INVITACIÓN II ENCUENTRO SUMMORUM PONTIFICUM ANDALUCÍA

EL SÁBADO 23 SEPTIEMBRE CÓRDOBA ACOGERÁ EL II ENCUENTRO SUMMORUM PONTIFICUM ANDALUCÍA

La ciudad de Córdoba acogerá el sábado 23 de septiembre un acontecimiento muy especial. Se trata del II ENCUENTRO SUMMORUM PONTIFICUM ANDALUCÍA. Organizado por la COMISIÓN MISA TRADICIONAL ANDALUCÍA, la jornada se dividirá en dos grandes actos. El primero consistirá en una conferencia-coloquio, que será pronunciada en el Salón de Actos del Palacio Episcopal, a las 12:30 horas, por el delegado diocesano para la Vida Consagrada de Córdoba, Monseñor Alberto-José González Chaves. Y llevará por título: «La Misa tradicional: Un gran legado litúrgico de Benedicto XVI».

Ya en la jornada de la tarde (a las 19:00 horas), el altar mayor de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba será el centro de la celebración litúrgica. Allí se oficiará, por parte del obispo de Córdoba, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Demetrio Fernández González, Misa prelaticia tradicional de acción de gracias por el X aniversario de Summorum Pontificum, que pondrá el broche de oro a este intenso día. Será la primera vez tras la reforma litúrgica que en España un Obispo celebre la Misa según el Rito romano tradicional en el Altar Mayor de una catedral.
 
En dicho Encuentro se darán cita fieles de todas las diócesis de Andalucía que promueven en ellas desde hace una década la celebración de la Santa Misa según la Forma Extraordinario del Rito Romano o Misa tradicional o gregoriana, cuyo uso no fue abrogado, como así establece el motu proprio Summorum Pontificum promulgado S.S. Benedicto XVI.

El programa detallado del Encuentro es:

 

– 12:30 horas: Salón de Actos del Palacio Episcopal (c/ Torrijos nº 12 -junto a Catedral-). Conferencia-coloquio: “La Misa tradicional: Un gran legado litúrgico de Benedicto XVI”. Por Monseñor Alberto-José González Chaves, delegado diocesano para la Vida Consagrada de Córdoba.

 

– 14:30 horas: Comida-menú de hermandad en lugar cercano al Salón de Actos (para más detalles y reserva escribir a misatradicionalandalucia@gmail.com o asociación@unavocesevilla.info)

 

– 19:00 horas: Altar Mayor de la Catedral de Córdoba. Santa Misa tradicional-gregoriana de acción de gracias oficiada por el  Excmo. y Rvdmo. D. Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba.

Para más información pueden escribir a: misatradicionalandalucia@gmail.com o https://www.facebook.com/misatradicionalandalucia/Animamos a todos nuestros amigos, asociados y lectores a participar de tan importante celebración.

La COMISIÓN MISA TRADICIONAL ANDALUCÍA fue constituida el 04 de junio del año del Señor de 2016 en Montilla (Córdoba), ante las reliquias del apóstol de Andalucía, San Juan de Ávila, y en el marco de la celebración del I Encuentro Summorum Pontificum Andalucía, con el objetivo de unir y coordinar a las distintas asociaciones y grupos de fieles existentes en Andalucía amantes del tesoro litúrgico tradicional de la Iglesia Católica que, en concreto, promueven en sus respectivas diócesis la celebración de la Misa tradicional o gregoriana.

 

 

 

Con la carta apostólica motu proprio data “Summorum Pontificum”, promulgada el 7 de julio de 2007, y que entró en vigor el 14 de septiembre de ese mismo año, el Santo Padre Benedicto XVI promulgó una ley universal para la Iglesia con el fin de reglamentar el uso de la Liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970, haciendo con ello más accesible a la Iglesia universal la riqueza de esta liturgia también llamada tradicional o gregoriana, e ilustrando de forma autorizada las razones de su decisión en la Carta a los obispos que acompañaba la publicación del referido motu proprio.  Desde entonces, la celebración de la Misa tradicional, conforme a Summorum Pontificum, se ha extendido a casi todas las diócesis de Andalucía, con el beneplácito de sus obispos y el crecimiento de fieles que la demandan.

 

Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto” (Benedicto XVI. Carta a los Obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum)

 

ARTICULO: EL TESTIMONIO DE UN SACERDOTE QUE CELEBRA LA MISA TRADICIONAL

Les ofrecemos a continuación, extraída de la web del capítulo chileno de la Federación Internacióna Una Voce, la Asociación Litúrgica Magnificat, una traducción propia de un valioso testimonio aparecido en el sitio norteamericano Liturgy Guy (el original puede leerse aquí, en inglés). En él, un sacerdote nos cuenta cómo el haber aprendido a celebrar la Misa tradicional lo ha hecho un mejor sacerdote. Conservando la celebración birritual, el sacerdote da cuenta de cómo el conocimiento de la Misa tradicional lo ha ayudado también a celebrar la Misa de Pablo VI de un modo más digno y con mayor recogimiento, proceso de enriquecimiento anhelado por S.S. Benedicto XVI al promulgar el motu proprio Summorum Pontificum. Ojalá testimonios como estos conduzcan a los obispos a atender al llamado del Papa emérito de poner a disposición de los seminaristas la posibilidad de aprender la liturgia perenne de la Iglesia.

 
La Misa tradicional me ha hecho un mejor sacerdote
 
Al aproximarse la Iglesia al décimo aniversario del señero motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, ha tenido lugar otro aniversario en la Iglesia de Santa Ana, en Charlotte, Carolina del Norte: se cumplieron 9 años desde que se volvió a celebrar la Misa tradicional en Charlotte. Desde aquella primera Misa rezada, de un sábado 31 de mayo de 2008 en la mañana, la Misa tradicional no ha dejado de hacerse más disponible y más popular en la ciudad. 
 
Recientemente pregunté al párroco de Santa Ana, el P. Timothy Ried (metodista converso, que apareció hace poco en el programa “The Journey Home”, de EWTN) cómo le ha impactado el antiguo rito en su calidad de sacerdote:
 
“Después de 9 años de celebrar la Misa tradicional, puedo decir que ella me ha hecho un mejor sacerdote. Me ha hecho amar estar sumergido en su tradición, y ser formado por sus rúbricas y oraciones. Lo más importante es que, celebrar la Misa tradicional, me ha hecho mejorar la forma en que celebro la Misa Novus Ordo. La disciplina que exige la Misa tradicional en su celebración se ha trasladado al modo como celebro la Misa Novus Ordo. Ciertamente he experimentado el mutuo enriquecimiento que Benedicto XVI esperaba que se produjera cuando se celebraran, una al lado de la otra, la Misa tradicional y la Misa Novus Ordo, y pienso que lo mismo ha experimentado nuestra parroquia. Creo firmemente tener un nuevo y mayor aprecio por la inmensa dignidad de la Misa”.
 
Esta respuesta del P. Ried no debiera sorprendernos. De hecho, he oído a otros sacerdotes expresar los mismos sentimientos cuando celebran la Misa tradicional. Unánimemente han declarado una mayor comprensión del Santo Sacrificio y de su sacerdocio, debido a haber tenido la experiencia del rito antiguo.
 
Cabe recordar que el Arzobispo Alexander K. Sample, de Portland, Oregon, analizó estos mismos beneficios al dirigirse a la Conferencia Sacra Liturgia en Roma, en 2013. En esa ocasión dijo: “Estas son las razones por las que urjo a los obispos a que se familiaricen con el usus antiquior como un medio para lograr para sí mismos una formación litúrgica más profunda y más sólida, que sirva como punto de referencia para llevar a cabo la renovación y reforma de la liturgia en la Iglesia local. Por experiencia propia puedo decir que mi estudio de los antiguos ritos litúrgicos y su celebración han tenido un enorme impacto en mi propio aprecio de nuestra tradición litúrgica, y han fortalecido mi comprensión de los nuevos ritos y su celebración”.
 
Haciéndose eco de los mismos sentimientos expresados por el P. Ried, el Arzobispo Sample agregó: “El obispo debería también animar a sus seminaristas a que se familiaricen con ese usus antiquior, no sólo por la posibilidad de que puedan ser llamados a celebrar esta forma de la Misa para beneficio de los fieles, sino también para que, como futuros sacerdotes, puedan apreciar la profunda y rica tradición litúrgica de la que derivan los ritos reformados…”.
 
La verdad es que el rito romano tiene en la actualidad dos formas: la forma ordinaria (la Misa introducida en 1970), y la forma extraordinaria (una liturgia que data de los primeros siglos, y que ha permanecido casi intacta desde el primer milenio).
 
¿No es ya tiempo de que la Iglesia escuche a estos hombres que celebran ambas formas del Rito Romano, como el Arzobispo Sample y el P. Ried? ¿No habrá llegado el momento de que todos los sacerdotes del Rito Romano, en especial los seminaristas, profundicen en su conocimiento del Sacrificio del Altar aprendiendo la Misa tradicional?

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Religión en libertad ha publicado un vídeo de la cuarta edición del congreso Ars Celebrandi, celebrado en la basílica de Nuestra Señora de Lichen (Polonia), durante el cual cuarenta sacerdotes polacos con destinos pastorales en todo el mundo aprendieron a celebrar la Misa tradicional y un centenar de laicos aprendieron a servirla, adquiriendo además una formación básica en gregoriano y polifonía.

Fuente: ASOCIACIÓN LITÚRGICA MAGNIFICAT

El P. Timothy Reid celebrando una Misa rorate en diciembre de 2015
(Foto: Liturgy Guy)
 
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X ANIVERSARIO: SUMMORUM PONTIFICUM HA ENRIQUECIDO A LA IGLESIA

El interesante blog tradicional DOMINUS EST ha traducido al español un artículo de Dom Alcuin Reid publicado en el diario londinense THE CATHOLIC HERALD, con ocasión de cumplirse el pasado 7 de julio el X aniversario de la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum por S.S. Benedicto XVI, y que a continuación transcribimos por ser un adalid en defensa de los beneficios que han supuesto para la Iglesia la aplicación de dicho documento del Vicario de Cristo durante esta ultima década.

«Al mediodía del 7 de julio de 2007 en Roma tuve el privilegio de estar presente en la primera misa solemne de un sacerdote recién ordenado. Como miembro de la Fraternidad de San Pedro, cantó lícitamente la misa según el usus antiquior—la forma tradicional del rito romano, tal como se usó antes de las reformas posteriores al Concilio Vaticano II. Fue una ocasión hermosa, pero que albergaba una distracción persistente.

 

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Hasta entonces, los fieles, laicos, religiosos e incluso clérigos, no tenían libre acceso a los  ritos litúrgicos antiguos. Era común (pero erróneamente) sostener que el permiso era requerido para celebrarlos. Ciertamente, la Santa Sede había alentado a los obispos a ser generosos en conceder tales permisos, pero como muchos bien recuerdan y con un sufrimiento no muy pequeño, en muchas diócesis de todo el mundo esto no era el caso: la parsimonia de un buen número de prelados era inamovible. Un liturgista inglés incluso llamó a “un período de transición obligatoria…  todos los sacerdotes ordenados después de 1970, con quizás cinco años para prepararse exclusivamente para la celebración del novus ordo“.

La distracción de ese 7 de julio fue un hecho que exactamente esa misma hora se había publicado el muy esperado motu proprio del papa Benedicto, Summorum Pontificum, sobre el uso del rito tradicional. Fue quizás un sacrificio, valió la pena esperar una hora o algo así antes de leer sus tan esperadas provisiones.

Los primeros meses de 2007 habían visto una batalla llevada a cabo sobre lo que contendría. El mismo papa Benedicto escribió en su carta a los obispos de la misma fecha: “Los informes de prensa y los juicios hechos sin información suficiente han creado mucha confusión. Ha habido reacciones muy divergentes que van desde la aceptación entusiasta hasta la dura oposición, sobre un plan cuyos contenidos son en realidad desconocidos”. De hecho, se sabe que personalmente llamó a varios obispos antes de julio para insistir en que terminaran su oposición pública a un documento que ellos ni siquiera habían leído.

El problema era “el temor de que el documento quitaba importancia a la autoridad del Concilio Vaticano II, una de cuyas decisiones esenciales, la reforma litúrgica, estaba siendo cuestionada”. La respuesta del Papa fue clara: “Este temor es infundado”. Tenía razón: como rito moderno ya reformado después del concilio sigue siendo lo que comúnmente se encuentra en las parroquias hasta el día de hoy. No ha habido incineración pública generalizada de la Constitución del Consejo sobre la Sagrada Liturgia o de los libros litúrgicos producidos en su estela.

Otro tema era el temor de que un uso más amplio del  rito antiguo “condujera a desórdenes o incluso divisiones dentro de las comunidades parroquiales”. El papa Benedicto respondió: “Este temor también me parece absolutamente infundado.” A pesar de algunos casos de imprudencia pastoral impuesta por el clero imponiendo el rito anterior (o aún el reciente) a las congregaciones sin preparación y formación adecuadas, la Iglesia hoy no está hendida con las parroquias divididas por causa de la inclusión del rito antiguo en su calendario. De hecho, muchas personas encuentran que su vida de fe y de culto se enriquece  con esta diversidad ritual legítima.

