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Apuntes Litúrgicos.

 

“No somos los hombres los que hacemos algo.”

Catequesis del Papa Benedicto XVI. Miércoles 5 de mayo del 2010.

 

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo pasado en mi visita pastoral a Turín, tuve la alegría de estar en oración ante la Sabana Santa, uniéndome a los mas de dos millones de peregrinos que han podido contemplarla durante la solemne ostensión de estos días. Ese lienzo sagrado puede nutrir y alimentar la fe, y reavivar la piedad cristiana, porque impulsa a ir al rostro de Cristo, al Cuerpo del Cristo Crucificado y resucitado, a contemplar el misterio pascual, centro del mensaje cristiano. Del Cuerpo de Cristo resucitado, vivo y operante en la historia (cfr. Rm. 12,5), nosotros, queridos hermanos y hermanas, somos miembros vivos, cada uno según su propia función, es decir, con la tarea que el Señor ha querido encomendarnos. Hoy, en esta catequesis, quiero volver a recordar las tareas especificas de los sacerdotes, que, según, la tradición, son esencialmente tres: enseñar, gobernar y santificar. En una de las catequesis anteriores hablé sobre la primera de estas tres misiones: la enseñanza, el anuncio de la verdad, el anuncio del Dios revelado en Cristo, o –con otras palabras- la tarea profética de poner al hombre en contacto con la verdad, de ayudarlo a conocer lo esencial de su vida, de la realidad misma.

 

 

 

Quiero hoy reflexionar brevemente con vosotros en la segunda tarea que tiene el sacerdote, la de santificar a los hombres, sobre todo mediante los sacramentos y el culto de la Iglesia. Aquí, ante todo, debemos preguntarnos: ¿Qué significa la palabra “Santo”? La respuesta es: “Santo” es la cualidad especifica del ser de Dios, es decir,  su absoluta verdad, bondad, amor, belleza, luz pura. Santificar a una persona significa ; por tanto, ponerla en contacto con Dios, con su ser luz, verdad, puro amor. Es obvio que esta relación transforma a la persona. En la antigüedad existía esta firme convicción : nadie puede ver a Dios sin morir en seguida. La fuerza de luz y de verdad es demasiado grande. Si el hombre toca esta corriente absoluta, no sobrevive. Por otra parte, también, existe la convicción  de que sin un mínimo contacto con Dios el hombre no puede vivir. Verdad, bondad, amor son condiciones fundamentales de su ser. La cuestión es: ¿Cómo puede el hombre encontrar ese contacto con Dios, que es fundamental, sin morir arrollado por la grandeza del ser divino? La fe de la Iglesia nos dice que Dios mismo crea este contacto, que nos transforma poco a poco en verdaderas imágenes de Dios.

Así llegamos de nuevo a la tarea del sacerdote del “santificar.” Ningún hombre, por sí mismo, partiendo de sus propias fuerzas, puede poner a otro en contacto con Dios. El don, la tarea de crear este contacto, es parte esencial de la gracia del sacerdocio. Esto se realiza en el anuncio de la Palabra de Dios, en la que su luz nos sale al encuentro. Se realiza de un modo particularmente denso en los sacramentos. La inmersión en el misterio pascual de muerte y resurrección de Cristo acontece en el Bautismo, re refuerza en la Confirmación y en la Reconciliación, se alimenta en la Eucaristía, sacramento que edifica a la Iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 32). Por tanto es Cristo mismo quien nos hace santos, es decir, nos atrae a la esfera de Dios. Pero como acto de su infinita misericordia llama a algunos a estar con el. (cf. Mc 3,14) y a convertirse, mediante el sacramento del orden, pese a su pobreza humana, en participes de su mismo sacerdocio, ministros de esta santificación, dispensadores de sus misterios, puentes del encuentro con él, de su mediación entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios. ( cf. Presbyterorum ordinis, 5)

En las últimas décadas ha habido tendencias orientadas a hacer prevalecer, en la identidad y la misión del sacerdote, la dimensión del anuncio, separándola de la santificación; con frecuencia se ha afirmado que seria necesario superar una pastoral meramente sacramental. Pero, ?es posible ejercer auténticamente el ministerio sacerdotal “superando” la pastoral sacramental? ?Que significa propiamente para los sacerdotes evangelizar? ?En que consiste el llamado “primado del anuncio’” Como narran los evangelios, Jesús afirma que el anuncio del reino de Dios es el objetivo de su misión; pero este anuncio no es solo un “discurso”, sino que incluye, al mismo tiempo, su mismo actuar; los signos, los Milagros que Jesús realizó indican que el reino viene como realidad presente y que coincide en ultima instancia con su persona, con el don de si mismo como hemos escuchado hoy en la lectura del Evangelio. Y lo mismo vale para el ministro ordenado: él, el sacerdote, representa a Cristo, el enviado del Padre, continua su misión, mediante la palabra y el “sacramento” en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra.  San Agustín en una carta al Obispo Honorato de Thiabe, refiriéndose a los sacerdotes afirma: “hagan por tanto los servidores de Cristo, los ministros de la palabra y del sacramento de el, lo que el mando o permitió.” (Epist. 228.2) Es necesario reflexionar si, en algunos casos, haber subestimado el ejercicio fiel del munus sanctificandi, no ha constituido quizás un debilitamiento de la fe misma en la eficacia salifica de los sacramentos y, en definitiva, en el obrar actual de Cristo y de su Espíritu, a través de la Iglesia, en el mundo.

Por consiguiente, ¿quién salva al mundo y al hombre? La única respuesta que podemos dar es Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, Crucificado y Resucitado. Y ¿Dónde se actualiza el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que trae la salvación? En la acción de Cristo mediante la Iglesia, en particular en el Sacramento de la Eucaristía. Que hace presente la ofrenda sacrificial redentora del Hijo de Dios, en el sacramento de la Reconciliación, en el que de la muerte del pecado se vuelve a la vida nueva; y en cualquier otro acto sacramental de santificación (cf. Presbyterorum ordinis, 5) Es importante por tanto, promover una catequesis adecuada para ayudar a los fieles a comprender el valor de los sacramentos, pero así mismo es necesario, siguiendo el ejemplo del Santo cura de ars, ser generosos, estar disponibles y atentos para comunicar a los hermanos los tesoros que la gracia de Dios ha puesto en nuestras manos, y de los cuales no somos dueños, sino custodios  administradores.

Sobre todo en nuestro tiempo, en el cual, por un lado, parece que la fe se va debilitando y, por otro, emerge una profunda necesidad y una búsqueda generalizada de espiritualidad, es preciso que todo sacerdote recuerde que en su misión el anuncio misionero y el culto y los sacramentos nunca van separados, y promueva una sana pastoral sacramental, para formar al pueblo de Dios y ayudarle a vivir en plenitud la liturgia, el culto de la Iglesia, los sacramentos como dones gratuitos de Dios, actos libres y edificantes de su acción de salvación.

Como recordé en la Santa Misa Crismal de este año: “El sacramento es el centro del culto de la Iglesia. Sacramento significa, en primer lugar, que no somos nosotros los hombres los que hacemos alo, sino que es Dios quien se anticipa y viene a nuestro encuentro con su actuar, nos mira y nos conduce hacia el. (…) Dios nos toca por medio de realidades materiales (…) que el toma a su servicio, convirtiéndolas en instrumentos del encuentro entre nosotros y el mismo.” (Misa Crismal, 1 de abril del 2010)  La verdad según la cual en el sacramento “no somos los hombres los que hacemos algo” concierne y debe concernir, también a la conciencia sacerdotal: cada presbítero sabe bien que es instrumento necesario para la acción salifica de Dios, pero siempre instrumento. Esta conciencia debe llevar a ser humildes y generosos en la administración de los sacramentos, en el respeto de las normas canónicas, pero también en la profunda convicción de que la propia misión  es hacer que todos los hombres , unidos a Cristo, puedan ofrecerse como hostia viva y santa, agradable a Dios (cf. Rm12, 1) San Juan María Vianney también es ejemplar a cerca del primado del munus sanctificandi y de la correcta interpretación de la pastoral sacramental: Un día frente a un hombre que decía que no tenía fe y deseaba discutir con él, el párroco respondió: “!Oh amigo mío!, vas mal encaminado, yo no sé razonar …, pero si necesitas consolación, ponte allí… (indicaba con su dedo el inexorable escabel (del confesionario) y, créeme, muchos se han arrodillado allí antes que tú y no se han arrepentido” (cf. Monnin A. Il Curato d’Ars. Vita di Gian Battista-Maria Vianney, vol. I, Turín 1878 pp. 163-164)

