La Federación Internacional Una Voce ha dedicado su informe número 22 a la costumbre tradicional del uso del velo por la mujer en la Misa en su Forma Extraordinaria, el cual, a continuación, transcribimos parcialmente:
” Introducción.- La costumbre de que la mujer se cubra la cabeza y el hombre la tenga descubierta, según se indica en el Código de Derecho Canónico de 1917 (Canon 1262 §2), es una tradición de origen apostólico recalcada por San Pablo. Esta tradición se conserva en las iglesias orientales, y es observada por muchos en el Rito Romano Extraordinario; en el contexto cultural occidental, la mujer puede cubrirse con sombrero, gorro, bufanda, capucha o mantilla. Aunque el Código de 1983 no alude al tema, el cardenal Raymond Burke, a la sazón prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica, describió la mencionada tradición como algo que se esperaba en la celebración del Rito Extraordinario. En el motu proprio Summorum Pontificum S. S. Benedicto XVI cita la Instrucción general sobre el Misal Romano:
“Desde tiempo inmemorial, y también para el futuro, es necesario mantener el principio según el cual «cada iglesia particular debe concordar con la Iglesia Universal, no sólo en cuanto a la doctrina de la fe y los signos sacramentales, sino también en cuanto a los usos universales aceptados por la tradición apostólica y continua. Éstos han de observarse no sólo para evitar errores, sino también para transmitir la integridad de la fe y para que la ley de la oración de la Iglesia se corresponda a la ley de su fe.»
En vista de ello, se podría decir que mantener la tradición es en gran medida congruente con la antigua liturgia, y a la vez una loable expresión de fidelidad a la tradición apostólica. El presente informe tiene por finalidad proporcionar argumentos en favor de dicha costumbre, que es prácticamente desconocida en el Rito Ordinario.
Lo que dice San Pablo sobre la complementariedad de los sexos
La explicación paulina de la costumbre en cuestión gira en torno a la complementariedad de los sexos.
Pues bien: quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es Cristo, y la cabeza de la mujer, el varón, y la cabeza de Cristo, Dios. Todo varón que ora o profetiza velada la cabeza, deshonra su cabeza. (…) El varón no debe cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios; mas la mujer es gloria del varón. v.7
Este pasaje se debe leer teniendo en cuenta la manera en que describe el Apóstol de las gentes la relación conyugal en su carta a los efesios:
Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia esta sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo.
La autoridad de Cristo sobre la Iglesia, con la que guarda analogía la del marido sobre la esposa, da a entender a su vez una analogía de la relación de la cabeza con el cuerpo. Que la mujer sea el “cuerpo” de la familia, y analógicamente el cuerpo de la Iglesia, tiene que ver con la idea de Nuestra Señora como imagen o tipo de la Iglesia, en frase de San Ambrosio citada en Lumen Gentium y reiterada por S. Juan Pablo II en Mulieris Dignitatem. Una vez más, siendo la mujer esposa del marido, es símbolo también de la Iglesia en cuanto esposa. S. Juan Pablo II enseñó:
En esta dimensión esponsal, propia de toda la vida consagrada, es sobre todo la mujer la que se ve singularmente reflejada, como descubriendo la índole especial de su relación con el Señor.
Compendiando esta larga tradición, Manfred Hauke señala lo siguiente después de referirse a la bienaventurada Virgen María como arquetipo de la Madre Iglesia:
En un sentido analógico, la mujer también es representiva de la Iglesia y además personificación de ella. Al contrario del hombre y el sacerdocio masculino, simboliza una realidad a la que ella misma es idéntica.
En resumidas cuentas, la costumbre de que la mujer se cubra en la iglesia es una afirmación simbólica de la complementariedad de los sexos en el matrimonio y de la subordinación de la Iglesia a Cristo. La Iglesia, representada por las mujeres de la congregación, oculta su propia gloria –la belleza natural de la cabeza– a fin de glorificar a Dios. Las cabezas descubiertas de los varones manifiestan la autoridad de Cristo, a la que, como miembros de la Iglesia, ellos mismos están sujetos.
El velo como representación de lo sagrado.- San Pablo da a entender su concepto del sentido que tiene cubrirse en un pasaje posterior de la 1ª Espístola a los Corintios donde presenta una vez más analogía de la Iglesia como cuerpo.
Y a los [miembros] más viles los rodeamos de mayor honor, y a los que tenemos por indecentes los tratamos con mayor decencia.
Aunque cubrirse la cabeza es símbolo de estar sujeto a una autoridad –San Pablo escribe que la mujer “debe llevar sobre la cabeza una señal de sujeción” (I Cor 11,10)–, cubrirse es no obstante una forma de honrar aquello que se cubre. La Iglesia, representada por la mujer, se cubre en señal de sujeción y de santidad: como esposa sin mancha de Cristo.