Para el papa Benedicto XVI, Summorum Pontificum era “en particular llegar a una reconciliación interior en el corazón de la Iglesia”, de quitar obstáculos a esa comunión y unidad que Nuestro Señor desea entre todos los bautizados. Es un hecho que la reforma litúrgica que siguió al concilio fue abrupta y controvertida y privó a muchos católicos, algunos de los cuales simplemente dejaron de asistir a misa. Aquellos pequeños grupos de sacerdotes y laicos que continuaban con los  ritos anteriores a la reforma de 1970 fueron condenados al ostracismo. Cuando, en lugar de caer en el desánimo, atraían a los jóvenes, que eran  desterrados. Las divisiones eran reales y se hacían más arraigadas. En conformidad con los esfuerzos realizados por san Juan Pablo II, en 2007 el Santo Padre trató de hacer lo que pudo para sanar estas divisiones, insistiendo en que: “Lo que las generaciones anteriores consideraban sagrado, sigue siendo sagrado y grande para nosotros y no puede ser de repente totalmente prohibido o incluso considerado perjudicial”.

Así, también él hizo notar un fenómeno aparentemente interesante: “Inmediatamente después del Concilio Vaticano II”, observó, “se suponía que las solicitudes para el uso del misal de 1962 se limitarían a la generación anterior que había crecido con ello, mientras tanto, se había demostrado claramente que los jóvenes también habían descubierto esta forma litúrgica, habían sentido su atracción y encontrado en ella una forma de encuentro con el misterio de la santísima eucaristía, particularmente idóneo para ellos”.

 

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Este es un elemento que a menudo se pasa por alto de Summorum Pontificum. El hecho de que el papa Benedicto XVI establezca con autoridad en la ley de la Iglesia que todos los fieles tienen el derecho legal a las ceremonias litúrgicas antiguas, incluyendo los sacramentos, y que los párrocos y no los obispos tienen ambos el deber de proporcionarlos y la autoridad de otra manera para decidir cuando sus celebraciones son apropiadas, no está motivado por la melancolía. Más bien, es una respuesta a la nueva e inesperada realidad de la Iglesia a principios del siglo XXI, donde los jóvenes que no conocían la liturgia anterior a la reforma de 1970 (ni siquiera las batallas libradas por ella) encuentran que en sus celebraciones, a menudo, mucho más que en otras celebraciones litúrgicas que han experimentado, pueden participar plenamente, conscientemente y activamente en la sagrada liturgia, “la fuente primaria e indispensable de la cual los fieles deben derivar el verdadero espíritu cristiano”, precisamente como el Concilio Vaticano II deseaba. En consecuencia, el papa Benedicto escribió: “Nos corresponde a todos conservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y la oración de la Iglesia, y darles su valor conveniente”.

Cuando finalmente leíamos Summorum Pontificum el 7 de julio, y la carta que lo acompaña, estaba claro que el papa Benedicto había actuado como un “escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos…semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo”.(Mt 13, 52). Pero no todas las reacciones fueron tan placenteras. Un obispo italiano lamentaba que “hoy se ha  anulado una reforma por la que tantos trabajaron, a expensas de grandes sacrificios, animados únicamente por el deseo de renovar la Iglesia, haya sido anulada… una importante reforma del concilio ha sido socavada…” El padre Mark Francis lamentaría que: “el Papa, que no es un liturgista formado, haya mostrado interés y sensibilidad en asuntos litúrgicos”, pero que con Summorum Pontificum demostró “una verdadera incomprensión del papel de la liturgia en la vida de la Iglesia”, y adoptó un “relativismo” litúrgico, ignorando “el axioma patrístico sagrado lex orandi, lex credendi“.

Había muchos otros “profetas del  cataclismo”, incluyendo algunos obispos que rechazaban resumidamente cualquier sugerencia que a sus seminaristas se les diera tiempo para aprender a celebrar los ritos antiguos. Sin embargo, ningún catastrofista litúrgico se ha hecho sentir hasta ahora y muchos seminaristas parecen haber encontrado los medios para familiarizarse con los ritos antiguos. Para Summorum Pontificum se estableció una situación completamente nueva en la vida litúrgica de la Iglesia, que es un augurio muy bueno en efecto para la Iglesia de hoy y de mañana.

Como se ha señalado, el motu proprio establece que los ritos litúrgicos anteriores a 1970 deben estar libremente disponibles cuando los fieles los solicitan. Hoy en día, la mayoría de los fieles, incluido yo mismo, creció después del Concilio Vaticano II. Desconocíamos “los viejos tiempos”—cuando, ciertamente, el usus antiquior era a veces, de hecho demasiado, a menudo, celebrado mal, y cuando la misa cantada era una excepción en vez de la norma que debería ser. Cuando descubrimos la liturgia  anterior y seguimos asistiendo a ella, fue con la expectativa de que realmente participaríamos en sus ritos y oraciones plenamente, conscientemente y realmente en las celebraciones óptimas, no minimalistas. Y descubrimos el inmenso tesoro de fe y cultura en el cual participar—un tesoro que se remonta a la Iglesia primitiva que no había sido empujado a través de un filtro ideológico de los años sesenta.

 

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Este encuentro de nuestras generaciones post-conciliares con la liturgia pre-conciliar están realmente realizando, al menos en parte, el objetivo declarado de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia: impartir un vigor cada vez mayor a la vida cristiana a través de una  participación profunda y comprometida en la liturgia, aunque la ironía signifique esto ser la liturgia no reformada es relevante. (Esto plantea interrogantes sobre la necesidad y utilidad de reformas específicas, y desmiente a los “fundamentalistas del Vaticano II” quiénes las idolatran, pero la discusión de eso es otro tema.) Sus demandas producen una respuesta en nosotros. Encontramos que la restricción y la belleza del ritual, el silencio en el que encontramos espacio para orar interiormente, la música que no intenta imitar al mundo ni calmar las emociones sino que nos desafía y facilita la adoración de lo divino, en realidad encontramos la experiencia ritual total de lo luminoso y de lo sagrado, para edificar y nutrir.

Esta dinámica también ha cambiado la manera en que nos acercamos y celebramos los ritos litúrgicos reformados. En comparación, son ritualmente bastante agilizados, demasiado para algunos. Y ciertamente, la teología de sus textos es a veces muy diferente o disminuida. Pero su celebración ahora está siendo enriquecida por aquellos inmersos en la tradición litúrgica no reformada. El papa Benedicto habló de este “enriquecimiento mutuo” en 2007 como posible resultado de su motu proprio. Ha sido un factor creciente en la vida litúrgica de la Iglesia desde entonces. Muchos jóvenes sacerdotes hablan elocuentemente que al celebrar el usus antiquior les ha permitido celebrar el usus recentior con mayor reverencia y significado. Este nuevo enfoque y modo de celebrar los ritos modernos de manera que estén en mayor continuidad con la tradición litúrgica está, sin duda, más en consonancia con las intenciones del concilio de algunas aplicaciones e interpretaciones de él hasta ahora. Esto no aborda el problema más importante de una “corrección de la reforma litúrgica”—un punto que no desaparecerá simplemente porque la gente no le guste, sino que hace mucho para corregir las celebraciones erróneas y a veces incluso abusos en los ritos modernos que hemos experimentado con demasiada frecuencia.

Algunos exégetas están tan enfurecidos por Summorum Pontificum como lo fueron en 2007 y afirman que promueve un “tradicionalismo” que está teniendo “un efecto negativo en la aceptación de otros documentos del Vaticano II, como los del ecumenismo, el diálogo interreligioso y la actividad misionera de la Iglesia”. (Como ocurre con muchos” -ismos “, el tradicionalismo es una exageración errónea y debe evitarse). Pero si el encuentro nuevo y vivificante con la tradición litúrgica no reformada hecha posible por el papa Benedicto XVI hace diez años conduce a una reevaluación crítica de la reforma litúrgica y de la implementación de otros documentos conciliares, ¿quiénes somos nosotros para juzgarlo adversamente? Porque si esto surge de fieles laicos y clérigos católicos para quienes el rótulo de “tradicionalista” es simplemente anticuado, ¿no podría esta nueva situación en la vida de la Iglesia ser de hecho uno de los “signos de los tiempos” de nuestros días, una señal en el que las autoridades de la Iglesia puedan oír algo de lo que el Espíritu Santo está diciendo en medio de nosotros? Gracias al papa Benedicto XVI, los laicos y el clero (deberían) haber tenido acceso a la tradición litúrgica no reformada sin tener que ser cualquier otra cosa que católicos durante diez años. Los frutos de esta medida son reales y están creciendo, para el bien de toda la Iglesia.

Después de la misa del 7 de julio de 2007 celebrábamos la ordenación del joven sacerdote con mayor alegría mientras leíamos el motu proprio del papa Benedicto y la carta de acompañamiento. Este sacerdote ahora da gracias a Dios Todopoderoso por diez años de ministerio fructífero, así como la Iglesia puede dar gracias a Dios Todopoderoso por los genuinos frutos de la sabiduría paterna del papa Benedicto y una profunda visión en la promulgación de Summorum Pontificum.».

Dom Alcuin Reid, es un monje del  Monastère Saint-Benoît en la diócesis de Fréjus-Toulon, Francia, y un erudito litúrgico de renombre internacional, es el autor de “El usus antiquior-Su historia y su importancia en la Iglesia después del Concilio Vaticano II” (A. Reid, ed., T&T Clark compañero de liturgia, Bloomsbury, 2016).

 

[Traducción de R. Linares. Dominus Est. Artículo original]

Portada: Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP)

X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM (2007-2017): EL RESURGIMIENTO DE LA MISA TRADICIONAL

En el día en que se cumple el X aniversario de la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum por S.S. Benedicto XVI, mediante el cual el Vicario de Cristo normalizaba el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970, y en concreto la celebración de la Santa Misa según el Rito Romano tradicional, la Asociación Una Voce Sevilla quiere ofrecer a sus lectores y amigos, como conmemoración y resumen de lo que ha significado para la Iglesia católica una década de vigencia Summorum Pontificum, unas palabras proféticas del poeta y ensayista italiano Tito Casini (1897-1987), publicadas en un artículo de 1976, que traducimos a continuación al español, y que podemos titular como: «Oda al resurgimiento de la Misa tradicional«:

 

«Resurgirá, sin duda alguna, […] la Misa resurgirá, como les digo a tantos que vienen a mí para lamentarse (y lo hacen, a veces, llorando). A quien me pregunta cómo puedo estar tan seguro de ello, le contesto (como poeta, si les parece) llevándolo a mi balcón y mostrándole el sol … Pronto anochecerá, y allí, en la iglesia de Santo Domingo [en Fiesole], los frailes cantarán vísperas: Iam sol recedit igneus. Pero, en pocas horas, esos mismos dominicos amigos míos cantarán prima: Iam lucis orto sidere, y así todos los días.

 

El sol, en efecto, se levantará nuevamente, volverá a resplandecer después de la noche para alegrar la tierra desde el cielo, porque … porque es el sol, y Dios lo dispuso así para nuestra vida y consuelo. Por lo tanto, añado que es y será igual con la Misa. La Misa que es nuestra, católica, de todos los tiempos y todos los pueblos: nuestro sol espiritual, tan hermoso, tan santo y tan santificante. La visión espeluznante de los murciélagos, salidos ​​[de sus escondrijos] con la Reforma, [que creen] que su hora, la hora de las tinieblas, no terminará.

 

Recuerdo también que en este amplio balcón de mi casa estuvimos varios, hace algunos años, contemplando un eclipse total de sol. Recuerdo, y casi lo siento de nuevo, la sensación de frialdad, de tristeza y casi de desilusión al mirar, al sentir que el aire se oscurecía y helaba poco a poco. Recuerdo la ciudad en silencio, mientras las golondrinas … mientras los pájaros desaparecían, asustados, y los repugnantes quirópteros aparecían volando en el cielo.

 

Al que dijo, cuando el sol se hubo cubierto del todo: ¿Y si ya no se volviera a ver más?, pensamiento al que nadie respondió, casi como si no se hubieran dado cuenta de la intención jocosa con que lo dijo … El sol se vuelve a ver. De hecho, el sol se levanta de nuevo tras una breve noche, tan radiante como antes y, al parecer, aún más, mientras el aire se vuelve a poblar de golondrinas y los murciélagos regresan a sus guaridas.

 

Como antes, luminosa y bella, y sin embargo siendo la misma, el sol se ve mayor de lo que era, como en la ley leopardiana del placer como fruto del abandono, o en la parábola evangélica de la dracma perdida y encontrada.

 

Como antes, pero con más grandeza que antes: así será con la Misa, así será la Misa ante nuestros ojos, culpables de no haberla estimado dignamente antes del eclipse. Ante nuestros corazones culpables de no haberla amado lo suficiente«.