Queridos sacerdotes vivid con alegría y amor la liturgia y el culto: es acción que Cristo resucitado realiza con la potencia del Espíritu Santo en nosotros, con nosotros y por nosotros. Quiero renovar la invitación que hice recientemente a “volver al confesionario , como lugar en el cual celebrar el sacramento de la reconciliación, pero también como lugar en el que “habitar” mas a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la misericordia divina, junto a la presencia real en la Eucaristía” (Discurso a la Penintenciaria Apostolica 11 de Marzo del 2010). Y también quiero invitar a todos los sacerdotes a celebrar y vivir con intensidad la Eucaristía, que está en el centro de la tarea de santificar; es Jesús que quiere estar con nosotros, vivir en nosotros, darse a sí mismo, mostrándonos la infinita misericordia y ternura de Dios; es el único Sacrificio de amor de Cristo que se hace presente, se realiza entre nosotros y llega hasta el trono de la Gracia, a la presencia de Dios, abraza a la humanidad y nos une a él (cf. Discurso al clero de Roma, 18 de Febrero de 2010). Y el sacerdote estaa llamado a ser ministro de este gran Misterio, en el sacramento y en la vida. Aunque “la gran tradición eclesial con razón a desvinculado la eficacia sacramental de la  situación existencial concreta del sacerdote, salvaguardando así adecuadamente las legitimas expectativas de los fieles” eso no quita nada “a la necesaria, mas aun, indispensable tensión hacia la perfección moral, que debe existir  en todo corazón auténticamente sacerdotal”: el pueblo de Dios espera de sus pastores también un ejemplo de fe y un testimonio de santidad (discurso a la plenaria de la congregación para el clero, 16 de marzo de 2009). En la celebración de los santos misterios es donde el sacerdote encuentra la raíz de su santificación (cf. Presbyterorum ordinis, 12-13)

Queridos amigos sed concientes del gran don que constituyen los sacerdotes para la Iglesia y para el mundo; mediante su ministerio, el Señor sigue salvando a los hombres, haciéndose presente, santificando. Estad agradecidos a Dios y sobre todo estad cerca de vuestros sacerdotes con la oración y con el apoyo, especialmente en las dificultades, a fin de que sean cada vez mas pastores según el corazon de Dios. Muchas gracias.

 

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Denuncia de Mons. Camille Perl: los obispos obstaculizan la Misa en latín

Prelado vaticano denuncia que los obispos obstaculizan la misa en latín

 

En el marco del congreso organizado en Roma por Giovanni e tradizione sobre Summorum Pontificum, Mons. Camille Perl, vicepresidente de la Pontificia Comisión «Eclesia Dei» confirma lo que ya muchos sabíamos: que los obispos son quienes han obstaculizado la implementación del Motu Proprio Summorum Pontificum. Información inicialmente en italiano del diario La Repubblica; agencia ADN Kronos; diario La Stampa y diario Il Giornale, todos con fecha Sep-16-2008. Nosotros reproducimos la información que llega en español de agencia EFE, Sep-16-2008, vía Terra España.

El prelado Camille Perl, secretario de la Comisión Pontificia 'Ecclesia Dei', ha denunciado que son muchos los obispos que están obstaculizando la celebración de la misa en latín.

El secretario de la comisión cuyo objetivo es facilitar el retorno a la Iglesia católica de los seguidores del arzobispo francés Marcel Lefebvre hizo estas manifestaciones en un convenio celebrado en el Vaticano sobre el 'motu propio' (documento) 'Summorum Pontificum' de Benedicto XVI que facilita la celebración de la misa en latín, cuando se cumple un año de su entrada en vigor.

'En Italia la mayoría de los obispos, con admirables excepciones, han puesto obstáculos a la aplicación del motu propio sobre la misa en latín y lo mismo se puede decir de los numerosos superiores generales (de congregaciones) que han prohibido a sus sacerdotes oficiar misa en latín', denunció Perl, según el portal católico italiano Petrus.

Perl agregó también que en Alemania la Conferencia Episcopal ha publicado unas normas 'tan burocráticas que hacen difícil aplicar el motu propio'.

Según el prelado, las peticiones para celebrar misas en latín provienen, sobre todo, de Gran Bretaña, Canadá, EEUU y Australia y en parte también de Francia.

El problema, no obstante, según precisó, es la escasez de sacerdotes en todo el mundo que sepan latín.

Perl subrayó que hay que tener en cuenta que el actual rito, salido del Concilio Vaticano, está en vigor desde hace cuarenta años y son muchos los sacerdotes que no saben celebrar la misa con el viejo rito, 'sin contar que han sido adoctrinados según la visión de que la vieja liturgia está superada'.

 

Monseñor Burke denuncia el «catolicismo de cafetería» y la desobediencia al Magisterio

 

Monseñor Burke denuncia el «catolicismo de cafetería» y la desobediencia al Magisterio

 

 

En una conferencia durante el Congreso Mundial de «Human Life International», el arzobispo Raymond Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica, ha denunciado la desobediencia pública al Magisterio de la Iglesia de «quienes dicen ser católicos» en temas tan graves como la defensa de la vida humana y del matrimonio. «Cuando los pastores del rebaño son obedientes», entonces «los miembros del rebaño crecen en la fidelidad y el seguimiento de Cristo por el camino de la salvación».

 

 

(E.Pentin/Zenit/InfoCatólica).- El prefecto de la Signatura Apostólica comenzó su conferencia a los líderes pro-vida de 45 países, reunidos en Roma en el Congreso-Oración Mundial de la organización Human Life International, afirmando que la sociedad se encuentra en “un período de duro y crucial combate” por la promoción de una cultura de la vida, agravado por la tentación de relativizar la autoridad del Magisterio, contrastándolo “con su individualismo y búsqueda de sí mismo”.

 

Mons. Burke reclamó en primer lugar a los obispos que prediquen la ley moral natural, recordándoles que el Papa Benedicto XVI exhortó a los obispos “a ser conscientes de los retos de la hora presente y tener el coraje para hacerles frente”. Al destacar que el obispo, como principal maestro de la fe y la moral en su diócesis, tiene la especial “carga pesada y constante” de dar sana doctrina, el prelado hizo hincapié en que la obediencia al Magisterio es una virtud, que se obtiene “a través de la práctica” de tal obediencia.

 

El Prefecto, que también es miembro de la Congregación para los Obispos, resaltó que “tanto los obispos como los fieles” deben obedecer al Magisterio, que definió como la doctrina de Cristo tal como es transmitida por el sucesor de Pedro y los obispos en comunión con él. “Cuando los pastores del rebaño son obedientes al Magisterio”, entonces “los miembros del rebaño crecen en la fidelidad y el seguimiento de Cristo por el camino de la salvación”, dijo. “Si el pastor no es obediente, el rebaño es conducido fácilmente a la confusión y al error”. Citando al profeta Zacarías, dijo que el pastor puede ser “especialmente tentado” por Satanás, que sabe que “si puede paralizarle, tendrá más fácil su tarea de dispersar al rebaño”.

 

 

Las dificultades para obedecer

 

“La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios”, subrayó Mons. Burke, y recordó las palabras de un sabio profesor de derecho canónico que a menudo decía a la clase que “cuando hay problemas con la castidad, hay problemas con la obediencia”. La rebelión contra la verdad moral, señaló, “es una rebelión contra Dios y todo lo que nos enseña”.

 

Reconoció que la obediencia al Magisterio es “difícil de enseñar”, agregando que “Satanás no duerme” y en la cultura de hoy, tienta a la humanidad a actuar “como si Dios no existiera”. Satanás defiende “un individualismo radical y el propio interés, que nos aleja del amor de Dios y el amor de unos a otros”, dijo.

 

El prelado destacó también que la cultura de hoy “nos invita a creer lo que nos agrada y rechazar lo que nos resulta difícil”, lo que conduce a un “catolicismo de cafetería”, que “escoge y elige qué partes de la fe llevar a la práctica”.

 

 

El rechazo de la «Humanae Vitae» y sus consecuencias

 

Mons. Burke, que es también miembro de la Congregación para los Obispos, afirmó que “el ejemplo más trágico de la desobediencia de la fe, también por parte de algunos obispos, fue la respuesta a la Carta Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, publicada el 25 de julio de 1968: Tras su publicación, la encíclica fue rechazada por muchos dentro de la Iglesia Católica, incluyendo sacerdotes y obispos, que habían creído que la Iglesia cambiaría su postura sobre la anticoncepción. Las consecuencias de esa disidencia, dijo, han llevado a muchos católicos a una vida habitual de pecado en lo que se refiere a la procreación y la educación de la vida humana”.

