Glosas del canto Gregoriano
En esta sección iremos insertando breves textos que hablen sobre el canto gregoriano, para, través de conocedores del canto, ir amándolo cada vez más. Agradecemos su colaboración a los miembros de la Schola Cantorum "In Coena Domini", de Sevilla, por su aportación a nuestra página web.
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"EL MARCO ESPIRITUAL DEL CANTO GREGORIANO"
Por el Rvmo. Padre Abad de la Abadía Santa Cruz del Valle de los Caídos
D. Anselmo Álvarez Navarrete
Hay algo que hace al canto gregoriano único entre todas las formas musicales, y entre todas las bellas artes, incluso entre todos los lenguajes del hombre: es la melodía que, unida a la palabra litúrgica, expresa los misterios y las realidades más altas con las que el hombre está relacionado.
La interpretación del gregoriano no se puede encomendar sólo a la técnica. No es un fenómeno estético, sino místico y contemplativo. No se canta con la voz, sino con el espíritu y el alma. La belleza es hija de lo sagrado y es tanto más auténticamente hermosa cuanto más cerca está de Lo Bello, que se confunde con Dios. Pero Dios nunca está tan cerca de nosotros como cuando se hace realidad en las acciones litúrgicas.
El gregoriano no sólo canta a Dios, sino que lo hace desde la máxima proximidad a Él. Por eso el gregoriano adquiere esa densidad espiritual y transmite esa armonía llena de plenitud.
Todo canto nace de las profundidades del espíritu humano y por eso expresa los sentimientos más altos que brotan de él: el amor, la belleza, el arte, la adoración, el entusiasmo, el dolor y la tristeza, el gozo y la exaltación, el exceso y el éxtasis. Es el lenguaje que viene al espíritu y al corazón cuando la palabra agota sus recursos. Pertenece también a esa otra forma de lenguaje tan elocuente que es el silencio : el del hombre o el de la naturaleza (el silencio cósmico): música y silencio : el silencio como escucha y como canto de melodías que deben permanecer secretas porque han sido cantadas para nosotros por la boca del amado, o porque son producto de percepciones inexpresables.
El canto gregoriano es en sí mismo una de las cimas del lenguaje humano, no menos que de la espiritualidad cristiana. Es un lenguaje que, por hablar directamente desde la realidad espiritual en su máxima expresión, emite un mensaje de presencia divina. Él mismo es el éxtasis ante esa presencia.
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ARTISTAS DE LA PLEGARIA
(A. Moya)
En el corazón de la montaña sagrada de Monserrat; desde Silos, en la meseta castellana; o en Leyre, el milenario centro espiritual navarro, las voces de los monjes recrean a capella las oraciones de los antiguos cristianos. Cantan gregoriano. Son artista de la plegaria. Dialogan con Dios.
Requiere autocontrol. Cantar gregoriano exige una gran paz espiritual que se refleja en la actitud, en el respeto a los otros intérpretes, en la expresión del semblante. Hay que entonar en común, sin sobresalir, teniendo en cuenta la acústica. Respirar en silencio y lograr un latín inteligible. Los monjes siguen maravillando con su plegaria al unísono cuando reviven las palabras que durante siglos han expresado del mismo modo esperanza, súplica o gratitud.
El canto gregoriano se remonta en su origen a los inicios del cristianismo; denota influencias anteriores de las sinagogas y posteriores de otras culturas. Toma el nombre del Pontífice Gregorio I, quien en el año 600 dC decide recopilar los cánticos de los primeros cristianos. El Papa quería conseguir una liturgia común a toda la cristiandad y la plasmó en un Antifonario, una colección de himnos.
La unión de cantos romanos y gálicos en el siglo VIII compondrían la base del actual gregoriano. Su expansión va ligada a la creación de monasterios en Europa. Los monjes benedictinos unificaron el canto cristiano y lo extendieron con sus fundaciones.
En 1833, el abad de Solesmes, Dom Gueranger, restaura la vida monástica benedictina y aborda la restitución del canto. Los monjes deben cuidar la letra del himno. Deben pronunciar y acentuar con rigor. El objetivos es lograr un texto que se pueda entender, una oración inequívoca. El monasterio reúne una colección de facsímiles de los principales manuscritos de canto gregoriano de las bibliotecas europeas: la Paleografía Musical de Solesmes.
Canto a Dios
Hay que cantar a Dios con el corazón: El texto, que es la oración, constituye la base y prima sobre la melodía. Es preciso comprender el texto antes de cantar.
El texto marca el ritmo, un ritmo libre; está escrito en latín y tiene diversas procedencias: el Antiguo Testamento, los Evangelios y los Salmos. En algunos casos, el origen es heleno. Los monjes entonan la misma melodía, una solo nota a la vez y sin instrumentos musicales que les acompañen, a capella .
La salmodia, la misa, el oficio divino y los responsorios plasman las expresiones del gregoriano. El oficio divino contempla la liturgia de las horas canónicas del día, los momentos de pausa en el trabajo de los monjes para elevar sus rezos a Dios: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.
La escritura del gregoriano es peculiar: frente al pentagrama de la música convencional (cinco líneas), el gregoriano usa el tetragrama (cuatro líneas). Sus notas se denominan cuadradas .
Los abades y monjes del siglo XXI son los modernos guardianes de esta liturgia antigua y bella y, como sus predecesores, su empeño es darla a conocer para que las siguientes generaciones aprendan a dialogar con Dios mediante el canto, desde el corazón. Su secreto es convertir la plegaria en arte.
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