 

Fuente: Rorate Caeli

 

 

X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM: RELACIÓN 421 CARDENALES Y OBISPOS QUE HAN OFICIADO O PARTICIPADO EN LA LITURGIA TRADICIONAL

A continuación, les ofrecemos el listado, elaborado por el blog Acción Litúrgica, de los 421 Cardenales y Obispos de todo el mundo, que han oficiado o asistido a la liturgia según la Forma Extraordinaria del Rito Romano o tradicional, tras la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI el 7 de julio de 2007, que normalizó el uso de la Misa tradicional en el seno de la Iglesia, y del que en estos días se cumplirá una década de vigencia y abundantes frutos espirituales.

La ASOCIACIÓN UNA VOCE SEVILLA quiere dejar constancia pública de su profundo agradecimiento a todos ellos.

 

 

ALEMANIA: Cardenal Brandmüller (Presidente Emérito del Pontificio Consejo de Ciencias Históricas). Obispos Ackermann (Obispo de Tréveris), Dick (Obispo Auxiliar Emérito de Colonia), Hanke (Obispo de Eichsttät), Ipolt (Obispo de Görlitz), König (Obispo Auxiliar de Paderborn), Mixa (Obispo de Augsburgo), Ostermann (Obispo Auxiliar Emérito de Münster), Overbeck (Obispo de Essen), Zdarsa (Obispo de Augsburgo), y Ziegelbauer (Obispo Auxiliar de Augsburgo) .

ARGENTINA: Obispos Baseotto (Obispo Emérito Castrense de Argentina), Fenoy (Obispo de San Miguel), Laise (Obispo Emérito de San Luis), y Sánchez Sorondo (Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias).

AUSTRALIA: Cardenal Pell (Arzobispo de Sidney). Arzobispos Coleridge (Arzobispo de Brisbane), Hart (Arzobispo de Melbourne), Hickey (Arzobispo de Perth) y Wilson (Arzobispo de Adelaide). Obispos Elliot (Obispo Auxiliar de Melbourne), Grech (Obispo de Sandhurst, +2010), Jarret (Obispo de Lismore, emérito en 2016), Long (Obispo Auxiliar de Melbourne), Mathys (Obispo de Armidale), Porteus (Obispo Auxiliar de Sidney), Prowse (Obispo de Sale), y Tomlinson (Obispo de Sandhurst).

AUSTRIA: Cardenal Stickler (Archivero Emérito de la Santa Sede, +2007). Obispos Fischer (Obispo Emérito de Feldkirch) y Laun (Obispo Auxiliar de Salzsburgo).

BÉLGICA: Arzobispo Leonard (Arzobispo de Bruselas y Primado de Bélgica). Obispos Delville (Obispo de Lieja) y Harpigny (Obispo de Tournai).
BENIN: Obispo N´Koue (Obispo de Parakou).
BRASIL: Cardenal Freire Falcâo (Arzobispo Emérito de Brasilia), Arzobispos Pena (Arzobispo de Niterói, Emérito en 2011), Rezende Dias (Arzobispo de Niterói), Taveira Correa (Arzobispo de Belem do Pará) y Tempesta (Arzobispo de Río de Janeiro, creado cardenal en 2014). Obispos Areas Rifán (Obispo titular de Cedamusa, y administrador de la Administración Apostólica San Juan Marían Vianney), Beloto (Obispo de Franca), Bergamin (Obispo de Nova Iguaçu), Canindé Palhano (Obispo de Senhor do Bomfim), Cordeiro de Lima (Obispo Auxiliar de Fortaleza), Costa Souza (Obispo Auxiliar de Sâo Sebastiâo do Rio de Janeiro), Da Silva (Obispo Auxiliar Emérito de Fortaleza), Da Silva Brito (Obispo Auxiliar de Río de Janeiro), Ferrería Paz (Obispo de Campos dos Goytacazes), De Castro Homem (Obispo Auxiliar de Río de Janeiro), Fontes de Matos (Obispo de Palmira dos Indios), Gomez Guimarâes (Obispo Emérito de Campos dos Goytacazes), Gonçalvez de Almeida (Obispo Auxiliar de Brasilia), Gouvêa Matosso (Obispo de Nova Friburgo), Marchiori (Obispo de Apucarana), Monteiro Guimarâes (Obispo de Garanhuns, nombrado Arzobispo del Ordinariato Militar de Brasil en 2014), Lopes de Faria (Obispo Emérito de Diamantina,+2009), Paixao (Obispo Auxiliar de Salvador-Bahía), Pestana Filho (Obispo Emérito de Anápolis,+2011), Romer (Obispo Auxiliar Emérito de Río de Janeiro), Rossi Keller (Obispo de Frederico Westphalen), Silva Matthes (Obispo Emérito de Franca), Sivieri (Obispo de Propriá-Sergipe), Soares da Costa (Obispo Auxiliar de Aracaju), Stringhini (Obispo de Franca, hoy Obispo de Mogi das Cruzes), Ubiratan Lopez (Obispo de Itaguaí).
CANADÁ: Cardenales Collins (Arzobispo de Toronto), Lacroix (Arzobispo de Quebec y Primado de Canadá) y Ouellet (Prefecto de la Congregación para los Obispos). Arzobispos Roussin (Arzobispo de Vancouver, Emérito en 2009), Miller (Arzobispo de Vancouver), Prendergast (Arzobispo de Ottawa). Obispos Blais (Obispo Auxiliar de Quebec), Boisonneau (Obispo Auxiliar de Toronto), Damphousse (Obispo de Sault Sainte Marie), Daniels (Obispo de Grand Falls), Fabbro (Obispo de London, Ontario), LaRocque (Obispo Emérito de Alexandria-Cornwall, Ontario), Lemay (Obispo Auxiliar de Quebec), y McGrattan (Obispo Auxiliar de Toronto, hoy Obispo de Peterborough).
CHILE: Cardenal Medina Estévez (Prefecto Emérito del Culto Divino). Arzobispos Piñera Carvallo (Arzobispo Emérito de La Serena) y Rebolledo Salinas (Arzobispo de La Serena). Obispos Duarte García de Cortázar (Obispo de Valparaíso), Gleisner Wobbe (Obispo Auxiliar de La Serena), González Errázuriz (Obispo de San Bernardo) y Vega Velasco (Obispo Prelado de Illapel).
CHINA: Cardenal Tong Hon (Obispo de Hong-Kong), Cardenal Zen (Obispo Emérito de Hong-Kong).
COLOMBIA: Cardenal Castrillón Hoyos (Presidente Emérito de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei). Obispos Henao del Río (Obispo titular de Casae Medianae y Vicario Episcopal de Mitú), López Hurtado (Obispo de Girardot), y Ramírez Gómez (Obispo Emérito de Garzón, Presidente del Tribunal Eclesiástico).
CROACIA: Obispo Pozaic (Obispo Auxiliar de Zagreb).
DINAMARCA: Obispo Kozon (Obispo de Copenhagen).
ECUADOR: Obispo Castillo Pino (Obispo Auxiliar de Portoviejo).
ESLOVAQUIA: Arzobispo Bezák (Arzobispo de Trnava).
ESLOVENIA: Cardenal Rodé (Prefecto para la Vida Consagrada).
ESPAÑA: Cardenales Cañizares Llovera (Prefecto para el Culto Divino, hoy Arzobispo de Valencia), Martínez Sistach (Arzobispo de Barcelona, emérito en 2015), Herranz Casado (Presidente Emérito del Consejo de Textos Legislativos), y Navarrete Cortés (Rector Emérito de la Universidad Gregoriana, +2010). Arzobispos Asenjo Pelegrina (Arzobispo de Sevilla), Rodríguez Plaza (Arzobispo de Toledo y Primado de España), y Ureña Pastor (Arzobispo de Zaragoza, emérito en 2014). Obispos: Arrieta Ochoa de Chinchetru (Secretario del Pontificio Consejo de Textos Legislativos), Cases Andreu (Obispo de Canarias), Fernández González (Obispo de Córdoba), Iceta Gavicagogeascoa (Obispo de Bilbao), Martínez Camino (Obispo Auxiliar de Madrid y Secretario de la Conferencia Episcopal Española), y Yanguas Sanz (Obispo de Cuenca).
ESTADOS UNIDOS: Cardenales Baum (Penitenciario Mayor Emérito, +2015), Burke (Patrono de la Orden de Malta), DiNardo (Arzobispo de Galveston-Houston), Egan (Arzobipo Emérito de Nueva York, +2015), Foley (Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro, +2011), George (Arzobispo de Chicago, +2015), Levada (Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Emérito en 2012), O’ Malley (Arzobispo de Boston) y Wuerl (Arzobispo de Washington). Arzobispos Apuron (Arzobispo de Agaña), Aquila (Arzobispo de Denver), Brown (Arzobispo titular de Aquileia y Nuncio de Su Santidad en Irlanda), Brunett (Arzobispo de Seattle, Emérito en 2010), Carlson (Arzobispo de Saint Louis), Coakley (Arzobispo de Oklahoma), Curtiss (Arzobispo Emérito de Omaha), Di Noia (Vicepresidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei), Gómez (Arzobispo de Los Ángeles), Gullickson (Arzobispo titular de Polymartium y Nuncio de Su Santidad en Suiza), Hugues (Arzobispo Emérito de Nueva Orleans), Kurtz (Arzobispo de Louisville), Lucas (Arzobispo de Omaha), Myers (Arzobispo de Newark), Nienstedt (Arzobispo de Sain Paul y Minneapolis), Pilarczyk (Arzobispo Emérito de Cicinnati), Sartain (Arzobispo de Seattle), Sheehan (Arzobispo de Santa Fe), Tobin (Arzobispo de Indianápolis), Vigneron (Arzobispo de Detroit) y Wenski (Arzobispo de Miami). Obispos Backer (Obispo de Birmingham), Bambera (Obispo de Scranton), Barber (Obispo de Oakland), Barres (Obispo de Allentown), Bevard (Obispo de Saint Thomas), Blair (Obispo de Toledo, Ohio), Boyea (Obispo de Lansing),  Bruskewitz (Obispo de Lincoln, hoy emérito), Burbidge (Obispo de Raleigh), Caggiano (Obispo de Bridgeport), Callahan (Obispo de LaCrosse), Conley (Obispo Auxiliar de Denver, hoy Obispo de Lincoln), Conlon (Obispo de Jolliet), Cordileone (Obispo de Oakland; nombrado Arzobispo de San Francisco en 2012), Cotta (Obispo Auxiliar de Sacramento), Cozzens (Obispo Auxiliar de Minneapolis), Cummins (Obispo Emérito de Oakland), D´Arcy (Obispo de Fort Wayne-South Bend), Dewane (Obispo de Venice), Di Lorenzo (Obispo de Richmond), DiMarzio (Obispo de Brooklynn), Doran (Obispo de Rockford, Emérito en 2012), Elizondo (Obispo Auxiliar de Seattle), Etienne (Obispo de Cheyenne), Farrell (Obispo de Dallas), Finn (Obispo de Kansas City, Emérito en 2015), Foley (Obispo Emérito de Birmingham), Foys (Obispo de Covington), Gainer (Obispo de Harrisburg), García (Obispo de Monterey), Gelineau (Obispo Emérito de Providence), Gruss (Obispo de Rapid City), Hanchon (Obispo Auxiliar de Detroit), Hermann (Obispo Auxiliar de Saint Louis), Hying (Obispo Auxiliar de Milwaukee), Hurley (Obispo de Grand Rapids), Jugis (Obispo de Charlotte), Keleher (Obispo Emérito de Kansas City), Kicanas (Obispo de Tucson), Libasci (Obispo de Manchester), Loverde (Obispo de Arlington), Madera Uribe (Obispo Emérito de Fresno), Malloy (Obispo de Rockford), Matano (Obispo de Burlington, en 2014 Obispo de Rochester), McFadden (Obispo de Harrisburg, +2013), McManus (Obispo de Worcester), Morlino (Obispo de Madison), Mulvee (Obispo Emérito de Providence), Murphy (Obispo de Rockville Centre), Nevares (Obispo Auxiliar de Phoenix), O´Connell (Obispo de Trenton), O´Hara (Obispo Auxiliar de Nueva York), Olmsted (Obispo de Phoenix), Paprocki (Obispo de Springfield, Illinois), Parkes (Obispo de Pensacola-Tallahassee, nombrado Obispo de Saint Petersburg en 2016), Perry (Obispo Auxiliar de Chicago), Provost (Obispo de Lake Charles), Reiss (Obispo Auxiliar de Detroit), Rhoades (Obispo de Harrisburg, hoy de Fort Wayne-South Bend), Rice (Obispo Auxiliar de Saint Louis), Ricken (Obispo de Green Bay), Sample (Obispo de Marquette, hoy Obispo de Portland), Scharfenberger (Obispo de Albany), Serratelli (Obispo de Paterson), Silva (Obispo de Honolulu), Slattery (Obispo de Tulsa), Sullivan (Obispo de Candem), Swain (Obispo de Sioux Falls), Timlin (Obispo Emérito de Scranton), Tobin (Obispo de Providence), Waltersheid (Obispo Auxiliar de Pittsburg), y Van Johnston (Obispo de Springfield, Missouri, nombrado Obispo de Kansas City en 2015).
FILIPINAS: Arzobispos Aniceto (Arzobispo Emérito de San Fernando), Argüelles (Arzobispo de Lipa), Lagdameo (Arzobispo de Jaro), Lavarias (Arzobispo de San Fernando), y Palma (Arzobispo de Cebú). Obispos Escaler (Obispo Emérito de Ipil), De Gregorio (Administrador de la Prelatura de Batanes), Hobayan (Obispo Emérito de Cazarman), Tobias (Obispo de Novaliches), y Vergara (Obispo de Pasig).
FRANCIA: Cardenales Barbarin (Arzobispo de Lyon), Ricard (Arzobispo de Burdeos), y Ving-Trois (Arzobispo de París y Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa). Arzobispos Aubertin (Arzobispo de Tours), Bacqué (Nuncio en Holanda), Carré (Arzobispo de Montpellier), Cattenoz (Arzobispo de Avignon), D´Ornellas (Arzobispo de Rennes), Le Gall (Arzobispo de Toulouse), Macaire (Arzobispo de Fort-de-France, La Martinica), Madec (Arzobispo Emérito de Toulon), Maillard (Arzobispo de Bourges), Thomazeau (Arzobispo de Montpellier, emérito en 2011) y Wintzer (Arzobispo de Poitiers). Obispos Aillet (Obispo de Bayona), Aumonier (Obispo de Versalles), Bagnard (Obispo de Belley-Ars), Batut (Obispo de Blois), Beau (Obispo auxiliar de París), Benoît-Gonnin (Obispo de Beavois, Noyon y Senlis), Blacquart (Obispo de Orleans), Boivineau (Obispo de Annecy), Bonfils (Obispo Emérito de Niza y Administrador Apostólico de Ajaccio), Brouwet (Obispo Auxiliar de Nanterre, nombrado Obispo de Tarbes-Lourdes en 2012), Castet (Obispo de Luçon), Centène (Obispo de Vannes), De Berranger (Obispo Emérito de Saint-Denis, +2017), De Dinechin (Obispo Auxiliar de París), De Germay (Obispo de Ajaccio), De Kerimel (Obispo de Grenoble), De Moulins-Beaufort (Obispo Auxiliar de París), Delmas (Obispo de Angers), Dubost (Obispo de Evry), Dufour (Obispo de Limoges), Fikart (Obispo Auxiliar Emérito de París), Fort (Obispo de Orleans), Gaschignard (Obispo de Aire y Dax), Ginoux (Obispo de Montauban), Fréchard (Obispo Emérito de Auch), Gaidon (Obispo Emérito de Cahors, +2011), Guillaume (Obispo Emérito de Saint-Dié), Herbreteau (Obispo de Agen), Kalist (Obispo de Limoges), Kratz (Obispo Auxiliar de Estrasburgo), Le Bègue de Germiny (Obispo de Blois), Lebrun (Obispo de Saint-Etienne), Mathieu (Obispo de Saint-Dié), Nahmias (Obispo de Meaux), Pansard (Obispo de Chartres), Rey (Obispo de Frejus-Toulon), Riocreux (Obispo de Pontoise), Roland (Obispo de Moulins), Scherrer (Obispo de Laval), y Séguy (Obispo Emérito de Autun).
GABÓN: Arzobispo Mvé Engone (Arzobispo de Libreville). Obispo Madega Lebouankenham (Obispo de Mouila).