 

Anteriormente, había puesto de relieve un presupuesto de la actual batalla para preservar una cultura de la vida, que es “una visión errónea de la sexualidad humana, que trata de eliminar por medios mecánicos o químicos la naturaleza esencialmente procreativa del acto conyugal”. Y agregó: “La llamada mentalidad anticonceptiva es anti-vida y la manipulación del acto conyugal, como el Papa Pablo VI proféticamente preveyó, ha dado lugar a muchas formas de violencia en el matrimonio y la vida familiar”. “Una vez que la unión sexual deja de entenderse según su propia naturaleza, la procreación, se abusa de la sexualidad humana en formas que son profundamente perjudiciales y en formas destructivas para los individuos y para la misma sociedad”.

 

La respuesta, dijo, es el avance de la cultura de la vida, a través de la “proclamación de la verdad de la unión conyugal en su plenitud y la corrección del pensamiento anticonceptivo que teme a la vida, que teme la procreación”.

 

 

Desobediencia pública a la doctrina y moral católicas

 

El arzobispo Raymond Burke se refirió luego a la tendencia actual a compartimentar la fe, y la “hipocresía” de algunos católicos cuando intervienen en la política, medicina, negocios u otras actividades humanas, diciendo que personalmente apoyan la verdad respecto a la inviolabilidad de la vida humana inocente e indefensa, pero cooperando luego con los ataques contra los no nacidos, los enfermos, o las personas con necesidades especiales.

 

Lamentó que muchos hayan llegado a confundirse acerca de “las verdades más elementales”, como la dignidad inviolable de la vida humana inocente desde la concepción hasta la muerte natural, y el matrimonio entre un hombre y una mujer “como la primera e insustituible” fuente de la vida y de la sociedad. También se refirió a quienes se llaman a sí mismos católicos, pero apoyan el reconocimiento por el Estado del matrimonio del mismo sexo. “No es posible ser un católico practicante y actuar uno mismo en público de esta manera”, dijo entre aplausos.

 

 

El escándalo público

 

Las palabras más fuertes de Mons. Burke se refirieron a la ausencia de reparación pública por el daño causado por la desobediencia al Magisterio. Tales acciones u omisiones, en relación con leyes que destruyen la vida humana inocente, dejan a los ciudadanos en general “confundidos”, conduciéndolos al error “sobre los principios básicos de la ley moral”. Señaló que hoy hay gran temor a hablar de escándalo, como si fuera un fenómeno propio de personas de “mentes estrecha o ignorante y por lo tanto una herramienta usada por algunas personas para condenar a los demás precipitada y equivocadamente”.

 

El Prefecto de la Signatura Apostólica expresó una preocupación, con la que sintonizaba plenamente con los activistas católicos pro-vida que asistían a su conferencia: “Una de las ironías de la situación presente es que quien se escandaliza por la actuación pública gravemente pecaminosa de otro católico es acusado de falta de caridad y de crear división dentro de la unidad de la Iglesia”, dijo. “Ahí se ve la mano del Padre de la Mentira, que trabaja para descartar que pueda darse el escándalo o para ridiculizar e incluso censurar a quienes lo sufren”, añadió.

 

La advertencia del Señor a quienes inducen a otros a pecar fue muy contundente, recordó a los oyentes. Por esta razón, dijo, la “disciplina perenne de la Iglesia prohíbe dar la Sagrada Comunión o las exequias religiosas a quienes persisten, después de haber sido amonestados, en estado de grave violación de la ley moral”.

 

“Se dice que esta disciplina que la Iglesia ha observado a lo largo de los siglos pretende dar un juicio sobre el destino eterno de un alma, juicio que sólo pertenece a Dios, y que por tanto puede ser obviado”, explicó. “Por el contrario, es esa acción pública del alma la que viola la ley moral, y daña profundamente a todos los que han sido confundidos y llevados a error por estas acciones”. “La Iglesia encomienda a todas las almas a la misericordia de Dios, que es mucho mayor que cuanto podemos imaginar, pero esto no le exime de proclamar la verdad de la ley moral, también mediante la aplicación de su doctrina permanente, por el bien de la salvación de todos”, aseguró.

 

 

La reparación pública

 

Mons. Burke añadió que “cuando una persona ha apoyado o cooperado culpablemente en actos gravemente pecaminosos, llevando a muchos al error y la confusión sobre cuestiones fundamentales en materia de respeto a la vida y la integridad del matrimonio y la familia, su arrepentimiento de estas acciones también debe ser público”.

 

Hizo hincapié en que la responsabilidad es “especialmente grave” para los líderes políticos. “La reparación del escándalo comienza con un reconocimiento público de su propio error y una declaración pública de adhesión a la ley moral”, explicó. “El alma que reconoce la gravedad de lo que ha hecho entiende de inmediato la necesidad de reparar públicamente”.

 

 

La verdad en la caridad y la unidad de la Iglesia

 

“En el pensamiento de una sociedad gobernada por la tiranía del relativismo y donde la corrección política y el respeto humano es el criterio último de lo que hay que hacer, la idea de que pueda llevarse a alguien a equivocarse moralmente no tiene mucho sentido”, dijo. Lo que considera perjudicial, continuó, es que “alguien no respete lo políticamente correcto y por lo tanto sea un perturbador de la llamada paz social”. El Prefecto de la Signatura Apostólica continuó reflexionando: “Pero mentir o no decir la verdad no es nunca señal de caridad. Una unidad que no esté basada en la verdad de la ley moral no es la unidad de la Iglesia. La unidad en la Iglesia se fundamenta en decir la verdad en la caridad. La persona que es escandalizada por acciones públicas de católicos que son gravemente contrarias a la ley moral, necesitan que la Iglesia repare lo que es claramente una grave herida en Su vida. Si esa persona no se escandalizara por el apoyo público a los ataques contra la vida humana y la familia, sería porque su conciencia estaría ofuscada o deformada en relación con las realidades más sagradas”.

 

“La batalla es feroz y las fuerzas contrarias son muchas y muy inteligentes –concluyó– pero la victoria ya ha sido ganada, y el vencedor nunca deja de acompañarnos en nuestra lucha”.

 

 

 

Fuente: http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=7518

 

 

 

 

Card. Pell: “Para orar a Dios, no podemos usar las mismas palabras que en una barbacoa”

 

Presentamos la traducción de un interesante artículo publicado por “The Australian” sobre la nueva versión del Misal Romano en inglés que incluye amplios comentarios sobre el tema del Cardenal George Pell, Presidente de “Vox Clara”.

 

 

Para orar a Dios Omnipotente en la Misa, afirma [el cardenal] George Pell, no es apropiado “usar las mismas palabras que en una barbacoa”.

 

Sobre el escritorio del cardenal descansa un tomo imponente, de cubierta color rojo y 1266 páginas: la nueva edición inglesa del Misal Romano, una de las pocas copias en el mundo.

 

No contiene en absoluto una jerga de barbacoa, pero cuando la nueva traducción de la Misa católica sea introducida, sus sorprendentes cambios pueden convertirse en un tema de constante conversación en las reuniones en la Iglesia y posiblemente más allá. Porque, al introducirlos, la Iglesia ha dado un poderoso golpe en la guerra cultural contra el postmodernismo y “el sinsentido” en favor de una erudición rigurosa y precisión en el lenguaje.

 

La traducción del Misal Romano oficial en Latín y de las oraciones asociadas fue aprobada por Benedicto XVI el 25 de marzo, Fiesta de la Anunciación. Un mes después, el Comité Vox Clara, del cual Pell es presidente, se unió al Papa para un almuerzo celebrativo en la Casina Pío IV, un pequeño palacio del siglo XVI en los jardines vaticanos.

 

Fue la culminación de nueve años de trabajo a cargo de Vox Clara – comité formado por Juan Pablo II para asistir a la Congregación vaticana para los Sacramentos en la supervisión del proyecto – y de la Comisión Internacional para el Inglés en la Liturgia [ICEL], un grupo de expertos en liturgia que incluye a obispos y que realizó la traducción. Juan Pablo II había disuelto la formación de la previa ICEL cuando sus borradores fueron vistos como demasiado políticamente correctos.

 

Para fortalecer la calidad y la precisión de la nueva traducción, Vox Clara y la nueva ICEL, liderada por Mons. Arthur Roche, Obispo de Leeds, trabajaron en conformidad con una instrucción vaticana, Liturgiam Authenticam, preparando lo que se requería. A su vez, ICEL fue guiada por la Ratio Translationis para la lengua inglesa, un amplia serie de lineamientos preparada por Vox Clara.

