.

ORATIO

Auge in nobis, Dómine, resurrectiónis fidem, qui in Sanctórum tuórum Relíquiis mirabília operáris: et fac nos immortális glóriæ partícipes; cujus in eórum cinéribus pígnora venerámur. Per Dóminum nostrum.

 

Léctio libri Ecclesiastici.
Eccli. 44, 10-15.

 

Hi viri misericórdiæ sunt, quorum pietátes non defuérunt: cum sémine eórum pérmanent bona, heréditas sancta nepótes eórum, et in testaméntis stetit semen eórum: et Fílii eórum propter illos usque in ætérnum manent: semen eórum et glória eórum non derelinquétur. Córpora ipsórum in pace sepúlta sunt, et nomen eórum vivit in generatiónem et generatiónem. Sapiéntiam ipsórum narrent pópuli, et laudem eórum núntiet Ecclésia.


Graduale. Ps. 149, 5 et 1. Exsultábunt Sancti in glória: lætabúntur in cubílibus suis.
. Cantáte Dómino cánticum novum: laus ejus in ecclésia sanctórum.

Allelúja, allelúja. . Ps. 67, 4. Justi epuléntur et exsúltent in conspéctu Dei: et delecténtur in lætítia. Allelúja.


Post Septuagesimam, omissis Allelúja et Versu sequenti, dicitur:

Tractus. Ps. 125, 5-6. Qui séminant in lácrimis, in gáudio metent.  

. Eúntes ibant et fiébant, mitténtes semina sua.  

. Venientes autem vénient cum exsultatióne, portántes manipulos suos.

Tempore autem Paschali omittitur Graduale, et ejus loco dicitur:

Allelúja, allelúja.
. Sancti tui, Dómine, florébunt sicut lílium: et sicut odor bálsami erunt ante te.

Allelúja. . Ps. 115, 15. Pretiósa in conspéctu Dómini mors Sanctórum ejus. Allelúja.

Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam.
Luc. 6, 17-23.

 

In illo témpore: Descéndens Jesus de monte, stetit in loco campéstri, et turba discipulórum ejus, et multitúdo copiosa plebis ab omni Judǽa, et Jerúsalem, et marítima, et Tyri, et Sidónis, qui vénerant, ut audírent eum et sanaréntur a languóribus suis. Et, qui vexabántur a spirítibus immúndis, curabántur. Et omnis turba quærébat eum tángere: quia virtus de illo exíbat, et sanábat omnes. Et ipse, elevátis óculis in discípulos suos, dicebat: Beáti, páuperes: quia vestrum est regnum Dei. Beáti, qui nunc esurítis: quia saturabímini. Beáti, qui nunc fletis: quia ridébitis. Beáti éritis, cum vos óderint hómines, et cum separáverint vos et exprobráverint, et ejécerint nomen vestrum tamquam malum, propter Fílium hóminis. Gaudéte in illa die et exsultáte: ecce enim, merces vestra multa est in coelo.

Post Septuagesimam in fine sequentis Offertorii Allelúja omittitur.

Offertorium. Ps. 67, 36. Mirábilis Deus in Sanctis suis: Deus Israël, ipse dabit virtútem et fortitúdinem plebi suæ: benedíctus Deus, allelúja.

SECRETA
Implorámus, Dómine, cleméntiam tuam: ut Sanctórum tuórum, quorum Relíquias venerámur, suffragántibus méritis, hóstia, quam offérimus, nostrórum sit expiátio delictórum. Per Dóminum.

Communio. Ps. 32, 1. Gaudéte, justi, in Dómino: rectas decet collaudátio. (T.P. Allelúja.)

POSTCOMMUNIO
Multíplica super nos, quǽsumus, Dómine, per hæc sancta, quæ súmpsimus, misericórdiam tuam: ut, sicut in tuórum sollemnitáte Sanctórum, quorum Relíquias cólimus, pia devotióne lætámur; ita eórum perpétua societáte, te largiénte, fruámur. Per Dóminum.