GUINEA CONAKRI: Cardenal Sarah (Prefecto para el Culto Divino).
GUINEA ECUATORIAL: Arzobispo Nsué Edjang (Arzobispo de Malabo y Presidente de la Conferencia Episcopal de Guinea Ecuatorial). 
HAITÍ: Arzobispo Gayot (Arzobispo Emérito de Cap-Haitien, +2010).
HUNGRÍA: Obispos Farhat (Nuncio en Austria), y Lajos Varga (Obispo titular de Sicca Veneria y Auxiliar de Vác).
ITALIA: Cardenales Antonelli (Arzobispo de Florencia, emérito en 2008), Bagnasco (Arzobispo de Génova), Bartolucci (Maestro de Capilla Emérito de la Capilla Sixtina, +2013), Betori (Arzobispo de Florencia), Caffarra (Arzobispo de Bolonia), De Magistris (Penitenciario Mayor Emérito), De Paolis (Prefecto Emérito de Asuntos Económicos), Piovanelli (Arzobispo Emérito de Florencia), Poggi (Bibliotecario Emérito de la Santa Sede, +2010), Scola (Arzobispo de Venecia). Arzobispos Accerbi (Prelado de la Orden de Malta, emérito en 2015), Appignanesi (Arzobispo Emérito de Potenza), Bassetti (Arzobispo de Perugia, creado cardenal en 2014), Berloco (Nuncio Apostólico de Su Santidad en Bélgica), Boccardo (Arzobispo de Spoleto-Norcia), Brugnaro (Arzobispo de Camerino-San Severino), Crepaldi (Arzobispo de Trieste), Fisichella (Arzobispo titular de Vicohabentia y Presidente del Consejo Pontificio de Promoción de la Nueva Evangelización), Molinari (Arzobispo de L´Aquila), Miglio (Arzobispo de Cagliari), Negri (Arzobispo de Ferrara), Petrocchi (Arzobispo Metropolitano de L´Aquila), Pozzo (Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y Arzobispo titular de Bagnoregio) y Tiddia (Arzobispo Emérito de Oristano). Obispos Ambrosio (Obispo de Piacenza), Borghetti (Obispo de Albenga-Imperia), Cancian (Obispo de Città di Castello), Cerrato (Obispo de Ivrea), Giovanetti (Obispo de Fiesole, emérito en 2010), Girotti (Obispo titular de Meta y Regente emérito de la Penitenciaría Apostólica), Giusti (Obispo de Livorno), Lambiasi (Obispo de Rimini), Meini (Obispo de Fiésole), Mistrorigo (Obispo Emérito de Treviso), Oliveri (Obispo de Albenga-Imperia, emérito en 2016), Piseddu (Obispo Emérito de Lanusei), Pizziol (Obispo de Vicenza), Rabitti (Obispo de Ferrara), Raspanti (Obispo de Acireale), Ravignani (Obispo Emérito de Trieste), Reali (Obispo de Porto-Santa Rufina), Scanavino (Obispo de Orvieto), Sciacca (Secretario del Gobierno del Estado Vaticano, ahora Secretario adjunto de la Signatura Apostólica), Sigismondi (Obispo de Foligno), Silvani (Obispo de Volterra), Suetta (Obispo de Ventimiglia-San Remo), Tardelli (Obispo de San Miniato), Zenti (Obispo de Verona) y Zuppi (Obispo Auxiliar de Roma).
IRLANDA: Cardenal Brady (Arzobispo Emérito de Armagh y Primado de Irlanda). Arzobispo Martin (Arzobispo de Dublin y Primado de Irlanda). Obispos Magee (Obispo de Cobh), y Moriarty (Obispo Emérito de Kildare y Leighlin).
KAZAJSTAN: Obispo Schneider (Obispo Auxiliar de Astana).
LIECHTENSTEIN: Arzobispo Haas (Arzobispo de Vaduz).
LITUANIA: Obispo Bartulis (Obispo de Siauliai).

MAURICIO: Obispo Piat (Obispo de Port-Louis; nombrado cardenal en 2016).
MÉXICO: Cardenales Rivera Carrera (Arzobispo y Primado de México), Sandoval Íñiguez (Arzobispo Emérito de Guadalajara). Arzobispo Suárez Inda (Arzobispo de Morelia). Obispos González González (Obispo Auxiliar de Guadalajara), Gutiérrez Valencia (Obispo Auxiliar de Guadalajara) y Ortega Franco (Obispo Auxiliar de México).
MONACO: Arzobispo Barsi (Arzobispo de Mónaco).
NIGERIA: Cardenal Arinze (Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino). Obispos Ochiagha (Obispo Emérito de Orlu), y Tochukwu Ukwuoma (Obispo de Orlu).
NUEVA ZELANDA: Obispo Meeking (Obispo Emérito de Christchurch).
PAÍSES BAJOS: Obispo Punt (Obispo de Haarlem-Amsterdam), y Van Burgsteden (Obispo Emérito de Haarlem-Amsterdam). 
PARAGUAY: Obispo Livieres (Obispo Emérito de Ciudad del Este).
POLONIA: Cardenales Dziwisz (Arzobispo de Cracovia) y Nycz (Arzobispo de Varsovia). Arzobispos Golebiewski (Arzobispo de Wroclaw, Emérito en 2013), y Zycinski (Arzobispo de Lublin, + 2011). Obispos Balcerek (Obispo Auxiliar de Pozna), Buzun (Obispo Auxiliar de Kalisz), Cieslik (Obispo Auxiliar de Koszalin-Kolobrzeg), Czaja (Obispo de Opole), Depo (Obispo de Zamosc-Lubaczow, desde 2012 Arzobispo de Czestochowa), Dziuba (Obispo de Lowicz), Gorny (Obispo de Rzeszów, Emérito en 2013), Janocha (Obispo Auxiliar de Varsovia), Malysiak (Obispo Auxiliar Emérito de Cracovia), Mering (Obispo de Wloclawek), Mizinski (Obispo Auxiliar de Lublin), Pieronek (Obispo Auxiliar Emérito de Sosnowieck), Rys (Obispo Auxiliar de Cracovia), Stobrawa (Obispo Auxiliar de Opole),  Szkodon (Obispo Auxiliar de Cracovia) y Watroba (Obispo de Rzeszów).
PORTUGAL: Obispo De Faria (Obispo Emérito de Funchal).
PUERTO RICO: Obispos Corrada del Rio (Obispo de Mayagüez), y Torres Oliveira (Obispo Emérito de Ponce, +2012).
REINO UNIDO: Cardenal O´Brien (Arzobispo de Edimburgo y Primado de Escocia, emérito en 2013). Arzobispos Conti (Arzobispo de Glasgow), Longley (Arzobispo de Birmingham), McDonald (Arzobispo Emérito de Southwark) y Stack (Arzobispo de Cardiff). Obispos Arnold (Obispo de Salford), Brain (Obispo de Salford, Emérito en 2014), Brainey (Obispo de Middlesbrough), Campbell (Obispo de Lancaster), Cunnigham (Obispo de Hexham y Newcastle), Davies (Obispo de Shewsbury), Doyle (Obispo de Northampton), Drainey (Obispo de Middlesbrough), Egan (Obispo de Portsmouth), Gilbert (Obispo de Aberdeen), Hopes (Obispo de East Anglia), Jabalé (Obispo Emérito de Menevia), Kenney (Obispo Auxiliar de Birmingham), McGough (Obispo Auxiliar de Birmingham), McMahon (Obispo de Nottigham, hoy Arzobispo de Liverpool), Moran (Obispo de Aberdeen), Pargeter (Obispo Auxiliar Emérito de Birmingham), Robson (Obispo de Dunkeld), Sherrington (Obispo Auxiliar de Westminster, Londres), y Williams (Obispo Auxiliar de Liverpool).
REPÚBLICA CHECA: Obispo Baxant (Obispo de Litomerice).
RUSIA: Arzobispo Pezzi (Arzobispo de la archidiócesis de María Madre de Dios).
SINGAPUR: Arzobispo Goh Seng Chye (Arzobispo de Singapur).
SRI LANKA: Cardenal Ranjith (Arzobispo de Colombo).
SUIZA: Obispos De Raemy (Obispo Auxiliar de Lausana), Farine (Obispo Auxiliar de Lausana), Genoud (Obispo de Lausana y Friburgo, +2010), Gmür (Obispo de Basilea), Huonder (Obispo de Chur, Emérito en 2017), Morerod (Obispo de Ginebra, Lausana y Friburgo), y Perisset (Nuncio en Alemania).

TAIWAN: Obispo Liu Tan-Kuei (Obispo Emérito de Hsinchu). 
+ los obispos de la FSSPX: Fellay, De Galarreta, y Tisier de Mallerais (se incluyen porque están expresamente reconocidos como obispos en el decreto de levantamiento de las excomuniones de la Congregación de Obispos de 21 de enero de 2009).