 

El proceso, no obstante, fue consultivo. El proyecto fue revisado en su totalidad y aprobado dos veces por conferencias episcopales de Estados Unidos, Canadá, Australia, Gran Bretaña, Irlanda, India, África y el Caribe. La sustancia y el estilo reflejan la determinación de la Iglesia de reafirmar sus doctrinas y creencias, luego de los trastornos de los pasados 40 años.

 

Con demasiada frecuencia, en la práctica, las reformas del Concilio Vaticano II se transformaron en algo que nunca se buscó: liturgias extravagantes y una erosión de la doctrina, aparentemente “en el espíritu del Concilio”.

 

A medida que las iglesias protestantes se tambalean hacia la izquierda, ordenando mujeres al episcopado y a homosexuales, y cuestionando doctrinas siempre sostenidas sobre la Resurrección, el Nacimiento Virginal y la salvación, el Papa Benedicto XVI y la jerarquía católica están convencidos de que unas liturgias más ricas, más reverentes, son esenciales para el fortalecimiento de la fe y la práctica religiosa. Aunque es controversial en algunos rincones católicos liberales, este acercamiento está atrayendo un amplio apoyo, incluido el que viene de fuera de la Iglesia, con cientos de miles de anglicanos tradicionales preparándose para cruzar el Tiber. Una vez dentro de la Iglesia Católica, conservarán sus tradiciones litúrgicas propias.

 

En Australia, la nueva Misa será introducida el año próximo, probablemente para el Domingo de Pentecostés, luego de un exhaustivo proceso educativo.

 

El texto reemplazará a una versión con la que las comunidades se han hecho familiares luego de 40 años pero a la que muchos líderes de la Iglesia, Pell incluido, consideran como demasiado coloquial y “un poco rebajada”: una traducción defectuosa del Misal oficial.

 

El nuevo documento no es una traducción literal pero es más precisa y emplea términos fuertes como “venerable”, “compasión”, “sacrificio”, “víctima”, “consubstancial” y “salvación eterna”.

 

“Los anteriores traductores parecían un poco avergonzados de referirse a los Ángeles, al sacrificio y a la Virginidad Perpetua”, dice Pell, antes de partir a las 8:00 de la mañana para pasar un día hablando con estudiantes de las escuelas católicas en Sydney.

 

“Fueron un poco suaves acerca del pecado y la redención”.

 

Esta versión no lo es. En lugar de confesar haber pecado “por mi culpa”, los sacerdotes y el pueblo admitirán haber pecado “por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa” [“through my fault, through my fault, through my most grievous fault”].

 

Pell y Mark Coleridge, Arzobispo de Canberra y Goulburn – y un escriturista altamente calificado que guió el comité editorial del Misal Romano de ICEL – enfatizan que los cambios en las respuestas del pueblo han sido mínimos comparados con los cambios de los términos para los sacerdotes.

 

Para el pueblo, una de las más notables diferencias será su respuesta, dada varias veces durante la Misa, al sacerdote cuando diga: “El Señor esté con vosotros”. En lugar de responder “Y también contigo” [“And also with you”] responderán “y con tu espíritu” [“and with your spirit”] – una traducción directa del latín “Et cum spiritu tuo”.

 

Sólo las versiones inglesa y portuguesa (para Brasil) usan “y también contigo”. El resto del mundo, dice Pell, usan “y con tu espíritu”. Esta última fórmula reconoce que la ordenación sacerdotal afecta el espíritu del hombre, dándole el poder de consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. “No es cuestión de virtud moral, sino de diferencia ontológica”.

 

Los sacerdotes también dirán “orad hermanos, para que mi sacrificio y el vuestro (y no “nuestro sacrificio”, como hasta ahora) sea aceptable a Dios, Padre Todopoderoso” [“pray brethren, that my sacrifice and may be acceptable to God, the Almighty Father”]. Al mismo tiempo que se adhiere al latín “meum ac vestrum sacrificium”, el cambio evita desdibujar los roles de los sacerdotes y de los laicos.

 

En su conjunto, la nueva traducción tiene “una cadencia diferente”, afirma Pell. “Es poderosa, solemne y hermosa, y la gente llegará a amarla”.

 

Coleridge concuerda, señalando que más del 80 por ciento de las oraciones se remontan a más de 1000 años atrás. Algunas, como el Kyrie Eleison (Señor, ten piedad) fueron escritas en griego durante los dos primeros siglos de la Iglesia. “Es un rico mosaico tomado de distintos siglos”, dice. “Tiene un lenguaje diferente y es retórica y teológicamente superior”.

 

Pero no todos están convencidos. En marzo, el director de la Comisión Litúrgica de Brisbane, Tom Elich, escribió en Liturgy News Magazine que la traducción usa “expresiones complicadas, palabras incomprensibles y oraciones que no respetan la gramática en su intento por ser fiel al latín”.

 

Cuando se lo entrevista, Elich no muestra entusiasmo, pero es más circunspecto. “Esto es lo que la Iglesia ha preparado para nosotros en este tiempo, y ahora nos toca a nosotros hacerlo funcionar”.

 

Cita una sección de la nueva Plegaria Eucarística III como ejemplo de su preocupación. Dice: “Mira, te rogamos, esta oblación de Tu Iglesia y, reconociendo la Víctima por cuya muerte quisiste reconciliarnos contigo, concédenos que, nutridos por el Cuerpo y la Sangre de Tu Hijo y llenos con Su Santo Espíritu, podamos ser un cuerpo y un espíritu en Cristo” [“Look, we pray, upon the oblation of your church and, recognising the victim by whose death you willed to reconcile us to yourself, grant that we, who are nourished by the body and blood of your son and filled with his holy spirit, may become one body and one spirit in Christ”].

 

A Pell no le preocupa que las personas encuentren, inicialmente, un poco desalentadora tal formulación, con su énfasis en los sagrado y lo trascendente. Compara el texto de la Misa con un buen libro para los niños, en el sentido de que estimulará el pensamiento y ampliará el conocimiento de los que asisten a Misa.

 

Esto, dice, llevará a una comprensión más profunda de la teología, al encontrar la gente una ocasional palabra no familiar como “oblación” [oblation], término teológico para “ofrenda” [offering] o “don” [gift].

 

“Si alguien escribe un artículo académico, lo leerán unos pocos cientos de personas”, dice.

 

“Algunos miles leen un libro teológico, pero la Misa, una celebración en la que decenas de millones de personas participarán repetidamente durante décadas, es una forma altamente efectiva de catequesis”.

 

“Antes de recibir la Comunión, por ejemplo, una de las respuestas de la comunidad es ‘Señor, no soy digno de que vengas bajo mi techo, pero sólo dilo de palabra, y mi alma quedará sanada’ [‘Lord, I am not worthy that you should come under my roof but only say the word, and my soul shall be healed’]”. Pell dice que la versión actual “Señor, no soy digno de recibirte, pero sólo dilo de palabra, y quedaré sanado” [“Lord, I am not worthy to receive you, but only say the word and I shall be healed”] perdía la riqueza de la referencia escriturística, tomada de la respuesta del centurión en el Evangelio de San Lucas cuando Cristo se acercó a su casa para sanar a su sirviente moribundo.

 

Uno de los cambios más controversiales es la fórmula de la consagración, que ahora dirá que la Sangre de Cristo será “derramada por vosotros y por muchos” en lugar de “por todos”, como aparece actualmente.

 

Afirma Pell que, mientras que Cristo murió por todos, la nueva traducción, que se adhiere a la fórmula latina oficial “pro multis” (por muchos), refuerza el tema de que cada individuo – como los dos ladrones crucificados a cada lado de Cristo en el Calvario – es libre de elegir o rechazar la Misericordia de Dios y la salvación eterna.

 

Para el cardenal, la impresión del Misal es el fin de un capítulo exigente pero inmensamente gratificante de su vida. Como presidente de Vox Clara, estuvo al frente de todas las veinte reuniones en Roma, estudiando miles de páginas y recorriendo más de 650.000 km en vuelos hacia y desde la Ciudad Eterna. Es improbable que el ejercicio se repita por generaciones, quizá siglos.

 

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Fuente: The Australian

 

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

Benedicto XVI no es un mero reformista ni un simple continuista absoluto, afirma Mons. Kurt Koch

 

 

Ciudad del Vaticano (Viernes, 08-10-2010, Gaudium Press) El Papa Benedicto XVI es “el mayor interprete” del Concilio Vaticano II, y quiere realizar “una hermenéutica de renovación en la continuidad de la Iglesia como único sujeto”, esto es, “de una reforma que no vuelva al pasado, sino que, al contrario de eso, aún estando en continuidad con la tradición, pueda responder a la nueva situación del mundo”.

