LAS MEJORES FRASES SOBRE EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI

Para continuar con nuestro homenaje y agradecimiento al Papa Benedicto XVI, traemos a colación el siguiente florilegio de sus citas más relevantes sobre su legado litúrgico, publicado por nuestros hermanos de Una Voce Argentina, habiendo sido recopilado en su mayoría por el admirado Prof. Peter Kwasniewski. Citas que nos hacen comprender aún más la verdadera intención –mens– que tuvo el Santo Padre al promulgar el Motu Proprio Summorum Pontificum sobre la Misa Tradicional en el año 2007.

«Con la iniciativa del Papa Benedicto XVI de liberar la Misa de siempre, el movimiento por la restauración de la misma no sería el fenómeno global que actualmente es. Si finalmente prevalece la defensa de la Tradición, como sin duda lo hará, una de las pocas grandes figuras que habrá que mencionar como elemento de su victoria ciertamente será él». (Una Voce Argentina)

Papa Benedicto XVI

Carta al Prof. Wolfgang Waldstein, 1976

«El problema del nuevo Misal radica en el abandono de un proceso histórico siempre continuo, antes y después de San Pío V, y en la creación de un libro completamente nuevo, aunque compilado con material antiguo, cuya publicación fue acompañada por una prohibición de todo lo que le precedió, lo que, además, es inédito en la historia tanto del Derecho como de la Liturgia. Puedo decir con certeza, basado en mi conocimiento de los debates conciliares y mi lectura repetida de los discursos pronunciados por los Padres del Concilio, que esto no corresponde a las intenciones del Concilio Vaticano II».“Zum motuproprio Summorum Pontificum”, en Una Voce Korrespondenz 38/3 [2008], 201–214.

La Fiesta de la Fe: Ensayo de Teología Litúrgica, 1986

«Como “fiesta”, la Liturgia va más allá del ámbito de lo que se puede hacer y manipular; nos introduce en el ámbito de la realidad viva dada, que se nos comunica. Por eso, en todos los tiempos y en todas las religiones, la ley fundamental de la Liturgia ha sido la ley del crecimiento orgánico dentro de la universalidad de la tradición común. Incluso en la gran transición del Antiguo al Nuevo Testamento, esta regla no se violó; la continuidad del desarrollo litúrgico no se interrumpió […] Ni los apóstoles ni sus sucesores “hicieron” una liturgia cristiana; creció orgánicamente como resultado de la lectura cristiana de la herencia judía, moldeando su propia forma mientras lo hacía […]

[…] En parte, es simplemente un hecho que el Concilio fue dejado de lado. Por ejemplo, el mismo había dicho que el idioma del Rito Latino debía seguir siendo el latín, aunque se podría dar un alcance adecuado a la lengua del pueblo. Hoy podríamos preguntarnos: ¿Existe ya un rito latino? Ciertamente no se nota […]

[…] De hecho, no existe tal cosa como una Liturgia Tridentina, y hasta 1965 la frase no habría significado nada para nadie. El Concilio de Trento no “hizo” una liturgia. Estrictamente hablando, tampoco existe tal cosa como el Misal de Pío V. El Misal que apareció en 1570 por orden de Pío V difería solo en pequeños detalles de la primera edición impresa del Misal Romano de unos cien años antes. Básicamente, la reforma de Pío V solo se preocupaba por eliminar ciertas adiciones de la Baja Edad Media y los diversos errores y erratas que se habían deslizado. Así, nuevamente, prescribió el Misal de la Ciudad de Roma, que había permanecido en gran parte libre de estos defectos, para toda la Iglesia […]

[…] [E]l nuevo Misal se publicó como si fuera un libro elaborado por académicos, no como una fase más en un proceso de crecimiento continuo. Tal cosa nunca antes había sucedido. Es absolutamente contrario a las leyes del desarrollo litúrgico, y ha resultado en la noción sin sentido de que Trento y Pío V habían “producido” un Misal hace cuatrocientos años. La Liturgia católica quedó así reducida al nivel de un mero producto de los tiempos modernos. Esta pérdida de perspectiva es realmente preocupante […]»La Fiesta de la Fe: Ensayo de Teología Litúrgica, 1986, pp. 86-87.