CARD. SARAH: REFLEXIONES SOBRE CÓMO DEBERÍA APLICARSE, EN LA UNIDAD Y LA PAZ, SUMMORUM PONTIFICUM

El próximo 7 de julio se cumplirá el X aniversario de la promulgación de la Carta Apostólica motu proprio dataSummorum Pontificum” por S.S. Benedicto XVI, mediante la cual el Vicario de Cristo “ha hecho más accesible a la Iglesia universal la riqueza de la Liturgia romana según el usus antiquior, “considerada como un tesoro precioso que hay que conservar” y “ofrecer a todos los fieles» [i]

En el marco de las celebraciones de este aniversario, el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, se pronunció recientemente en el XVIII Encuentro Litúrgico de Colonia, invitado por varias asociaciones eclesiales, entre ellas Una Voce Alemania. En su mensaje el cardenal Sarah realizó unas importantes reflexiones «sobre la manera en que debería aplicarse, en la unidad y en la paz, el motu proprio Summorum Pontificum.», y que a continuación ofrecemos íntegramente a nuestros lectores:

«Restaurar la liturgia
Como bien sabéis, lo que se llamó, a principios del siglo XX, el «movimiento litúrgico», respondía a la voluntad del Papa San Pío X, expresada en el Motu proprio Tra le sollecitudini (1903), de restaurar la liturgia para hacer más accesibles sus tesoros y para que fuera, de nuevo, la fuente de una vida auténticamente cristiana. De ahí la definición de la liturgia como «cumbre y fuente de la vida y de la misión de la Iglesia», presente en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II (n. 10).

No repetiremos nunca suficientemente que la liturgia, como cumbre y fuente de la Iglesia, encuentra su fundamento en Cristo mismo. Efectivamente, Nuestro Señor Jesucristo es el único y definitivo Sumo Sacerdote de la Alianza Nueva y Eterna, porque él mismo se ha ofrecido en sacrificio y quiere «que seamos santificados por la ofrenda única del cuerpo de Cristo Jesús» (cfr. He 10, 14). Del mismo modo, como declara el Catecismo de la Iglesia Católica: «Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo» (n. 1068). Es en el marco del «movimiento litúrgico», del que uno de sus más bellos frutos fue la Constitución Sacrosanctum Concilium, donde conviene considerar el Motu proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007, cuyo décimo aniversario celebramos con gran alegría y acción de gracias este año. Podemos, por lo tanto, afirmar que el «movimiento litúrgico» iniciado por el Papa San Pío X nunca se ha interrumpido, y que sigue vigente hoy en día gracias al nuevo impulso que le confirió el Papa Benedicto XVI.

A este respecto, podemos mencionar el cuidado especial y la atención personal que éste demostraba cuando celebraba la Sagrada Liturgia; sus referencias continuas en sus discursos a su centralidad en la vida de la Iglesia; y, por último, sus dos documentos magisteriales: Sacramentum Caritatis y Summorum Pontificum. En otras palabras, lo que llamamos «aggiornamento litúrgico [puesta al día]»  ha sido, de alguna manera, completado por el Motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI.

¿De qué se trata? El Papa emérito establece la distinción entre dos formas del mismo rito romano: una forma llamada «ordinaria«, que corresponde a los textos litúrgicos del Misal romano revisado siguiendo las indicaciones del Concilio Vaticano II, y una forma denominada «extraordinaria«, que corresponde a la liturgia anterior al aggiornamento litúrgico. Por consiguiente, actualmente en el rito romano o latino hay dos Misales en vigor: el del Beato Papa Pablo VI, cuya tercera edición data del año 2002, y el de San Pío V, cuya última edición, promulgada por San Juan XXIII, se remonta a 1962.

Por un mutuo enriquecimiento
En la Carta a los obispos que acompañaba el Motu proprio, el Papa Benedicto XVI precisaba claramente que su decisión de que coexistieran los dos misales no tenía como finalidad, solamente, satisfacer el deseo de determinados grupos de fieles apegados a las formas litúrgicas anteriores al Concilio Vaticano II, sino también permitir el enriquecimiento mutuo de las dos formas del mismo rito romano, es decir: no sólo su coexistencia pacífica, sino la posibilidad de perfeccionar ambas poniendo en evidencia los mejores elementos que las caracterizan.

En particular escribía que «las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el Misal antiguo se podrán y deberán inserir nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios… En la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo«. Es, por lo tanto, en estos términos que el Papa emérito manifestaba su deseo de relanzar el «movimiento litúrgico».

En las parroquias donde el Motu proprio ha sido puesto en marcha, los párrocos testimonian un mayor fervor entre los fieles y los sacerdotes, como el propio padre Rodheudt puede atestiguar. Se ha observado también una repercusión y una evolución espiritual positiva en la manera de vivir las celebraciones eucarísticas según la forma ordinaria, sobre todo el redescubrimiento de actitudes de adoración hacia el Santísimo Sacramento: arrodillarse, genuflexión y, también, un mayor recogimiento caracterizado por ese silencio sagrado que debe marcar los momentos importantes del Santo Sacrificio de la misa para permitir a los sacerdotes y a los fieles interiorizar el misterio de la fe que se está celebrando.

Es cierto que es necesario impulsar la formación litúrgica y espiritual. Del mismo modo, es necesario promover una pedagogía perfectamente ajustada para superar un cierto «rubricismo» demasiado formal al explicar los ritos del Misal tridentino a quienes no lo conocen, o lo conocen de una manera demasiado limitada y, a veces, … parcial. Para ello, es necesario y urgente poner a punto un misal bilingüe latín-lengua vernácula, en vista de una participación plena, consciente, íntima y más fructífera de los fieles en las celebraciones eucarísticas.

Es muy importante también resaltar la continuidad entre los dos Misales mediante catequesis litúrgicas apropiadas… Muchos sacerdotes, conscientes de trabajar para la renovación litúrgica, declaran que se trata de una tarea estimulante y hacen sus aportaciones al «movimiento litúrgico», tal como decíamos antes, es decir, a la renovación espiritual y mística y, por lo tanto, misionera, querida por el Concilio Vaticano II, y a la que nos llama con fuerza el Papa Francisco.

Por consiguiente, la liturgia debe reformarse siempre para ser más fiel a su esencia mística. Pero la mayor parte del tiempo esta «reforma», que ha sustituido a la verdadera «restauración» deseada por el Concilio Vaticano II, se ha realizado con un espíritu superficial y basándose en un único criterio: suprimir a toda costa una herencia que es percibida como totalmente negativa y superada, con el fin de abrir un abismo entre el antes y el después del Concilio.

Ahora bien, basta retomar la Constitución sobre la Sagrada Liturgia y leerla honestamente, sin traicionar su sentido, para ver que el verdadero objetivo del Concilio Vaticano II no era poner en marcha una reforma que se convirtiera en ocasión de ruptura con la Tradición, sino más bien lo contrario: reencontrar y confirmar la Tradición en su significado más profundo. De hecho, lo que llamamos la «reforma de la reforma» y que tal vez deberíamos llamar, más apropiadamente, «el enriquecimiento mutuo de los ritos», por utilizar una expresión del magisterio de Benedicto XVI, es una necesidad ante todo espiritual. Y atañe, es evidente, a las dos formas del rito romano.

La atención particular que hay que aportar a la liturgia, la urgencia de tener en alta estima y de trabajar en su belleza, su sacralidad y el mantenimiento del justo equilibrio entre fidelidad a la Tradición y legítima evolución y, por lo tanto, el rechazo absoluto y radical de toda hermenéutica de discontinuidad y ruptura: estos son el corazón y los elementos esenciales de toda liturgia cristiana auténtica.

El cardenal Joseph Ratzinger ha repetido incansablemente que la crisis que sacude a la Iglesia, cincuenta años después, sobre todo después del Vaticano II, está vinculada a la crisis de la liturgia y, por consiguiente, a la falta de respeto, a la desacralización y la eliminación de los elementos esenciales del culto divino. «Estoy convencido que la crisis de la Iglesia que vivimos hoy en día está muy vinculada a la desintegración de la liturgia«, escribía en Mi vida. Recuerdos (1927-1977).

Ciertamente, el Concilio Vaticano II quiso promover una participación mayor del pueblo de Dios y acrecentar de día en día la vida cristiana entre los fieles cristianos (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 1) y se han llevado a cabo iniciativas hermosas en este sentido. No obstante, no podemos cerrar los ojos ante el desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viva han provocado al remodelar la liturgia de la Iglesia según sus propias ideas. Se han olvidado que el acto litúrgico es no sólo una oración, sino también y sobre todo un misterio en el que se realiza, para nosotros, algo que nosotros no podemos comprender plenamente, pero que debemos aceptar y recibir con fe, amor, obediencia y un silencio adorante. Es éste el verdadero significado de la participación activa de los fieles. No se trata sólo de una actividad únicamente externa, de un repartir papeles o funciones dentro de la liturgia, sino más bien de una receptividad intensamente activa: la recepción es, en Cristo y con Cristo, la ofrenda humilde de sí mismo en la oración silenciosa y con una actitud plenamente contemplativa.

La grave crisis de fe, no sólo a nivel de los fieles cristianos, sino también y sobre todo de muchos sacerdotes y obispos, nos ha hecho incapaces de comprender la liturgia eucarística como un sacrificio, como el acto idéntico, llevado a cabo una vez por todas por Jesucristo, haciendo presente el Sacrificio de la Cruz de manera incruenta, en toda la Iglesia, a través de los tiempos, los lugares, los pueblos y las naciones. A menudo tenemos la tendencia sacrílega a reducir la Santa Misa a una simple comida «comunitaria», a la celebración de una fiesta profana y a una autocelebración de la comunidad o, peor aún, a una diversión monstruosa contra la angustia de un vida que ya no tiene sentido o por el miedo de encontrarse con Dios cara a cara, puesto que su mirada nos obliga a quitar el velo y a mirar con verdad y sin esconderse la fealdad de nuestra interioridad.

Pero la Santa Misa no es una diversión. Es el sacrificio vivo de Cristo muerto en la Cruz para liberarnos del pecado y de la muerte en vista de revelar el amor y la gloria de Dios Padre. Muchos ignoran que la finalidad de toda celebración es la gloria y la adoración de Dios, la salvación y la santificación de los hombres porque, en la liturgia, «Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados» (Sacrosanctum Concilium, n. 7). La mayoría de los fieles -incluidos sacerdotes y obispos- ignoran esta enseñanza del Concilio. Como ignoran también que los verdaderos adoradores de Dios no son aquellos que, según sus ideas y creatividad, reforman la liturgia con la intención de hacer de ella algo que guste al mundo, sino que son los que, con el Evangelio, reforman en profundidad el mundo para que éste acceda a una liturgia que sea el reflejo de la liturgia que se celebra desde toda la eternidad en la Jerusalén celestial. Como ha subrayado a menudo Benedicto XVI, en la raíz de la liturgia se encuentra la adoración y, por consiguiente, Dios. Desde entonces, es necesario reconocer que la grave y profunda crisis que afecta a la liturgia y a la Iglesia desde el Concilio es debida al hecho de que su centro ya no es Dios y su adoración, sino los hombres y su pretendida capacidad de «hacer» algo para estar ocupados durante las celebraciones eucarísticas.

Incluso ahora, un número importante de eclesiásticos subestiman la gran crisis que atraviesa la Iglesia: relativismo en la enseñanza doctrinal, moral y disciplinaria; abusos graves; desacralización y banalización de la Santa Liturgia; visión puramente social y horizontal de la misión de la Iglesia. Muchos creen y afirman en voz alta que el Concilio Vaticano II suscitó una verdadera primavera en la Iglesia. Mientras tanto, un número cada vez mayor de eclesiásticos consideran esa «primavera» como un rechazo, una renuncia a su herencia multisecular o incluso como un cuestionamiento radical de su pasado y su Tradición.

Se reprocha a la Europa política el haber abandonado o negado sus raíces cristianas. Pero la primera que ha abandonado sus raíces y su pasado cristiano es, sin duda alguna la Iglesia católica post-conciliar.

Algunas Conferencias Episcopales se han negado incluso a traducir fielmente el texto original latino del Misal romano. Otras reclaman el derecho a que cada Iglesia local pueda traducir el Misal romano, no según la herencia sagrada de la Iglesia y siguiendo el  método y los principios indicados por Liturgiam authenticam, sino según las fantasías, las ideologías y las expresiones culturas susceptibles, se dice, de ser comprendidas y aceptadas por el pueblo. Pero el pueblo desea ser iniciado en el lenguaje sagrado de Dios. También el Evangelio y la Revelación son «reinterpretados», «contextualizados» y adaptados a la cultura occidental decadente.

En 1968, el obispo de Metz (Francia) escribía en su boletín diocesano una terrible barbaridad que era la voluntad y expresión de una ruptura total con el pasado de la Iglesia. Según este obispo, debemos incluso replantear la concepción misma de la salvación traída por Jesucristo, puesto que la Iglesia apostólica y las comunidades cristianas de los primeros siglos del cristianismo no habían entendido nada del Evangelio. Sólo a partir de nuestra época hemos comprendido el plan de salvación de Jesús. He aquí la osada y sorprendente afirmación del obispo de Metz [Paul Joseph Schmitt, n.n.]: «La transformación del mundo (mutación de la civilización) enseña e impone un cambio en la concepción misma de la salvación traída por Jesucristo; dicha transformación nos revela que el pensamiento de la Iglesia sobre el plan de Dios era, antes de la transformación actual, insuficientemente evangélico… Ninguna época ha sido capaz de entender el ideal evangélico de vida fraternal como lo ha sido la nuestra» (citado por Jean Madiran, L’hérésie du XXe siècle, Nouvelles Editions Latines (NEL), 1968).