 

La frase anterior es la síntesis de dos discursos que el arzobispo suizo Kurt Koch profirió en el “Ratzinger Schülerkreis” -tradicional encuentro del Santo Padre con sus ex-alumnos- del día 28 de agosto pasado en Castel Gandolfo. Este año se cumplen 45 años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Un largo período que hace reflexionar sobre cómo son realizadas sus directrices, pero también cómo se debe interpretar de manera justa y correcta los propios documentos. Justamente el tema de la hermenéutica del Concilio Vaticano II estuvo en el centro de las discusiones del encuentro.

 

 

 

 

En sus alocuciones, el arzobispo Kurt Koch, que desde el 1º de julio es el nuevo presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos, abordó la persona del Papa Ratzinger, con sus decisiones sobre la liturgia y su modo de entender y realizar el Vaticanum II, en una luz muy diferente y opuesta a aquella difundida sobre lo que el público piensa del Santo Padre – un “mero” tradicionalista que se encaminaría en una dirección opuesta al Concilio.

 

En el “Schülerkreis”, el prelado suizo presentó dos temas: “El Concilio Vaticano II entre tradición e innovación. La hermenéutica de la reforma entre la hermenéutica de la continuidad y la hermenéutica de la continuidad histórica”, y ” ‘Sacrosanctum Concilium’ y reforma post-conciliar de la liturgia. Continuidad y discontinuidad a la luz de la hermenéutica de la reforma”. Conforme Mons. Koch, aún hoy, después de casi 50 años del Concilio Vaticano II, todos advierten la necesidad de su correcta interpretación y por tanto es “gravemente equivocado”, según el arzobispo, considerar al pontífice como un tradicionalista que quiere llevar la Iglesia a retroceder en relación al Concilio.

 

Dos fases en el período post-conciliar

 

Para aclarar las discusiones en torno a la cuestión de la posición del Santo Padre en relación al Concilio Vaticano II, el arzobispo suizo realizó una breve explicación respecto al período post-conciliar. Conforme el prelado, el mismo puede ser dividido en dos fases: la primera, caracterizada por una gran euforia por las grandes esperanzas y expectativas creadas por el Concilio y la segunda, en la cual se sucedió una actitud de profunda desilusión. Así, explicó Mons. Koch, nacieron dos corrientes de pensamiento opuestas en la interpretación del Concilio Vaticano II: la tradicionalista y la progresista.

 

La primera, expresándose en la hermenéutica de una continuidad absoluta según la cual el Vaticanum II no debe decir nada de nuevo, sino apenas confirmar todo aquello que ya fue dicho por la tradición. La segunda, a su vez, expresándose en la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, que ve, al contrario, una total ruptura con la tradición, para dar inicio a una Iglesia toda nueva.

 

La visión de la hermenéutica del Santo Padre, a su vez -según el presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos- es aquella de una reforma en la continuidad. O sea, un medio término. El problema, conforme el arzobispo, es que los documentos conciliares no fueron todavía percibidos y recibidos bien y plenamente, por esto, Benedicto XVI desea una reforma de la reforma post-conciliar, en vez de proclamar un tercer Concilio Vaticano.

 

La cuestión principal, para Mons. Koch, es definir lo que se entiende con la palabra “reforma”. “El Santo Padre la ve como una renovación interna en la continuidad y no como un cambio que causa una ruptura con el pasado. La verdadera reforma es aquella que une siempre la fidelidad a la tradición con una nueva dinámica. Infelizmente, el católico normal recibió la reforma post-conciliar como si fuese la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura”, dijo.

 

Contrariamente, explicó el presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos, el Vaticanum II fue el Concilio de la reforma de la Iglesia, pero no de su reformación, “esto es, su objetivo no era aquel de crear una ruptura con la tradición y la historia, sino de hacer una ‘actualización’ y un ‘resourcement’, o sea, renovar extrayendo de las fuentes de la tradición”, dijo.

 

Según el prelado, del punto de vista lingüístico erróneamente se distingue entre Iglesia pre-conciliar e Iglesia post-conciliar, como si la primera fuese una cosa diferente de la segunda y no la misma única Iglesia en la continuidad de su tradición de dos mil años. Citando las palabras del Cardenal Walter Kasper, el arzobispo notó que no existe una Iglesia “dividida” y nacida de la ruptura, sino “una sola Iglesia renovada en el espíritu” y “arraigada en la tradición viva”.

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El Papa en reunión con sus ex-alumnos, el pasado 28 de agosto

 

En este sentido, destacó Mons. Koch, el Papa Benedicto XVI representa una eclesiología litúrgica que ve la existencia de la Iglesia en una Iglesia que se basa en el culto y que en la liturgia tiene su forma concreta. “Con todo, la Constitución de la liturgia ‘Sacrosanctum concilium’ no fue entendida por la consciencia media de los católicos ni por tantos teólogos”, afirmó el arzobispo, para quien la liturgia es un desarrollo orgánico y su historia no es una serie de rupturas, sino de autopurificación y madurez.

 

Una verdadera naturaleza misionera

 

Conforme el arzobispo, la mentalidad de la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura sustenta que la Constitución debería anunciar el final del tiempo medieval, y la reforma litúrgica del Papa Ratzinger ve una continuidad sistemática e ininterrumpida, que debe ser el resultado de un proceso espiritual que lleve a la conversión. “Los cristianos deben comprender el misterio de la cruz y que la verdadera naturaleza es aquella misionera, no aquella tradicionalista o progresista”, resaltó.

 

“El Concilio no abolió absolutamente los antiguos libros”

 

Según Mons. Koch, hay evidentes incomprensiones al entender los actos papales de Benedicto XVI, sobretodo aquellos que dicen respecto a dos de sus decisiones: el Motu Propio de 2007 “Summorum pontificum”, que permite el uso del misal de 1962 de Juan XXIII de Misa Tridentina como un rito romano extraordinario; y la de 2009, donde el Pontífice revoca la excomunión de cuatro obispos lefebvrianos. “Esa revocación es la prueba evidente de la fuerte voluntad del Santo Padre de buscar superar las divergencias internas y de mantener la unidad dentro de la Iglesia Católica, partiendo de la constatación de que en su historia de dos mil años siempre existió la multiplicidad de las liturgias”, afirmó.

 

Para el arzobispo, hay ciertos aspectos propuestos por la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia y por la reforma litúrgica post-conciliar que son erróneamente evaluados. “El Concilio no abolió absolutamente los antiguos libros, ni el latín como la lengua de la liturgia, sino propuso una renovación de los textos y los ritos litúrgicos. Los Padres conciliares no querían ninguna ruptura con la forma de la liturgia romana vigente en la época, sino, al contrario, querían mantener una saludable tradición y contemporáneamente abrirse al progreso”, aseguró.

 

Según el prelado, entre los aspectos que no fueron bien recibidos se encuentra también, por ejemplo, la cuestión de la dirección del celebrante de la Misa. “En la antigua tradición cristiana, era vigente la dirección “versum orientem” que significaba la luz del mundo es el Cristo resucitado. A partir del momento en que fue propuesta la dirección “versum populum” se perdió el profundo y antiguo significado de la dirección de la oración cristiana. Por tanto el Santo Padre propuso colocar la cruz sobre el altar para recordar al celebrante y a todos los fieles que el Cristo muerto y resucitado es el centro de la acción litúrgica”.

 

Por causa de la reforma post-conciliar, continúa Mons. Koch, se perdió también el significado del sacrificio en la liturgia que es percibida hoy solo como una escena y no como la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. El arzobispo, de hecho, observa como el misterio pascual no está muy presente en la celebración de hoy, contrariamente a lo que deseaba la Constitución sobre la liturgia.

 

Entre otros aspectos indicados por Mons. Koch, está la “activa participación de todos los fieles para reafirmar que ésta tiene un papel muy importante en la acción litúrgica”. De hecho, según el arzobispo, la Constitución sobre la liturgia habla de la importancia de una activa participación, principalmente de aquella que brota del corazón. “Durante el Concilio Vaticano II, fue preparada una renovación litúrgica, principalmente para Francia y Alemania que, sin embargo, al final no fue acogida por la reforma”, comentó. El arzobispo cree que hoy sea necesario volver a este tema y espera que sea actuada una renovación litúrgica.

 

Gaudium Press / Anna Artymiak

Reforma de la reforma ¿nuevos pasos?

Desde la Buardilla de Jerónimo:

 

Bruno Volpe, en Pontifex, presenta una interesante entrevista cuya traducción publicamos. Ha sido realizada al Padre Joseph Luzuy, sacerdote del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote y participante en el Congreso que se realizará en Roma sobre el Motu Proprio Summorum Pontificum. En ella, el Padre Luzuy confirma que están siendo estudiados algunos cambios que serían nuevos pasos en la reforma de la reforma.