LA CELEBRACION DE LA MISA EN HONOR DE LOS SANTOS

  "Y aunque la Iglesia enseña el Concilio de Trento . haya tenido la costumbre de celebrar en varias ocasiones algu¬nas Misas en honor y memoria de los santos; enseña no obstante que no se ofrece a éstos el sacrificio, sino sólo a Dios que les dió la corona; de donde es que no dice el sacerdote: Yo te ofrezco a tí, Pedro o Pablo, sacrificio: sino que dando gracias a Dios por las victorias que estos alcanzaron, implora su patrocinio, para que los mismos santos de quienes hacemos memoria en la tierra, se dignen interceder por nosotros en el cielo". (Ses. XXII - cp. III) (1)

Son invocados los santos, para que nuestra oblación sea recibida de Dios, como colaboradores que deben hacerla agra¬dable a sus ojos, no porque la oblación de Cristo lo necesite, sino porque de nuestra parte, los que ofrecemos, nunca será bastante la dignidad y preparación con que nos acercamos al altar de Dios. " El espíritu de este sacrificio, dice Bossuet, es de unir a Dios todas las creaturas, y sobre todo las más san¬tas, para rendirle en común el reconocimiento de su servidum¬bre". (2)

Son invocados los santos para que intercedan por nos-otros. "Nuestro regreso a Dios explica Santo Tomás debe responder al proceso de su bondad para con nosotros; y así como mediante el sufragio de los santos nos llegan los beneficios de Dios, así conviene que nosotros volvamos a El" (3). Y esto no es en desdoro de la suficiencia de Cristo como mediador, antes al contrarío es " para complemento del orden del universo, que su bondad [de Dios] se difunda multiplicada en las cosas". (S. Th. ibidem) " A fin de que comprendáis de una vez expone Bossuet cual es el espíritu de la Iglesia en esta intercesión de los ángeles y de los santos, oíd este pre¬facio de una misa que se encuentra en un volumen que tiene más de mil años: Oh Señor, este bienaventurado confesor re-posa ahora en vuestra paz; inspírale pues, oh Dios mísericor¬dioso, interceder por nosotros delante de tí, a fin de que ha¬biéndole asegurado Tú su propia felicidad, le hagas solícito de la nuestra, por Jesucristo Nuestro Señor. Notad que es por Jesucristo que se pide a Dios, no solamente el efecto de las ora¬ciones que hacen los santos, sino aun la inspiración y el deseo de hacerlas" .

" Los que os han hecho tan necios reparos sobre el canon, son tan ignorantes y atrevidos para hacerlos más grandes aún, sobre este circuito en que se nos hace dirigir a Dios, a fin de que El inspire a los santos que rueguen por nosotros, como si no fuese más rápido pedir directamente a Dios lo que nosotros queremos que El se haga pedir por los santos. Pero según estos razonamientos profanos sería necesario suprimir todas las plegarias, tanto las que directamente se dirije a Dios, como las res¬tantes; pues ¿no conoce Dios nuestras necesidades? ¿No sabe El lo que queremos cuando le rogamos? ¿No es El mismo quien nos inspira la oración? Sobre todo: ¿por. qué se le pide algo para los demás? Y ¿por qué pedir a nuestros hermanos que rueguen por nosotros? ¿Lo harán ellos en forma conveniente si Dios no les inspira la voluntad de hacerlo? ¿Para qué este círculo con Dios? ¿No es acaso más expeditivo dejarlo obrar a El? Si se responde no obstante que Dios quiere la oración, que se ore por los otros, y que se pida a los demás que rueguen por nosotros; aunque Dios no necesita de nuestra plegaria ni para satisfacer nuestras necesidades, ni para saberlas; pues , nos es cosa útil hacerlo de esta manera para hacernos mejores al ha¬cerlo; no se diga que todo esto es un círculo inútil, sino un sincero ejercicio de la caridad que Dios honra constantemente cuando inspira o escucha tales plegarias " .

" Y puesto que El quiere establecer una perfecta fraterni¬dad entre todos aquellos que El quiere hacer felices o en el cielo o en la tierra, inspira no solamente a los fíeles, sino aun a los santos ángeles y santos hombres que están en el cielo, el deseo de rogar por nosotros; pues es una perfección para los santos que son nuestros semejantes, interesarse por nuestra salvación y otra perfección para los ángeles, que no lo son, amar y reverenciar en nosotros la naturaleza que el Hijo de Dios ha bus-cado, hasta unirse con ella en una persona. Podemos pues pe¬dir a Dios que les inspire estas plegarias que lo honran porque le podemos pedir todos los medios que a El le plugo utilizar para manifestar su gloria; pero es menester pedirlo por Jesu¬cristo, por quien únicamente nos debe llegar todo bien " .

Notas:

(1) (D. B. N" 941).

(2) (Explication de quelques difficultés - Nº 38).

(3) (Suplementum - q. 72 - a 2 - in corp.).