Con una visión como ésta, no son de extrañar las devastaciones, las destrucciones y la guerra que vinieron a continuación y que persisten actualmente a nivel litúrgico, doctrinal y moral: la pretensión es que ninguna época como la nuestra ha sido capaz de comprender el «ideal evangélico». Muchos se niegan a mirar a la cara la obra de autodestrucción que la propia Iglesia está llevando a cabo mediante la demolición planificada de sus fundamentos doctrinales, litúrgicos, morales y pastorales. Mientras las voces de eclesiásticos de alto rango se multiplican repitiendo obstinadamente  evidentes errores doctrinales, morales y litúrgicos, ya condenados cientos de veces, y trabajan para destruir la poca fe que queda en el pueblo de Dios; mientras que la barca de la Iglesia, inundada por las olas, surca el mar tempestuoso de este mundo decadente, un número creciente de eclesiásticos y fieles grita: «Tout va très bien, Madame la Marquise! [Todo va muy bien, Señora Marquesa]» [es la frase irónica de una canción cómica de los años 30 en la que los empleados de una mujer noble la informan de una serie de catástrofes].

Pero la realidad es muy distinta. Efectivamente, como decía el cardenal Ratzinger: «Los Papas y los Padres conciliares esperaban una nueva unidad católica y ha sobrevenido una división tal que –en palabras de Pablo VI– se ha pasado de la autocrítica a la autodestrucción. Se esperaba un nuevo entusiasmo, y se ha terminado con demasiada frecuencia en el hastío y en el desaliento. Esperábamos un salto hacia delante, y nos hemos encontrado ante un proceso progresivo de decadencia que se ha desarrollado en buena medida bajo el signo de un presunto ‘espíritu del Concilio’, provocando de este modo su descrédito” (Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe). «Nadie hoy en día se atreve honesta y seriamente a contestar las manifestaciones de crisis y de guerra litúrgicas a las que nos ha llevado el Concilio Vaticano II» (Joseph Ratzinger, Teoría de los principios teológicos, 1985).

Hoy procedemos a fragmentar y demoler el Santo Missale Romanum al abandonarlo en manos de las diversidades culturales y los fabricantes de textos litúrgicos. Me alegro de poder felicitar, aquí, el trabajo enorme y maravilloso realizado a través de Vox Clara por las Conferencias Episcopales de lengua inglesa y las Conferencias Episcopales de lengua española y coreana, etc., que han traducido el Missale Romanum fielmente y en perfecta conformidad con las indicaciones y principios de Liturgiam authenticam. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos les ha otorgado la recognitio.

Una guerra litúrgica
Tras la publicación de mi libro Dios o nada, me han preguntado acerca de esta «guerra litúrgica» que, demasiado a menudo, divide a los católicos desde hace decenios. He afirmado que se trata de una aberración, pues la liturgia es el ámbito por excelencia donde los católicos deberían hacer experiencia de unidad en la verdad, la fe y el amor; en consecuencia, es inconcebible celebrar la liturgia teniendo en el corazón sentimientos de lucha fratricida y rencor.

Hablando de esto, ¿acaso Jesús no pronunció unas exigentes palabras sobre la necesidad de reconciliarse con el propio hermano antes de presentar la ofrenda en el altar? (cfr. Mt 5, 23-24). Porque «la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados ‘con los sacramentos pascuales’, sean ‘concordes en la piedad’; ruega a Dios que ‘conserven en su vida lo que recibieron en la fe’, y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin» (Sacrosanctum Concilium, n. 10).

En este «cara a cara» con Dios que es la liturgia, nuestro corazón debe estar purificado de toda enemistad, lo que supone que cada uno debe ser respetado en su propia sensibilidad. Esto significa, concretamente, que si por una parte es necesario reafirmar que el Concilio Vaticano II nunca ha exigido que se haga tabula rasa del pasado, lo que implicaría abandonar el Misal llamado de San Pío V, que ha generado tantos santos -nombramos sólo estos tres admirables sacerdotes que son San Juan María Vianney, el cura de Ars; San Pío de Pietrelcina y San Josemaría Escrivá de Balaguer-, al mismo tiempo es esencial promover la renovación litúrgica deseada por el mismo Concilio y, por consiguiente, los libros puestos al día tras la publicación de la Constitución Sacrosanctum Concilium, en concreto el Misal llamado del Beato Papa Pablo VI.

Y yo añado que lo más importante, ya sea que se celebre según la forma ordinaria o la extraordinaria, es proporcionar a los fieles lo que necesitan: la belleza de la liturgia, su sacralidad, el silencio, el recogimiento, la dimensión mística y la adoración. La liturgia tiene que ponernos cara a cara con Dios en una relación personal y de intensa intimidad. Debe favorecer que nos sumerjamos en la intimidad de la Santísima Trinidad.

Hablando del usus antiquior en su Carta de acompañamiento de Summorum Pontificum, el Papa Benedicto escribe que inmediatamente «después del Concilio Vaticano II se podía suponer que la petición del uso del Misal de 1962 se limitaría a la generación más anciana que había crecido con él, pero desde entonces se ha visto claramente que también personas jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía».

Se trata de una realidad ineludible, verdadero signo de nuestro tiempo. Cuando los jóvenes están ausentes de la Santa Liturgia debemos preguntarnos: ¿por qué? Debemos vigilar que las celebraciones según el usus recentior también faciliten este encuentro, que guíen a la gente por el camino de la via pulchritudinis que lleva a Cristo vivo y a la obra de su Iglesia a través de sus ritos sagrados. Efectivamente, la Eucaristía no es una especie de «cena entre amigos», una comida «comunitaria» de la comunidad, sino un Misterio sagrado, el gran Misterio de nuestra fe, la celebración de la Redención llevada a cabo por Nuestro Señor Jesucristo, la conmemoración de la muerte de Jesús sobre la Cruz para librarnos de nuestros pecados. Es conveniente, por lo tanto, celebrar la Santa Misa con la belleza y el fervor de un Santo Cura de Ars, de un Padre Pío o de un Josemaría, y es la condición sine qua non para alcanzar «desde arriba», si se me permite decirlo así, una reconciliación litúrgica (cfr. entrevista en el portal católico Aleteia, 4 de marzo de 2015).

Rechazo con firmeza, por tanto, que dediquemos nuestro tiempo a oponer una liturgia a la otra, o el Misal de San Pío V al del Beato Pablo VI. Se trata más bien de entrar en el gran silencio de la liturgia, dejándose enriquecer por todas las formas litúrgicas, ya sean latinas u orientales. De hecho, sin esta dimensión mística del silencio y sin un espíritu contemplativo, la liturgia seguirá siendo ocasión de rupturas causadas por el odio, de enfrentamientos ideológicos y de humillaciones públicas de los débiles por parte de quienes pretenden tener la autoridad, en lugar de ser el lugar de nuestra unidad y de nuestra comunión en el Señor. Por lo tanto, en lugar de enfrentarnos y detestarnos, la liturgia debería unirnos en la fe y en el verdadero conocimiento del Hijo de Dios, en una humanidad perfecta, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo… y, viviendo en la verdad del amor, creceremos en Cristo para elevarnos en todas las cosas hasta Él, que es la cabeza (cf. Ef 4, 13-15) [cfr. entrevista a La Nef, octubre de 2016].

Como bien saben ustedes, el gran liturgista alemán monseñor Klaus Gamber (1919–1989) utilizaba la palabra Heimat [hogar, en alemán] para designar esta casa común o «pequeña patria» de los católicos reunidos alrededor del Santo Sacrificio. El sentido de lo sagrado que impregna e irriga los ritos de la Iglesia es la inseparable correlación de la liturgia. Ahora bien, en estos últimos decenios, numerosos fieles han sido maltratados y profundamente turbados por celebraciones marcadas por un subjetivismo superficial y devastador, hasta el punto de que ya no reconocen su Heimat, su casa común, mientras que los jóvenes ¡nunca la han conocido! ¡Cuántos se han ido de puntillas, sobre todo los más insignificantes y los más pobres entre ellos! Se han convertido en una especie de «apátridas litúrgicos». El «movimiento litúrgico», al que están asociadas las dos formas, desea devolverles su Heimat para, así, introducirles de nuevo en su casa común, pues sabemos muy bien que en su obra de teología sacramental, el cardenal Joseph Ratzinger, mucho antes de la publicación de Summorum Pontificum, había puesto en evidencia que la crisis de la Iglesia y, por consiguiente, la crisis y debilitamiento de la fe, provienen en gran parte de la manera como tratamos la liturgia, según el antiguo adagio: lex orandi, lex credendi.

En el prefacio de la obra magistral de monseñor Gamber, Die Reform der römischen Liturgie [La reforma de la liturgia romana] el futuro Papa Benedicto XVI afirmaba lo siguiente:
«Recientemente un joven sacerdote me decía: necesitaríamos, hoy en día, un nuevo movimiento litúrgico. Era la expresión de un preocupación que, actualmente, sólo unos espíritus voluntariamente superficiales podrían ignorar. Lo que le importaba a este sacerdote no era conquistar nuevas y audaces libertades: ¿qué libertad no nos hemos tomado arrogantemente todavía? Él pensaba que necesitamos un nuevo comienzo que provenga de la intimidad de la liturgia, tal como había querido el movimiento litúrgico cuando estaba en el apogeo de su verdadera naturaleza, cuando no se trataba de fabricar textos, de inventar acciones y formas, sino de redescubrir el centro vivo, penetrar en el tejido propiamente dicho de la liturgia, para que su celebración surja de su propia sustancia.

»La reforma litúrgica, en su realización concreta, se ha alejado cada vez más de este origen. El resultado no ha sido una reanimación, sino una devastación. Por un lado, tenemos una liturgia que ha degenerado en espectáculo, en el que intentamos que la religión sea interesante mediante invenciones a la moda y provocadoras máximas morales, con éxitos momentáneos en el grupo de fabricantes litúrgicos, y una actitud aun más evidente de retroceso por parte de quienes forman parte de ese grupo que busca en la liturgia, no el ‘maestro de ceremonias’ espiritual, sino el encuentro con el Dios vivo ante el cual todo ‘hacer’ se convierte en insignificancia, puesto que sólo este encuentro es capaz de hacernos acceder a las verdaderas riquezas del ser.

»Por el otro lado, tenemos la conservación de las formas rituales cuya grandeza sigue emocionándonos pero que, llevada al extremo, manifiesta un aislamiento tenaz, dejando al final sólo tristeza. Ciertamente, entre estos dos polos hay muchos sacerdotes y fieles que celebran la nueva liturgia con respeto y solemnidad; pero son puestos en entredicho por la contradicción entre los dos extremos. Y la falta de unidad interna en la Iglesia hace que al final su fidelidad, equivocadamente en muchos casos, aparezca como una simple variedad personal de neo-conservadurismo.

»Ante esta situación se necesita un nuevo impulso espiritual para que la liturgia sea de nuevo, para nosotros, una actividad comunitaria de la Iglesia, arrancada de la arbitrariedad. No podemos ‘fabricar’ un movimiento litúrgico de este tipo -como tampoco podemos ‘fabricar’ algo vivo-, pero podemos contribuir a su desarrollo esforzándonos en asimilar de nuevo el espíritu de la liturgia y defendiendo públicamente lo que hemos recibido».

Creo que esta larga cita, tan oportuna y clara, debería interesarles al iniciar este Coloquio, pues contribuye a lanzar su reflexión sobre «la fuente del mañana» («die Quelle der Zukunft») del Motu proprio Summorum Pontificum. Efectivamente, déjenme que les transmita una convicción que tengo desde hace mucho tiempo: la liturgia romana reconciliada en sus dos formas, «fruto ella misma de un desarrollo», según la expresión de otro gran liturgista alemán, Joseph Jungmann (1889-1975), puede iniciar el proceso definitivo del «movimiento litúrgico» que tantos sacerdotes y fieles esperan desde hace tiempo. ¿Por dónde empezar? Me permito proponerles tres pistas que resumo en estas tres letras: SAF, es decir, Silencio-Adoración-Formación.

Ante todo, el silencio sagrado, sin el cual no podemos encontrar a Dios. En mi obra La fuerza del silencio, escribo: «En el silencio el hombre solamente adquiere su dignidad y su grandeza si se arrodilla para escuchar y adorar a Dios» (n. 66).

Después, la adoración; a este respecto, comparto mi experiencia espiritual también en La fuerza del silencio: «Por lo que a mí respecta, sé que los momentos más importantes de mi jornada son esas horas inigualables que paso arrodillado en la oscuridad ante el Santísimo Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Es como si estuviera sumergido en Dios y rodeado por todas partes de su presencia. Querría pertenecerle solo a Él y hundirme en la pureza de su Amor. Y, sin embargo, me doy cuenta de lo pobre que soy, de lo lejos que estoy de amar al Señor como Él me ha amado hasta entregarse por mí» (n. 54).