 

ROMA- El rumor, si bien aún no confirmado, circula desde hace tiempo en los Sagrados Palacios. Estaría en estudio una revisión de la Liturgia actual y la reforma incluiría estos tres cambios: Canon recitado en latín, signo de la paz antes del ofertorio, Comunión de rodillas o, al menos, no más en las manos.

 

Como manda la prudencia, en las congregaciones nada se dice, pero nos llega una confirmación, aunque indirecta. “No conozco los tiempos de estas modificaciones pero también a mí me consta que el tema se está estudiando”, admite sin decir demasiado el Padre Joseph Luzuy, sacerdote francés del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote. El Padre Luzuy dará una conferencia sobre el tema “Aprender a celebrar con el Misal de San Pío V” en el Congreso que se realizará en Roma desde el 16 de septiembre.

 

- Padre Luzuy, ¿cómo se celebra con el Misal de San Pío V?

- Partimos de la idea de que Dios es el centro del misterio. La Misa de San Pío V, aunque sería mejor llamarla gregoriana, se celebra con una actitud de adoración, acentuando que la Eucaristía es un don de Dios, misterio y trascendencia.

 

- A menudo, pero con argumentaciones poco convincentes, se critica el Rito antiguo sosteniendo que se comprende poco…

- No comparto esta afirmación. En primer lugar, el latín es siempre el lenguaje universal de la Iglesia. Cristo, muriendo sobre la Cruz, no fue entendido. Expiró en el misterio y no tuvo necesidad de traductores o divulgadores para explicar ese misterio. Entonces, si Cristo muerto en la Cruz es el misterio por excelencia, ¿por qué razón la Misa debería ser inteligible racionalmente y en su conjunto?

 

- ¿Qué debe hacer la Misa en nosotros?

- Llevarnos al Cielo, a Dios. La Misa es cantar con los ángeles la gloria de Dios.

 

- El celebrante hacia Oriente: en ninguna parte está escrito…

- Ciertamente. Pero se trata de una tradición que se remonta a los tiempos de Constantino. Desde que los cristianos dejaron la clandestinidad, todas las basílicas han sido creadas y erigidas hacia oriente. El oriente representa el Sol que surge, es decir, Dios. Es por esta razón que celebrar dirigido hacia oriente me parece litúrgicamente más correcto e incluso coherente. La posición que mejor respeta la Tradición es ad Orientem.

 

- ¿Le gusta la palabra “asamblea”?

- Basta con esta idea de “asamblea”... Además, quisiera recordar que la voluntad de traducir la Misa en vernáculo también la tuvo Lutero, protestante. Creo que se está dando, sobre todo después del Vaticano II pero no por culpa de él, un proceso de protestantización de la cultura religiosa, de la liturgia y de los mismos estudiosos. En cuanto al ecumenismo, no protesto… pero es preciso ser cautos. El diálogo está bien pero es necesario no desvalorizar nunca la propia identidad haciendo concesiones a los hermanos separados. Esperamos vivamente su conversión y rezamos por ellos. Pero creo que existe una sola verdadera Iglesia y es la Iglesia Católica, en comunión con el Papa y los Obispos.

 

- ¿Qué se puede hacer, entonces, para detener esta peligrosa ola de modernismo que, con todo tipo de abusos, atenta contra la sacralidad de la Misa?

- Hacer respetar las reglas. Los abusos litúrgicos han existido siempre pero después del Vaticano II han crecido en gran medida por la voluntad de racionalizar la Misa que, lo repito una vez más, no tiene necesidad de ser comprendida en su totalidad.

 

- Circulan voces acerca de que estaría en estudio una reforma de la Liturgia, con el signo de la paz antes del ofertorio, la Comunión de rodillas, el Canon en latín. ¿Puede confirmarlo?

- No sé cuándo sucederá. Pero también yo he escuchado las mismas voces y lo deseo. Puedo confirmarle que está analizándose pero no sé nada acerca de su aplicación concreta ni de los tiempos. Pero el proyecto existe.

 

Sólo podemos rezar para que sea llevado a buen término, y agradecer la tenacidad y la sensibilidad de un gran Papa como Benedicto XVI. Con él renacerá la verdadera, grande y decorosa Liturgia de siempre. Introibo ad altare Dei…

 ATRACTIVO DE LA MISA TRIDENTINA  por el Cardenal Alfons M. Stickler

 

LA MISA TRIDENTINA O LITURGIA DE SAN PÍO V

   La Misa Tridentina es el rito de la Misa fijado por el Papa Pío V a solicitud del Concilio de Trento y promulgado el 5 de diciembre de 1570. Este Misal contiene el antiguo rito Romano, del que fueron eliminados varios agregados y alteraciones. Cuando se la promulgó, se preservaron otros ritos que habían existido por lo menos durante 200 años. Por lo tanto, es más correcto llamar a este Misal la liturgia del Papa San Pío V.

FE Y LITURGIA. EL SACRIFICIO DE LA MISA, CENTRO DE LA LITURGIA CATÓLICA

   Desde el comienzo mismo de la Iglesia, la fe y la liturgia han estado íntimamente conectadas. Una clara prueba de esto puede hallarse en el propio Concilio de Trento. Este Concilio declaró solemnemente que el sacrificio de la Misa es el centro de la liturgia Católica, en oposición a la herejía de Martín Lutero, quien negaba que la Misa fuese un sacrificio. Sabemos, a partir de la historia del desarrollo de la Fe, que esta doctrina ha sido fijada con autoridad por el Magisterio en la enseñanza de papas y concilios. También sabemos que en la totalidad de la Iglesia, y especialmente en las iglesias orientales, la Fe fue el factor más importante para el desarrollo y la formación de la liturgia, particularmente en el caso de la Misa. Existen argumentos convincentes en este sentido desde los primeros siglos de la Iglesia. El Papa Celestino I escribió a los obispos de la Galia en el año 422: Legem credendi, lex statuit supplicandi; lo que en adelante se expresó comúnmente por la frase lex orandi, lex credendi (la ley de la oración es la ley de la fe). Las iglesias ortodoxas conservaron la Fe a través de la liturgia. Esto es muy importante porque en la última carta que escribió el Papa hace siete días dijo que la Iglesia Latina debe aprender de las iglesias de Oriente, especialmente sobre la liturgia...

DECLARACIONES CONCILIARES: DOCTRINALES Y DISCIPLINARIAS

   Un tema a menudo descuidado lo constituye los dos tipos de declaraciones y decisiones conciliares: las doctrinales (teológicas) y las disciplinarias . En la mayoría de los concilios hemos tenido ambas, doctrinales y disciplinarias.

   En algunos concilios no ha habido declaraciones o decisiones disciplinarias; y a la inversa, ha habido algunos concilios sin declaraciones doctrinales, con declaraciones solamente disciplinarias. Muchos de los concilios de Oriente después del de Nicea trataron sólo cuestiones de fe.

   El Segundo Concilio de Tolón, del año 691, fue un concilio estrictamente oriental, para declaraciones y decisiones exclusivamente disciplinarias, porque las iglesias de Oriente habían sido dejadas de lado en los concilios precedentes. Esto actualizó la disciplina para las iglesias orientales, especialmente para la de Constantinopla.

   Esto es importante porque en el Concilio de Trento tenemos claramente ambas : capítulos y cánones que pertenecen exclusivamente a la fe y, en casi todas las sesiones, después de los capítulos teológicos y cánones, cuestiones disciplinarias. La diferencia es importante. En todos los cánones teológicos tenemos la declaración de que cualquiera que se oponga a las decisiones del Concilio queda excluido de la comunidad: anatema sit .

   Pero el Concilio nunca declara anatema por razones puramente disciplinarias; las sanciones del Concilio son sólo para las declaraciones doctrinales .

EL CONCILIO DE TRENTO Y LA MISA

   Todo esto es importante para nuestras reflexiones actuales. Ya hemos señalado la conexión entre fe y oración (liturgia) y especialmente entre fe y la forma más elevada de la liturgia, el culto común. Esta conexión tiene su expresión clásica en el Concilio de Trento, que trató el tópico en tres sesiones: la decimotercera de octubre de 1551, la vigésima de julio de 1562 y, especialmente, la vigésimo segunda en septiembre de 1562, que produjo los capítulos y cánones dogmáticos del Santo Sacrificio de la Misa.

   Existe, además, un decreto especial concerniente a aquellas cuestiones que deben ser observadas y evitadas en la celebración de la Misa. Esta es una declaración clásica y fundamental, autorizada y oficial, del pensamiento de la Iglesia sobre el tema.