Mi Vida: Autobiografía, 1988

«[…] [E]l hecho de que se presentase [el misal posconciliar] como un edificio nuevo, contrapuesto a aquel que se había formado a lo largo de la historia, que se prohibiese este último y se hiciese aparecer la Liturgia, de alguna manera, ya no como un proceso vital, sino como un producto de erudición de especialistas y de competencia jurídica, nos ha producido daños extremadamente graves. Porque se ha desarrollado la impresión de que la liturgia se “hace”, que no es algo que existe antes que nosotros, algo “dado”, sino que depende de nuestras decisiones. Como consecuencia de ello, no se reconoce esta capacidad solo a los especialistas o a una autoridad central, sino a que, en definitiva, cada “comunidad” quiera darse una liturgia propia. Pero cuando la Liturgia es algo que cada uno hace a partir de sí mismo, entonces no nos da ya la que es su verdadera cualidad: el encuentro con el misterio, que no es un producto nuestro, sino nuestro origen y la fuente de nuestra vida […] Entonces la comunidad se está celebrando a sí misma, lo cual es una actividad completamente infructuosa […] Para la vida de la Iglesia es dramáticamente urgente una renovación de la conciencia litúrgica, una reconciliación litúrgica que vuelva a reconocer la unidad de la historia de la liturgia […] Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende, en gran parte, de la desintegración de la Liturgia […]»Mi Vida: Autobiografía, 1988, pp. 148–49.

Alocución a los Obispos de Chile, 1988

«Muchas exposiciones dan la impresión de que, después del Vaticano II, todo haya cambiado y lo anterior ya no puede tener validez; o, en el mejor de los casos, sólo la tendrá a la luz del Vaticano II […] La verdad es que el mismo Concilio no ha definido ningún dogma y ha querido, de modo consciente, expresarse en un rango más modesto, meramente como Concilio pastoral; sin embargo, mu­chos lo interpretan como si fuera casi el superdogma que quita importancia a todo lo demás.

Esta impresión se refuerza especialmente por hechos que ocurren en la vida corriente. Lo que antes era considerado lo más santo –la forma transmitida por la Liturgia–, de repente aparece como lo más prohibido y lo único que, con seguridad, debe rechazarse. No se tolera la crítica a las medidas del tiempo posconciliar; pero donde están en juego las antiguas normas, o las grandes verdades de la fe, o bien no se reacciona en absoluto, o bien se hace sólo de forma extremadamente atenuada.

Todo esto lleva a muchas personas a preguntarse si la Iglesia de hoy es realmente todavía la misma de ayer, o si no será que se la han cambiado por otra sin avisarlesAlocución a los Obispos de Chile, 1988.

Revue Theologisches, 1990

«El resultado [de los cambios litúrgicos] no ha sido una revigorización sino una devastación […] [E]n lugar de la Liturgia que se había venido desarrollando, se colocó una liturgia que se ha inventado. Se ha abandonado el proceso vital de crecimiento y devenir para sustituirlo por una fabricación. Ya no se quería continuar el desarrollo y la maduración orgánica de lo que ha ido creciendo a lo largo de los siglos, sino que se la reemplazó, a modo de producción técnica, por una invención, el producto banal del momento.»Comentario en Simandron—Der WachklopferGedenkschrift für Klaus Gamber (1919-1989), ed. Wilhelm Nyssen [Cologne: Luthe-Verlag, 1989], 13–15, citado en Theologisches, 20.2 (Feb. 1990), 103–4.

La Sal de la Tierra, 1997

«Soy de la opinión, sin duda, de que el Rito antiguo debería concederse mucho más generosamente a todos aquellos que lo deseen. Es imposible ver qué podría ser peligroso o inaceptable en eso. Una comunidad está poniendo en entredicho su propio ser cuando de repente declara que lo que hasta ahora era su posesión más sagrada y suprema está terminantemente prohibida y cuando hace que el anhelo por la misma parezca algo fuera de lugar. ¿Se puede seguir confiando en ella en cualquier otra cosa? ¿No volverá a proscribir mañana lo que prescribe hoy?»La Sal de la Tierra, 1997, pp. 176–77

Discurso por el 10° aniversario del motu propio “Ecclesia Dei”, 1998

«Es bueno recordar […] lo que dijo el Cardenal Newman cuando observó que la Iglesia, en toda su historia, nunca abolió o prohibió las formas litúrgicas ortodoxas, algo que sería completamente ajeno al Espíritu de la Iglesia […] Las formas ortodoxas de un rito son realidades vivas, nacidas de un diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor. Son las expresiones de la vida de la Iglesia en las que se condensan la fe, la oración y la vida misma de las generaciones, y en las que se encarnan, de forma concreta, a la vez la acción de Dios y la respuesta del hombre […]

[…] En la medida en que todos creamos, vivamos y actuemos con estas intenciones, podremos también persuadir a los obispos de que la presencia de la antigua Liturgia no perturba ni rompe la unidad de su diócesis, sino que es un don destinado a edificar el Cuerpo de Cristo, del cual todos somos servidores.»Discurso por el 10° aniversario del motu propio “Ecclesia Dei”, 1998 | http://unavoce.org/resources/card-ratzingers-1998-address-at-anniv.