Por último, la formación litúrgica partiendo del anuncio de la fe o la catequesis, teniendo como referencia el Catecismo de la Iglesia Católica, lo que nos protege de posibles elucubraciones más o menos sabias de ciertos teólogos deseosos de «novedades». He aquí lo que dije a este respecto en lo que ahora es conveniente llamar, no sin un cierto sentido del humor, el Discurso de Lourdes del 5 de julio de 2016, pronunciado durante la Tercera Conferencia Internacional de la Asociación Sacra Liturgia: «La formación litúrgica es, ante todo y esencialmente, una inmersión en la liturgia, en el profundo misterio de Dios. Se trata de vivir la liturgia en todas sus dimensiones, de embriagarse bebiendo en una fuente que no apaga nunca nuestra sed de riqueza, de orden y de belleza, de silencio contemplativo, de exultación y adoración, de este poder que nos hace entrar en contacto íntimo con Aquel que está obrando en y por los ritos sagrados de la Iglesia» (Tercera Conferencia Internacional de la Asociación Sacra Liturgia, Londres, 5 de julio de 2016).

Es, por lo tanto, en este contexto global y en un espíritu de fe y de profunda comunión en obediencia a Cristo en la Cruz por lo que, humildemente, les pido aplicar con gran atención Summorum Pontificum; no como una medida negativa o retrógrada, que mira hacia el pasado, o como algo que construye muros y crea un gueto, sino como una contribución importante y verdadera para la vida litúrgica actual y futura de la Iglesia, así como para el movimiento litúrgico de nuestra época, por parte de un número cada vez mayor de personas, sobre todo jóvenes, que aportan tantas cosas verdaderas, buenas y hermosas.

Me gustaría concluir esta introducción con estas claras y luminosas palabras de Benedicto XVI, pronunciadas al final de su homilía en la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo de 2008: «Cuando el mundo en su totalidad se transforme en liturgia de Dios, cuando su realidad se transforme en adoración, entonces alcanzará su meta, entonces estará salvado«.

Les agradezco su benévola atención. ¡Que Dios les bendiga y colme sus vidas con su silenciosa Presencia!»

Fuente: Religión en Libertad. Traducción de Helena Faccia Serrano. Texto tomado de L’Homme Nouveau.

 

 

[i] Art. 1 y 8 a) Instrucción Universae Ecclesiae de la Pontifica Comisión Ecclesia Dei sobre la aplicación de la carta apostólica motu proprio data “Summorum Pontificum” de Su Santidad Benedicto XVI.

 

 

 

LA ASOCIACIÓN UNA VOCE SEVILLA PEREGRINARÁ A ROMA X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM (14-17 SEP.)

Para conmemorar el X Aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI, que restableció el uso de la liturgia tradicional, del 14 al 17 de septiembre próximos tendrá lugar en Roma una Peregrinación tradicional internacional. Será una ocasión única, ante todo, para peregrinar y rezar ante la tumba del Príncipe de los Apóstoles y primer papa y participar junto a fieles de todo el orbe de la Santa Misa de siempre en la Basílica de San Pedro para, entre otras cosas, dar gracias a Dios por los frutos espirituales de tan importante documento papal. Un grupo de fieles pertenecientes a la Comisión Misa tradicional en Andalucía, entre ellos de la Asociación Una Voce Sevilla, ya han confirmado su asistencia. Para más información sobre el viaje y la peregrinación, a la que se puede unir todo el que lo desee, pueden escribir a: misatradicionalandalucia@gmail.com o asociación@unavocesevilla.info

 

Del programa oficial de la Peregrinación, que a continuación damos a conocer, destaca el sábado 16 de septiembre la Misa Pontifical tradicional celebrada por Su Eminencia el Cardenal Caffarra, en la Basílica de San Pedro (altar de la Cátedra).

 

JUEVES 14 DE SEPTIEMBRE

De 9 a 18 h. Coloquio en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum).

18,30 h. Vísperas de la Exaltación de la Santa Cruz, celebradas por Monseñor Georg Gänwein, Prefecto de la Casa Pontificia, en la Basílica de San Marcos Evangelista al Campidoglio (Piazza Venezia).

 

VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE

16 h. Vía Crucis, conducido por los clérigos del Instituto del Buen Pastor.

19 h. Misa solemne celebrada por Monseñor Gilles Wach, Superior del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, en la Basílica de Santa María sopra Minerva.

 

SÁBADO 16 DE SEPTIEMBRE

9 h. Adoración Eucarística. Chiesa Nuova.

9,45 h. Procesión por las calles de Roma, presidida por Monseñor Guido Pozzo, Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.

11 h. Misa Pontifical celebrada por Su Eminencia el Cardenal Caffarra, en la Basílica de San Pedro.

 

DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE

11 h. Misa de clausura de la peregrinación celebrada en Rito Dominico por el Padre Dominique-Marie de Saint-Laumer, Prior general de la Fraternidad de San Vicente Ferrer.

 

Con el ruego de difusíón de esta información y animándoos a participar juntos en el X aniversario de Summorum Pontificum.

 

UNA VOCE SEVILLA

 

NICOLA BUX: LA LITURGIA TRADICIONAL FORTALECE A LA IGLESIA

Extracto de la homilía pronunciada por Don Nicola Bux, eminente liturgista y paladín de «la reforma de la reforma» impulsada por Benedicto XVI, el pasado 21 de mayo con ocasión de su viaje a París para presentar la edición francesa de su última obra: «No se juega con los sacramentos», y que traemos a colación por las importantes reflexiones que realiza sobre la liturgia tradicional o antigua:

«Ustedes que tienen la gracia de vivir su fe al ritmo de la liturgia tradicional, saben bien cómo la liturgia se vuelve vana y superficial si ya no contempla la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo. Debido a que recuerda al hombre de hoy que la liturgia, al igual que nuestras vidas, no puede ser más que cristocéntrica y teocéntrica, la forma extraordinaria del rito romano debe ser siempre más conocida, difundida  y celebrada.

Debemos dar gracias a Benedicto XVI por el regalo del motu proprio Summorum Pontificum que permite a muchos fieles fortalecerse en la fe, florecer a tantas vocaciones sacerdotales y religiosas y a muchos jóvenes aproximarse al misterio eucarístico. Diez años después de Summorum Pontificum, podemos repetir las mismas palabras del entonces cardenal Ratzinger por el décimo aniversario del motu proprio Ecclesia Dei, en 1998: ‘La presencia de la antigua liturgia en ningún caso perturba o amenaza la unidad, más bien es un don destinado a fortalecer el cuerpo de Cristo, del cual todos somos servidores’.».

Fuente: paixliturgique y traducido al español por: El Búho Escrutador

 

MONS. SCHNEIDER SOBRE LA MISA TRADICIONAL Y SUS RESTRICCIONES

A continuación, transcribimos unas recientes e interesantes declaraciones de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), acerca de su devoción por la Misa tradicional y las restricciones que en torno a ella llevan a cabo sacerdotes y obispos. Declaraciones pronunciadas en una entrevista realizada por un importante diario católico polaco, titulada «Construyamos sobre Cristo»,  donde el prelado habló sobre importantes temas de actualidad de la Iglesia. La entrevista fue publicada en inglés por Piotr Falkowski en la web Rorate Caeli:

 

«Usted es un bien conocido partidario de la liturgia tradicional y la devoción eucarística. ¿Cómo ha llegado a esta actitud?

La lección más profunda que he aprendido de celebrar la forma tradicional de la misa es la siguiente: yo no soy más que un pobre instrumento de una acción sobrenatural y sumamente sagrada, cuyo celebrante principal es Cristo, sumo y eterno Sacerdote. Cuando estoy celebrando la misa tradicional, siento que durante la celebración he perdido en algún sentido mi libertad individual, las palabras y los gestos se prescriben incluso en sus más pequeños detalles y no soy capaz de disponer de ellos. Siento muy profundamente en mi corazón que sólo soy un sirviente y un ministro que aún con el libre albedrío, la fe y el amor, no cumplo mi voluntad, sino la voluntad de Dios, incluso en los detalles más pequeños. El rito tradicional y milenario de la Santa Misa, que ni siquiera el Concilio de Trento cambió, porque el rito de la misa antes y después del Concilio era casi idéntico, proclama y poderosamente evangeliza la Epifanía del inefablemente santo Dios inmenso, que en la liturgia como “Dios con nosotros” como “Emmanuel” se convierte en tan poco y tan cercano a nosotros, incluso en los detalles de las rúbricas litúrgicas obligatorias. El rito de la misa tradicional es un muy artístico y, al mismo tiempo, poderoso anuncio del Evangelio, la realización de la obra de nuestra salvación. Cuando clérigos y obispos obstruyen o restringen la celebración de la misa tradicional, no obedecen a lo que el Espíritu dice a la iglesia, y están actuando de una manera muy anti-pastoral. Se comportan como los poseedores del tesoro de la liturgia, que no pertenece a ellos, porque ellos son sólo los administradores. Al negar la celebración de la misa tradicional o en la obstrucción y la discriminación en contra de ella, se comportan como un administrador infiel y caprichoso que – contrario a las instrucciones de la casa del padre – mantienen la despensa bajo llave o como una malvada madrastra que da a los niños la comida escasa. Quizás tales clérigos tienen miedo a la gran potencia de irradiación de la verdad de la celebración de la misa tradicional. Uno puede comparar la misa tradicional con un león: Déjelo libre, y se defenderá solo.

¿Y cuál fue su camino personal a la liturgia tradicional?

– Mi Camino a la liturgia tradicional vino de una manera orgánica, empezando por la educación en la fe católica a través de mi madre y mis abuelas durante la persecución de la Iglesia cuando vivía en la Unión Soviética-. También fui educado en la fe por un sacerdote santo, Padre Janis Pawlowski, un sacerdote capuchino de Letonia, que sufrió prisión durante la persecución y fue más tarde también mi párroco en Estonia, en Tartu. En ese momento como un niño y un adolescente, me enseñaron que todas las cosas, que están conectadas con la Santa Eucaristía, tienen que ser en modo eminente sagradas y sublimes. El padre Pawlowski celebraba la Santa Misa siempre volviendo la cara hacia el tabernáculo. Cuando mi familia emigró a Alemania Occidental en 1973, experimentamos una profunda conmoción y tristeza, al observar el nuevo estilo de celebrar la misa de cara al pueblo, como en un círculo cerrado. Este estilo de celebración me recordó el estilo de adoración a la que una vez asistí en una comunidad Bautista en la Unión Soviética. Otra sorpresa fue para nosotros la práctica de dar la sagrada comunión en la mano. Para mis padres, mis hermanos y para mí, tal práctica era realmente horrible, mi madre incluso lloró cuando vio una escena así. Doy gracias a Dios por la gran gracia de que en toda mi vida  siempre anhelaba mi alma la celebración de la misa de una manera sagrada y sublime. Yo llamaría a esto la “sensus liturgicuos fidei”, el sentido litúrgico de la fe. Siendo un hombre joven entré en una comunidad de canónigos regulares en Austria, donde la santa misa, que era el nuevo rito de la misa, celebrada en Latín de cara al Señor en el Sagrario, y la sagrada comunión dada de rodillas y en la lengua. Cuando el Papa Benedicto XVI en 2007 rehabilitó la liturgia tradicional de la misa, fue para mí una alegría profunda, ya que yo mismo entonces podría celebrar y asistir a la forma de la celebración de la misa, que experimenté en mi infancia durante la persecución de la Iglesia, la misma forma que experimentaron mis padres y abuelos. Para hablar con las palabras de Benedicto XVI: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, sigue siendo sagrado y grande para nosotros también, no puede ser, de repente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Es el deber de todos nosotros preservar la riqueza que se ha desarrollado en la fe y la oración de la Iglesia”. Por otra parte, la rehabilitación de la liturgia tradicional debería tener según Benedicto XVI  incluso también una influencia positiva en el nuevo rito de la misa. Uno de los más necesarios enriquecimientos consiste también en la celebración del nuevo rito de cara al Señor, como sugieren Benedicto XVI y recientemente el cardenal Robert Sarah, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino.».

Traducido al español por Rocío Salas para la web Adelante la Fe. Pueden leer la entrevista íntegra pinchando aquí.

 

 

 

CARD. SARAH: PAUTAS PARA APLICAR SUMMORUM PONTIFICUM

El Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el Cardenal Robert Sarah, en unas observaciones dirigidas a la XVIII Conferencia Litúrgica Internacional de Colonia, que se centra en el décimo aniversario de Motu Proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI -que normalizó el uso de la Misa tradicional- ha dado unas pautas para su aplicación, que la web Infocatólica resume así:

«Debe aplicarse «con mucho cuidado» y no como «una medida negativa y regresiva, que pretende regresar al pasado. Tampoco debe aplicarse como algo que construye muros y crea un gueto».