   El decreto considera primero la naturaleza de la Misa. Martín Lutero había negado de forma clara y pública su misma naturaleza declarando que la Misa no era un sacrificio. Es verdad que, para no perturbar al fiel común, los reformadores no eliminaron inmediatamente aquellas partes de la Misa que reflejaban la verdadera Fe y que se oponían a sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, mantuvieron la elevación de la Hostia entre el Sanctus y el Benedictus.

   Para Lutero y sus seguidores, el culto consistía principalmente en la prédica como medio de instrucción y edificación, mezclado con oraciones e himnos. Recibir la Santa Comunión era sólo un episodio secundario. Lutero todavía mantenía la presencia de Cristo en el pan en el momento de su recepción, pero negaba firmemente el Sacrificio de la Misa. Para él el altar nunca podía ser un lugar de sacrificio. A partir de esta negación, podemos entender los errores consiguientes en la liturgia protestante, que es completamente diferente de la de la Iglesia Católica. También podemos entender por qué el Concilio de Trento definió aquella parte de la Fe Católica que concierne a la naturaleza del Sacrificio Eucarístico: es una fuerza salvadora real . En el sacrificio de Jesucristo el sacerdote substituye a Cristo mismo . Como resultado de su ordenación él es un verdadero alter Christus . Mediante la Consagración, el pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino en Su Sangre. Esta realización de Su sacrificio es la adoración de Dios.

   El Concilio especifica que éste no es un nuevo sacrificio independiente del sacrificio único de Cristo sino el mismo sacrificio, en el que Cristo se hace presente en forma incruenta, de manera tal que Su Cuerpo y Su Sangre están presentes en substancia permaneciendo bajo la apariencia de pan y vino. Por lo tanto, no existe un nuevo mérito sacrificial; más bien, el fruto infinito del sacrificio cruento de la Cruz es efectuado o realizado por Jesucristo constantemente en la Misa.

   De esto se deriva que la acción del sacrificio consiste en la Consagración. El Ofertorio (por el cual el pan y el vino se preparan para la Consagración) y la Comunión son partes constitutivas de la Misa, pero no son esenciales. La parte esencial es la Consagración, por la cual el sacerdote, in persona Christi y de la misma manera, pronuncia las palabras consagratorias de Cristo.

   De esta manera, la Misa no es y no puede ser la simple celebración de la Comunión, ni una simple persona la que represente a Cristo y, del mismo modo, pronuncie las palabras de consagración de Cristo.

   En consecuencia, la Misa no es y no puede consistir simplemente en una celebración de Comunión, o en un simple recuerdo o memorial del sacrificio de la Cruz, sino en hacer verdadero y presente este mismo sacrificio de la Cruz .

   Razón por la cual podemos entender que la Misa es una renovación efectiva del sacrificio de la Cruz. Es esencialmente una adoración a Dios, ofrecida sólo a Él. Esta adoración incluye otros elementos: alabanza, acción de gracias por todas las gracias recibidas, dolor por los pecados cometidos, petición de las gracias necesarias. Naturalmente, la Misa puede ser ofrecida por una o por todas estas distintas intenciones. Todas estas doctrinas fueron establecidas y promulgadas en los capítulos y cánones de la Sesión 22ª del Concilio de Trento.

ANATEMAS DEL CONCILIO DE TRENTO

   De esta naturaleza teológica fundamental de la Misa derivan varias consecuencias. En primer lugar, el Canon Missae.

   En la liturgia Romana, siempre ha habido un único Canon, introducido por la Iglesia hace varios siglos. El Concilio de Trento estableció expresamente en el capítulo 4, que este canon está libre de error, que no contiene nada que no sea pleno de santidad y de piedad y nada que no eleve a los fieles a Dios. Está compuesto sobre la base de las palabras de Nuestro Señor mismo, la tradición de los apóstoles y las normas de los papas santos. El canon 6 del capítulo 4 amenaza con la excomunión a aquellos que sostengan que el Canon Missae contiene errores y por lo tanto, deba ser abolido.

   En el Capítulo 5 el Concilio estableció que la naturaleza humana requiere de signos exteriores para elevar el espíritu a las cosas divinas. Por tal razón, la Iglesia ha introducido ciertos ritos y signos: la oración silenciosa o hablada, las bendiciones, las velas, el incienso, las vestiduras, etc. Muchos de estos signos tienen su origen en prescripciones apostólicas o en la tradición.

   A través de estos signos visibles de fe y piedad se acentúa la naturaleza del sacrificio. Los signos fortalecen y estimulan a los fieles a meditar sobre los elementos divinos contenidos en el sacrificio de la Misa. Para proteger esta doctrina, el Canon 7 amenaza con la excomunión a aquel que considere que estos signos exteriores inducen a la impiedad y no a la piedad. Esto es un ejemplo de lo que traté más arriba: esta clase de declaración, con el canon de sanciones, tiene mayormente un significado teológico y no solamente un sentido disciplinario.

   En el Capítulo 6 el Concilio destaca el deseo de la Iglesia de que todos los fieles presentes en la Misa reciban la Santa Comunión, pero establece que si sólo el sacerdote que celebra la Misa recibe la Santa Comunión esta Misa no debe ser denominada privada y, por ello, criticada o prohibida. En este caso, los fieles reciben la Comunión espiritualmente y, además, todos los sacrificios ofrecidos por el sacerdote como ministro público de la iglesia se ofrecen por todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. En consecuencia, el Canon 8 amenaza con excomunión a todos aquellos que digan que tales Misas son ilícitas y por lo tanto deben ser prohibidas (otra aseveración teológica).

TRENTO Y EL LATÍN. EL SILENCIO

   El Capítulo 8 está dedicado al lenguaje particular del culto en la Misa. Se sabe que en el culto de todas las religiones se emplea un lenguaje sagrado. Durante los primeros tres siglos de la Iglesia Católica Romana, el idioma era el griego, que era la lengua más comúnmente empleada en el mundo latino. A partir del siglo IV el latín se transformó en el idioma común del Imperio Romano. El latín permaneció durante siglos en la Iglesia Católica Romana como la lengua para el culto. Muy naturalmente, el latín era también el idioma del rito Romano en su acto fundamental del culto: la Misa. Así permaneció incluso después de que el latín fuera reemplazado por el lenguaje vivo de las distintas lenguas romances.

   Y llegamos a la cuestión: ¿por qué el latín y no otra alternativa? Respondemos: la Divina Providencia establece aun las cuestiones secundarias. Por ejemplo, Palestina (Jerusalén) es el lugar de la Redención de Jesucristo. Roma es el centro de la Iglesia. Pedro no nació en Roma, él fue a Roma. ¿Por qué? Porque era el centro del entonces Imperio Romano, es decir, del mundo. Este es el fundamento práctico de la propagación de la Fe por el Imperio Romano, sólo una cuestión humana, una cuestión histórica, pero en la que ciertamente participa la Divina Providencia .

   Un proceso semejante puede verse incluso en otras religiones. Para los musulmanes , la vieja lengua árabe está muerta y, no obstante, sigue siendo el lenguaje de su liturgia, de su culto. Para los hindúes , lo es el sánscrito .

   Debido a su obligada conexión con lo sobrenatural, el culto naturalmente requiere su propio lenguaje religioso, que no debe ser uno "vulgar".

   Los padres del Concilio sabían muy bien que la mayoría de los fieles que asistían a la Misa ni entendían el latín ni podían leer traducciones. Generalmente eran analfabetos. Los padres también sabían que la Misa contiene una parte de enseñanza para los fieles.

   No obstante, ellos no coincidieron con la opinión de los protestantes de que era necesario celebrar la Misa sólo en la lengua vernácula. Para instruir a los fieles, el Concilio ordenó que la vieja costumbre del cuidado de las almas mediante la explicación del misterio central de la Misa, aprobada por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las iglesias, se mantuviera en todo el mundo.

   El Canon 9 amenaza con la excomunión a aquellos que afirmen que el lenguaje de la Misa debe ser sólo en la lengua vernácula . Es notable que tanto en el capítulo como en el canon del Concilio de Trento se rechaza sólo la exclusividad del lenguaje "vulgar" en los ritos sagrados. Por otro lado, debe tenerse en cuenta una vez más que estas distintas normativas conciliares no tienen sólo carácter disciplinario. Se basan en fundamentos doctrinales y teológicos que involucran la Fe misma.

   Las razones de esta preocupación pueden verse, primeramente, en la reverencia debida al misterio de la Misa. El decreto siguiente sobre lo que debe observarse y evitarse en la celebración de la Misa establece: "La irreverencia no puede separarse de la impiedad". La irreverencia siempre implica impiedad . Además, el Concilio deseó salvaguardar las ideas expresadas en la Misa, y la precisión de la lengua latina protege el contenido contra malentendidos y posibles errores basados en la imprecisión lingüística.