El velo de santidad es muy familiar para los que tienen apego a la liturgia latina tradicional. Al mismo tiempo que oculta, el velo también atrae en cierto modo la atención hacia aquello que oculta, poniendo de relieve su importancia. Así, de un modo obvio en extremo, el Santísimo Sacramento está oculto en el copón dentro del Tabernáculo; otro ejemplo sería la palia que cubre el Cáliz.[ Como Esposa, la Iglesia se cubre para recalcar, además de su sujeción a Cristo, su pureza y santidad.
En la cultura occidental moderna, así como en otras, este simbolismo sigue vigente, destacando en particular en la ceremonia nupcial. El velo de la novia es señal de recato, y a la vez de pureza y belleza. Alice von Hildebrand subraya la importancia del velo como símbolo de lo sagrado,concepto que existe también en el mundo islámico. En contraste con ello, la vergüenza y la humillación se simbolizan descubriendo o desnudando: exponer a la vista es afrenta y deshonor.
¿Deben cubrirse los hombres?.- Desde un punto de vista intercultural, es mucho más sorprendente que los hombres se cubran la cabeza en la iglesia en vez de las mujeres. Como en Occidente ya no es tan frecuente que hombres y mujeres lleven sombrero u otros cubrecabezas, no es tan evidente como antes que quienes tenían que descubrirse al entrar en un templo eran los hombres, y eso a lo largo de casi toda la historia de la Iglesia, mientras que las mujeres no tenían que cubrirse porque ya llevaban la cabeza cubierta.
Con relación a esto, vale la pena mencionar que mientras que todavía en el siglo XX los protestantes cumplían en general las instrucciones de San Pablo en este sentido (y hay una minoría que todavía lo hace), se observaba un notable contraste en la práctica: dado que los protestantes no aceptaban que un edificio pudiera estar consagrado, los hombres sólo se descubrían la cabeza para orar.
Importancia moderna del velo.- Mantener esta tradición apostólica en Occidente, aunque sólo sea en el contexto del Rito Extraordinario, establece un valioso vínculo con la Iglesia primitiva y es señal de solidaridad con las iglesias orientales. La Instruction Il Padre lo expresa con estas palabras:
Por motivos históricos y culturales, han mantenido una continuidad más directa con el ambiente espiritual de los orígenes, prerrogativa que incluso en Occidente se considera con cada vez más frecuencia, no una señal de estancamiento y atraso, sino una preciosa fidelidad a las fuentes de la salvación.
La fidelidad de las iglesias orientales y de las adeptas al Rito Extraordinario en la Latina puede ser un signo y una motivación para toda la Iglesia, del mismo modo que la fidelidad de los recabitas a su tradicción constituyó un signo para Israel en tiempos de Jeremías.
En Occidente, la naturaleza contracultural de la tradición aumenta su eficacia como testimonio de la tradición y de la sacralidad del contexto en que se practica.
Con relación a las sociedades no cristianas que han mantenido o redescubierto la utilidad de cubrirse, la costumbre tradicional católica supone una apertura al verdadero diálogo. Precisamente en el contexto de una campaña en pro de la modestia y respeto en los templos de todas las religiones realizada en 2011, se volvieron a exigir una vez más que la mujer se cubriera la cabeza en la catedral de Santa Lucía de Colombo, la capital de Sri Lanka.
A lo largo y ancho de Europa, así como en los países de tradición islámica, se ha vuelto habitual ver a mujeres musulmanas con la cabeza cubierta en público, y las críticas de islamistas en el sentido de que la mujer occidental carece de recato, y por tanto de dignidad, han llegado a ser moneda corriente. Que las católicas se cubran con un velo en la iglesia no deja de ser indicación –por pequeña que sea– de que las muestras de preocupación por parte de las críticas islámicas hacia Occidente no son del todo incomprensibles para los católicos, así como de que no aprobamos la pérdida de la dignidad femenina, que es ciertamente la pérdida del sentido de la sacralidad femenina surgido a raíz de la revolución sexual.
Por estar razones, al recuperar las jóvenes la tradición de cubrirse, responden a las palabras de Benedicto XVI:
La palabra griega que se traduce por conversión significa repensar, replantearse la propia y común manera de vivir. Dar cabida a Dios en los criterios de la propia vida. No juzgar por las meras opiniones en boga. Por consiguiente, convertirse significa no vivir como los demás, no hacer lo que hacen todos, no sentirse justificados en realizar acciones dudosas, ambiguas, malas, solo por lo que los demás hacen lo mismo. Empezar a ver la propia vida desde la perspectiva de Dios, y por lo tanto aspirar al bien, por incómodo que resulte. No aspirar al criterio de la mayoría, de los hombres, sino a la justicia de Dios. Dicho de otro modo: buscar una nueva forma de vida, una vida nueva”.
Joseph Shaw [Artículo original]
Para leer el informe completo pinche aquí.
[Traducido al español por J.E.F. para Adelante la Fe]