Con el título La Misa tridentina favorece el recogimiento interior, el blog italiano cordialiter ha publicado una interesantísima carta entre otras cosas por su valor testimonial. En ella un joven agradece el trabajo de cordialiter en la difusión de los valores tradicionales y siempre actuales de la Iglesia, y cuenta con gran sencillez cómo su encuentro con la liturgia tradicional le ha devuelto el entusiasmo de asistir a misa.
El recomendable blog El Búho Escrutador ofrece a continuación la traducción al español de algunos párrafos de esta interesante carta:
Estimado Cordialiter,
“…Quisiera también agradecerte por tu contribución a reavivar el interés de los jóvenes por la misa de siempre. Y a este propósito quiero escribirte algo sobre mi experiencia al encontrarme con la liturgia antigua. Tuvo lugar en un momento de mis estudios universitarios, hace unos años, después que había abandonado durante más de un año, la asistencia a la misa dominical. La razón de mi abandono fue el tedio, el cansancio por la repetición de palabras que entonces se me presentaban vacías y que había sentido casi siempre iguales, todos los domingos hasta ese momento. Luego me tomé un “período de reflexión” en el que, aún consciente de la importancia de mi fe, no obstante se me hiciera fatigoso sentirla, me puse a leer muchos libros, buscando argumentos que hubiesen resuelto aquellas dudas sobre la fe que nadie se había tomado la molestia en disipar. Una de las cosas que no podía soportar era la actitud de “una de cal y otra de arena”, que parecía brillar en diversos discursos de algunos hombres de Iglesia. Otra cosa que no entendía era el hecho de que muchos sacerdotes, ya escasos en número y frecuentemente incomprendidos por la sociedad, no perdieran las ocasiones de criticarse entre sí. Finalmente toleraba mal la tendencia de varios sacerdotes a una “exquisitez verbal”, es decir, su tendencia a hablar demasiado y escuchar poco, hasta el punto de que varios años antes había abandonado la dirección espiritual para evitar ser aturdido por discursos, que por muy bien hechos que fueran, ahora me sentaban como una torta demasiado dulce. En resumen, me decidí a buscar la dirección espiritual en la lectura.”
“Hubo varios autores que me ayudaron muchísimo; el primero es el cardenal Giacomo Biffi, con su estilo ortodoxo y humorístico a la vez, que no se frenaba de ser punzante. Después Vittorio Messori, entre los que viven; Chesterton y Guareschi entre los autores del pasado. Finalmente, tuve la suerte de poder frecuentar en la ciudad donde estudiaba, una misa tridentina celebrada por un sacerdote muy amante de la liturgia, así como del buen arte y la buena música, hasta el punto que las misas eran animadas a menudo por los estudiantes del conservatorio, que hacían de las celebraciones algo verdaderamente digno de una misa pascual, aunque se tratara del tiempo ordinario. Entre todo lo que me ha impactado, dos cosas en particular me han hecho pensar sobre la injusta fama que esta misa tiene entre muchos sacerdotes y fieles. En primer lugar, el sacerdote hablaba mucho menos, y esto me dejaba mucho más espacio para la oración y el recogimiento personal, la meditación sobre el misterio y el Evangelio. Una cosa que toleraba mal de muchas celebraciones a las que había asistido en el pasado, era el hecho de que el sacerdote no perdía ocasión para hacer oír su voz, incluso con comentarios personales, durante la misa, tanto que me parecía estar asistiendo más a una conferencia que una celebración de la eucarística”.
“Otro aspecto es el mismo hecho de que el sacerdote esté vuelto versus Deum, cosa que en teoría debería darse también en una misa novus ordo bien celebrada, hasta donde tengo entendido. Y este hecho me parecía particularmente “democrático”, a pesar de cuanto se dice de la misa tridentina. En efecto, el sacerdote se sitúa en la misma dirección que todos los fieles, y esto constituye una señal clara de la igualdad de todos ante Dios, frente a quien todos deben arrodillarse. Justo lo contrario de una celebración en la que la posición central del altar se sustituye por una “cátedra”, como significando que el sacerdote es más sabio y más importante que el resto de los fieles, que por el contrario se sientan abajo, en las bancas. Justo como en la universidad o en una conferencia…”
“Te agradezco por la paciencia con la que has leído estas consideraciones, y por tu decisión de llevar a cabo la tarea que te has impuesto de difundir el amor a Jesús y María”.