Dios y el Mundo, 2000

«Para fomentar una verdadera conciencia en asuntos litúrgicos, también es importante que se levante la proscripción contra la forma de liturgia en uso válido hasta 1970 [la Misa Tradicional]. Cualquiera que hoy abogue por la existencia continua de esta liturgia o participe en ella es tratado como un leproso; toda tolerancia termina aquí. Nunca ha habido algo así en la historia; al hacer esto estamos despreciando y proscribiendo todo el pasado de la Iglesia. ¿Cómo se puede confiar en la Iglesia si las cosas son así?»Dios y el Mundo, 2000, p. 416 de la ed. inglesa (2002).

El Espíritu de la Liturgia, 2000

«Después del Concilio Vaticano II, surgió la impresión de que el Papa realmente podía hacer cualquier cosa en asuntos litúrgicos, especialmente si actuaba por mandato de un concilio ecuménico. Eventualmente, la idea de la Liturgia como algo recibido, el hecho de que uno no puede hacer con ella lo que quiera, se desvaneció de la conciencia pública de Occidente. De hecho, el Concilio Vaticano I de ninguna manera había definido al Papa como un monarca absoluto. Al contrario, lo presenta como garante de la obediencia a la Palabra revelada. La autoridad del Papa está ligada a la Tradición de fe, y eso también se aplica a la Liturgia. No es una “invención” de la jerarquía. Incluso el Papa solo puede ser un humilde servidor de su desarrollo legítimo y de su integridad e identidad permanentes […] La autoridad del Papa no es ilimitada; está al servicio de la Sagrada Tradición.»El Espíritu de la Liturgia, 2000, pp. 165–66.

Discurso dado durante el Congreso Litúrgico en Fontgombault, 2001

«Un grupo considerable de liturgistas católicos parece haber llegado prácticamente a la conclusión de que Lutero, en vez de Trento, estaba sustancialmente en lo cierto en el debate del siglo XVI […] Es sólo en este contexto de la negación efectiva de la autoridad de Trento, que la amargura de la lucha contra permitir la celebración de la Misa según el Misal de 1962, después de la reforma litúrgica, puede ser entendida. La posibilidad de celebrar así constituye la contradicción más fuerte, y por tanto [para ellos] más intolerable, de la opinión de quienes creen que la fe en la Eucaristía formulada por Trento ha perdido su valor […]

[…] Personalmente, desde un principio, fui partidario de la libertad de seguir usando el antiguo Misal, por una razón muy sencilla: ya se empezaba a hablar de romper con la Iglesia preconciliar, y de desarrollar varios modelos de Iglesia –una Iglesia de tipo preconciliar y obsoleta, y una Iglesia de tipo nuevo y conciliar […]

[…] Para subrayar que no hay ruptura esencial, que hay continuidad en la Iglesia, que conserva su identidad, me parece indispensable seguir ofreciendo la oportunidad de celebrar según el antiguo Misal, como signo de la identidad perdurable de la Iglesia. Ésta es para mí la razón más fundamental: lo que hasta 1969 fue la Liturgia de la Iglesia, para todos nosotros lo más santo que había, no puede convertirse después de 1969 –con una decisión increíblemente positivista– en lo más inaceptable.»Discurso dado durante el Congreso Litúrgico en Fontgombault, 2001, pp. 20, 148-49.

Carta a los obispos que acompañaba el motu proprio Summorum Pontificum, 2007

«[Q]uisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal [de san Pío V] no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido. […]

[…] De este modo, he llegado a la razón positiva que me ha motivado a poner al día mediante este Motu Proprio el de 1988. Se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse. Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo. […]

[…] En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el lugar que les corresponde.»Carta a los obispos que acompañaba el motu proprio Summorum Pontificum, 2007.

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