   Por estas razones la Iglesia siempre ha defendido la lengua sagrada e incluso, en época más reciente, Pío XI declaró expresamente que esta lengua debía ser non vulgaris .

   Por estas mismas razones, el Canon 9 establece la excomunión de quienes afirmen que debe ser condenado el rito de la Iglesia Romana en el cual una parte del Canon y las palabras de consagración sean pronunciadas silenciosamente. Incluso el silencio tiene un trasfondo teológico .

LA VIDA Y EL EJEMPLO DE LOS MINISTROS DEL CULTO

   Finalmente, en el primer canon del decreto de la reforma, en la sesión vigésimo segunda del Concilio de Trento, hallamos otras normativas que tienen un carácter parcialmente disciplinario pero que también completan la parte doctrinaria, puesto que nada es más adecuado para orientar a los participantes del culto a una comprensión más profunda del misterio, que la vida y el ejemplo de los ministros del culto. Estos ministros deben modelar sus vidas y conducta en torno a este fin, que debe reflejarse en su vestimenta, su compostura, su lenguaje . En todos estos aspectos deben verse dignificados, humildes y religiosos. También deben evitar incluso las faltas leves, puesto que en su caso éstas deberían considerarse graves. Los superiores deben exigir a los ministros sagrados vivir fundamentalmente de acuerdo a toda la tradición de comportamiento clerical apropiado.

LA MISA DE SAN PÍO V Y LA DE PABLO VI

El Cardenal Stickler celebrando la misa de siempre, el rito tridentino.

   Ahora podemos apreciar y entender mejor el trasfondo y el fundamento teológicos de las discusiones y normativas del Concilio de Trento respecto de la Misa como culminación de la sagrada liturgia. Es decir, el atractivo teológico de la Misa Tridentina se puede comprender por contraposición y como respuesta al grave desafío del Protestantismo, y no solamente en relación a este período especial de la historia sino como una pauta de referencia para la Iglesia y frente a la reforma litúrgica del Vaticano II.

   En primer lugar, tenemos que determinar aquí el significado correcto de esta última reforma, como lo hicimos en el caso de la Misa Tridentina, destacando la importancia de saber precisamente qué se entendía por la Misa del Papa San Pío V, que cumplía con los deseos de los padres del Concilio en Trento.

   Empero, debemos destacar que el nombre correcto que debe darse a la Misa del Concilio Vaticano II es el de Misa de la comisión litúrgica posconciliar. Una simple ojeada a la constitución litúrgica del Segundo Concilio Vaticano ilustra de inmediato que la voluntad del Concilio y la de la comisión litúrgica están a menudo en desacuerdo e incluso son evidentemente opuestas.

   Examinaremos brevemente las diferencias principales entre las dos reformas litúrgicas así como la forma en que podríamos definir su atractivo teológico.

   Primeramente, frente a la herejía protestante, la Misa de San Pío V enfatizaba la verdad central de la Misa como un sacrificio , basada en las discusiones teológicas y las normas específicas del Concilio. La Misa de Paulo VI (también llamada así porque la comisión litúrgica para la reforma después del Vaticano II trabajó bajo la responsabilidad última de ese Papa) enfatiza, más bien, la Comunión, con el resultado de que el sacrificio queda transformado en lo que podría denominarse una comida. La gran importancia dada a las lecturas y a la prédica en la nueva Misa, e incluso la facultad dada al sacerdote para agregar palabras personales y explicaciones , es otro reflejo de lo que podría denominarse una adaptación a la idea protestante del culto.

   El filósofo francés Jean Guitton dice que el Papa Paulo VI le reveló que había sido su intención (la del Papa) la de asimilar tanto como fuera posible la nueva liturgia católica al culto protestante. 

   Dentro de esta misma línea podemos tratar de comprender la nueva posición del altar y del sacerdote. De acuerdo con los bien fundados estudios de Monseñor Klaus Gamber respecto de la posición del altar en las antiguas basílicas de Roma y otros lugares, el criterio para la anterior posición no era que debían mirar a la asamblea que rinde culto sino, más bien, mirar hacia el Este, que era el símbolo de Cristo como sol naciente a quien se debía rendir culto. La posición completamente nueva del altar y del sacerdote mirando a la asamblea, algo previamente prohibido, hoy expresa a la Misa como un encuentro comunitario.

   En segundo lugar, en la vieja liturgia el Canon es el centro de la Misa como sacrificio. De acuerdo con el testimonio del Concilio de Trento, el Canon reconstruye la tradición de los apóstoles y estaba substancialmente completo en la época de Gregorio el Grande, en el año 600.

   La Iglesia Romana nunca tuvo otros cánones. Incluso respecto del Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración, tenemos evidencias desde Inocencio III, explícitamente, en la ceremonia de investidura del Arzobispo de Lyon. No sé si la mayoría de los reformadores de la liturgia conocen este hecho. Santo Tomás de Aquino, en un artículo especial, justifica este Mysterium fidei . Y el Concilio de Florencia confirmó explícitamente el Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración.

   Ahora bien, este mysterium fidei fue eliminado de las palabras de la consagración originadas en la nueva liturgia. ¿Por qué? También se autorizan nuevos cánones. El segundo de ellos, que no menciona el carácter sacrificial de la Misa, por su mérito de ser el más breve prácticamente ha suplantado al antiguo Canon Romano en todas partes.

   De aquí que se haya perdido el profundo discernimiento teológico otorgado por el Concilio de Trento .

   El misterio del Sacrificio Divino es actualizado en cada rito, si bien de manera diferente. En el caso de la Misa Latina este misterio fue enfatizado por el Concilio Tridentino con la lectura silenciosa del Canon en Latín. Esto ha sido descartado en la nueva Misa por la proclamación del Canon en voz alta.

   Tercero, la reforma del Vaticano II destruyó o cambió el significado de gran parte del rico simbolismo de la liturgia (si bien se mantiene en los ritos orientales). La importancia de este simbolismo fue destacada por el Concilio de Trento ...

   Este hecho fue deplorado incluso por un psicoanalista ateo muy conocido, quien llamó al Segundo Concilio Vaticano el "Concilio de los tenedores de libros".

VULGARIZACIÓN DE LA MISA
EL LATÍN DEBE CONSERVARSE

   Hay un principio teológico completamente destruido por la reforma litúrgica pero confirmado tanto por el Concilio de Trento como por el Concilio Vaticano II, después de una larga y sobria discusión (yo asistí y puedo confirmar que las claras resoluciones del texto final de la Constitución del Concilio lo reafirmaban sustancialmente). El principio: el latín debe preservarse en el Rito Latino.

   Como en el concilio de Trento, también en el Vaticano II los padres del Concilio admitieron la lengua vernácula pero sólo como una excepción.

   Pero para la reforma de Paulo VI la excepción se tornó en la regla exclusiva . Las razones teológicas establecidas en ambos Concilios para mantener el latín en la Misa pueden verse ahora justificadas a la luz del uso exclusivo de la lengua vernácula introducida por la reforma litúrgica. La lengua vernácula a menudo ha vulgarizado la Misa misma, y la traducción del latín original ha resultado en errores y malentendidos doctrinales graves .

   Además, antes la lengua vernácula no estaba siquiera permitida para las personas iletradas o completamente diferentes entre sí. Ahora que los pueblos católicos de distintas tribus y naciones pueden emplear diferentes lenguas y dialectos en el culto, viviendo próximos en un mundo que se torna cada día más pequeño, esta Babel del culto común resulta en una pérdida de la unidad externa de la Iglesia Católica en todo el mundo, otrora unificada en una voz común.

   Además, en numerosas ocasiones, se ha vuelto causa de desunión interna incluso en la propia Misa, que debería ser el espíritu y el centro de la concordia interna y externa entre los católicos de todo el mundo. Tenemos muchos, pero muchos ejemplos, de este hecho de desunión causada por la lengua vulgar.

   Y otra consideración ... Antes, cada sacerdote podía decir en el mundo entero la Misa en Latín para todas las comunidades, y todos los sacerdotes podían entender el latín. Hoy, desafortunadamente, ningún sacerdote puede decir Misa para todos los pueblos del mundo. Debemos admitir que, sólo unas décadas después de la reforma de la lengua litúrgica, hemos perdido aquella posibilidad de orar y cantar juntos, aun en los grandes encuentros internacionales, como los Congresos Eucarísticos o, incluso, durante los encuentros con el Papa, el centro de la unidad de la Iglesia. Ya no podemos, actualmente, cantar ni rezar juntos.