Más bien, debe ser «una contribución importante y genuina a la vida litúrgica tanto del presente como del futuro de la Iglesia».

Donde se celebra la forma extraordinaria, dijo el cardenal, los pastores han reportado un «mayor fervor» entre los fieles y los sacerdotes.

Donde se celebra la forma ordinaria, ha habido un impacto positivo en la liturgia, especialmente en el redescubrimiento de las posturas de adoración del Santísimo Sacramento, como el ponerse de rodillas y la genuflexión.

El Cardenal Sara dijo que hay un renovado sentido de la importancia del «silencio sagrado» en partes importantes de la Misa que permite a los sacerdotes y fieles «interiorizar el misterio de la fe que se celebra».

La reforma litúrgica en sí tiene un objetivo místico, dijo: «Por lo tanto, la liturgia debe reformarse para ser más fiel a su esencia mística».

Para leer la noticia entera pinche aquí.

 

 

3-5 JUNIO: PEREGRINACIÓN TRADICIONAL PENTECOSTES PARIS-CHARTRES 2017

El Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote en Madrid nos informa que:

«Durante el fin de semana de Pentecostés, desde el sábado 3 al lunes 5 de junio, un grupo de peregrinos españoles bajo la mirada maternal de “Nuestra Señora del Pilar”, se unirá a la 35ª Peregrinación Tradicional anual desde la catedral de Notre-Dame París a la de Notre-Dame Chartres. Este año el lema de la peregrinación es “Santa María, Madre de Dios”.

Esta peregrinación lleva realizándose desde el siglo XII, con alguna interrupción por las diversas guerras europeas acontencidas en la Historia. En efecto, se venera en la catedral de Chartres una reliquia insigna, un Velo de Nuestra Señora! Reliquia en Francia desde el ano 792, regalada por Constantino V a Carlo Magno, z en Chartres desde el siglo X. 

La asociación «Notre Dame de Chrétienté» ha reiniciado esta tradición en el año 1982.

La peregrinación parte a las 6 a.m del día 3 de junio de la catedral de Notre-Dame de París, para tras recorrer las calles de París, abandonar la ciudad y adentrarse en la campiña francesa emprender el viaje con destino Notre-Dame Chartres. Se recorren aproximadamente unos 100 km en tres días, durmiendo en tiendas de campaña, pero todo el esfuerzo físico y sacrificio servirá para nuestra eternidad. 

Nuestro capítulo este año, estará acompañado por D. Alexis Rouquayrol, sacerdote del ICRSS de Madrid, que nos ayudará en nuestro crecimiento espiritual: atendiendo confesiones y ayudándonos a elevar, durante las largas jornadas a pie, el alma a Dios con meditaciones sobre nuestra Fe, rezo del Santo Rosario, himnos, oraciones y cantos.

Los que estén interesados y quieran recibir más información, pueden ponerse directamente en contacto con el Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote o a través de la dirección de correo electrónico: nsdelpilar.chartres @ gmail.com

Aquí la pagina web de la asociación Notre-Dame de Chrétienté (inglés o francés)

No te la pierdas, este año, esta peregrinación no te dejará indiferente…»

 

Una Voce Sevilla les anima a participar en la peregrinación tradicional Chartres 2017.

 

 

DECLARACIÓN CANTATE DOMINO SOBRE LA MUSICA SACRA

Más de doscientos clérigos, músicos, académicos y amantes de la música sacra han suscrito recientemente, con ocasión del cincuentenario de la instrucción Musicam Sacram, la declaración Cantate Domino, sobre la importancia y el estado actual de la música sacra. La Declaración nos recuerda que la música sagrada es un tesoro de la Iglesia que debemos conservar y promover y muestra la profunda preocupación por la vía dolorosa que ha experimentado tras las décadas que siguieron a Sacrosanctum Concilium. Además contiene propuestas concretas para restaurar al día de hoy la dignidad de la litúrgica y de su música en la Iglesia, entre ellas la celebración de la Forma Extraordinaria del Rito Romano o Misa tradicional en cada basílica o catedral.

 

CANTATE DOMINO CANTICUM NOVUM

Declaración sobre la situación actual de la música sagrada

Los músicos, pastores, profesores, académicos y amantes de la música sagrada que firmamos más abajo presentamos humildemente a la comunidad católica de todo el mundo esta declaración, en la que expresamos nuestro gran amor por el tesoro de música sagrada de la Iglesia y nuestra profunda preocupación por su lamentable estado actual.

Introducción

Cantate Domino canticum novum, cantate Domino omnis terra (Salmo 96): este canto a la gloria de Dios ha resonado en la Cristiandad a lo largo de toda su historia, desde los primeros días hasta hoy. Tanto la Sagrada Escritura como la Sagrada Tradición dan pruebas de un gran amor por la belleza y poder que tiene la música en la adoración de Dios Omnipotente. El tesoro de la música sagrada ha sido siempre objeto de veneración por los santos, los teólogos, los Papas y los laicos de la Iglesia Católica.

Este amor por la música y el cultivo de ella queda demostrado, en todas las épocas de la literatura cristiana, por los muchos documentos que los Papas han dedicado a la música sagrada, comenzando con Docta Sanctorum Patrum de Juan XXII (1324) y Annus Qui de Benedicto XIV (1749), siguiendo con el Motu Proprio Tra le Sollicitudine de San Pío X (1903), con Musicae Sacrae Disciplina de Pío XII (1955), con el Quirógrafo sobre la Música Sagrada de San Juan Pablo II (2003), etcétera. Esta gran cantidad de documentación nos impele a considerar con la máxima seriedad la importancia y el papel de la música en la liturgia. Esta importancia dice relación con la profunda conexión entre la liturgia y su música, conexión que es doble: una buena liturgia proporciona la ocasión para una música espléndida, pero una música litúrgica de baja calidad la afecta enormemente. Y no puede olvidarse aquí la importancia ecuménica de la música, puesto que, como sabemos, otras tradiciones cristianas –como la anglicana, la luterana y la ortodoxa oriental- tienen en gran estima la importancia y dignidad de la música sagrada, como lo demuestra el celo con que protegen sus tesoros.

Hemos reflexionado sobre una importante fecha, el quincuagésimo aniversario de la promulgación de la Instrucción sobre la Música en la Liturgia, Musicam Sacram, el 5 de marzo de 1967, durante el pontificado del Beato Pablo VI. Releyendo hoy dicho documento, no podemos menos que pensar en la via dolorosa de la música sagrada en las décadas que siguieron a Sacrosanctum Concilium. En realidad, lo que ocurrió en algunos sectores de la Iglesia de aquel tiempo (1967) no estuvo siempre de acuerdo ni con Sacrosanctum Concilium ni con Musicam Sacram: en efecto, se forzó una implementación, en ocasiones sin vigilancia por parte del clero o de la jerarquía eclesiástica, de ciertas ideas que no estuvieron jamás presentes en los documentos del Concilio. En algunos países, el tesoro de la música sagrada, cuya preservación el Concilio había pedido, no sólo careció de protección sino que incluso se lo impugnó. Lo cual fue derechamente contrario al Concilio, que había establecido con toda claridad:

“La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne. En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura, como por los Santos Padres y los Romanos Pontífices, los cuales, en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino. La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo la mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades” (SC 112).

 

La situación actual

A la luz del pensamiento de la Iglesia, tan frecuentemente expresado, no podemos sino preocuparnos por la situación actual de la música sagrada, que es prácticamente desesperada, constituyendo los abusos en el campo de la música sagrada casi más la norma que la excepción. Queremos resumir aquí algunos de los elementos que contribuyen a la deplorable situación actual de la música sagrada y de la liturgia.

Se ha perdido la comprensión de la “forma musical de la liturgia”, es decir, del hecho de que la música es una parte inherente de la esencia misma de la liturgia como culto público, formal y solemne de Dios. No debemos solamente cantar en la Misa, sino que debemos cantar la Misa. Por lo tanto, como nos lo recuerda Musicam Sacram, las partes correspondientes al sacerdote debieran cantarse según los tonos contenidos en el Misal, con la debida respuesta de los fieles; debiera alentarse el canto del Ordinario de la Misa en gregoriano, o una música inspirada en él; y también los Propios de la Misa debieran recibir el lugar de honor que corresponde a su importancia histórica, a su función litúrgica y a su profundidad teológica. Similares consideraciones se aplican al canto del Oficio Divino. Rehusar cantar la liturgia; usar “música utilitaria” en vez de música sagrada; rehusar educarse a sí mismos o a los demás en la tradición y deseos de la Iglesia, y poner poco o ningún esfuerzo o medios en la preparación de un programa de música sagrada, constituyen una clara muestra del vicio de “pereza litúrgica”.

1.Esta pérdida de comprensión litúrgica y teológica va de la mano con la adhesión al secularismo. El secularismo de los estilos musicales populares ha contribuido a la desacralización de la liturgia, mientras que el secularismo de tanto comercio orientado al lucro ha impuesto con mayor rigor a las parroquias unas mediocres colecciones de música. Se ha alentado en la liturgia un antropocentrismo que socava su naturaleza misma. Actualmente, en vastos sectores de la Iglesia se da una incorrecta relación con la cultura, la cual puede ser concebida como una “red de conexiones”: en efecto, la situación real de nuestra música litúrgica (y de la liturgia misma, ya que ambas están vinculadas), constituye una ruptura de esta red de conexiones con nuestro pasado y hemos procurado conectarnos con un futuro que, sin su pasado, carece de significado. Hoy la Iglesia no está usando activamente sus riquezas culturales para evangelizar, sino que en gran parte está siendo ella misma usada por la cultura secular predominante, que nació en oposición al cristianismo, y que desestabiliza el sentido de adoración que está en el corazón de la fe cristiana.

2. En su homilía para la fiesta de Corpus Christi de 4 de junio de 2015, el papa Francisco ha hablado “del asombro de la Iglesia ante la realidad [de la Sagrada Eucaristía]… Un asombro que alimenta la contemplación, la adoración y la memoria”. ¿Dónde está este sentido de contemplación, de adoración y de asombro ante el misterio de la Eucaristía en tantas de nuestras iglesias a través del mundo? El se ha perdido porque estamos viviendo en una especie de Alzheimer espiritual, una enfermedad que nos está despojando de nuestra memoria espiritual, teológica, artística, musical y cultural. Se ha dicho que necesitamos incorporar a la liturgia la cultura de cada pueblo. Lo cual es verdad si se lo entiende correctamente, pero no si se lo entiende en el sentido de que la liturgia (y la música) ha de convertirse en el lugar donde tenemos que exaltar una cultura secular. Por el contrario, la liturgia es el lugar donde la cultura, toda cultura, es elevada a otro nivel y purificada.

3.Hay grupos en la Iglesia que presionan por una “renovación” que no refleja la enseñanza de la Iglesia sino que está al servicio de sus propios propósitos, visiones de mundo e intereses. Estos grupos cuentan con miembros colocados en posiciones claves de poder desde los que ponen en ejecución sus planes, su idea de cultura, su estilo de enfrentar los problemas contemporáneos. Hay poderosos lobbies, en algunos países, que han contribuido a reemplazar, de facto, los repertorios litúrgicos fieles a las directivas del Vaticano II con repertorios de mala calidad. De este modo, acabamos teniendo repertorios de nueva música litúrgica de estándares muy bajos, tanto en lo relativo al texto como a la música. Se llega a comprender que esto sea así cuando reflexionamos que no hay nada de valor perdurable que surja de una falta de conocimientos o de competencia, especialmente cuando se descuida los sabios preceptos de la tradición de la Iglesia:

“En este aspecto el canto gregoriano ha sido siempre considerado como el supremo modelo de música sagrada, por lo que es plenamente legítimo establecer la siguiente ley general: cuanto más se acerque a la forma gregoriana una composición escrita para la Iglesia, tanto en su aire, en su inspiración y en su sabor, tanto más sagrada y litúrgica será, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este supremo modelo” (S. Pío X, Motu Proprio Tra le Sollecitudini).

Hoy este supremo modelo es descartado, cuando no despreciado. Todo el Magisterio de la Iglesia nos ha recordado la importancia de adherir a este importante modelo, no como un modo de limitar la creatividad, sino como un fundamento sobre el cual puede florecer la inspiración. Si deseamos que los hombres busquen a Jesús, necesitamos preparar la casa con lo mejor que la Iglesia puede ofrecer. No invitamos a los hombres a nuestra casa, la Iglesia, para ofrecerles un subproducto de la música o del arte, puesto que se puede encontrar música de estilo pop mucho mejor fuera de la Iglesia. La liturgia es un limen, un umbral que nos permite dejar atrás nuestra existencia diaria y entrar en el culto de los ángeles: Et ideo cum Angelis et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus, cumque omni militia caelestis excercitus, hymnum gloriae tuae canimos, sine fine dicentes…

4.Este desprecio del canto gregoriano y del repertorio tradicional es signo de un problema mucho mayor, el desprecio de la Tradición. Sacrosanctum Concilium nos enseña que el legado musical y artístico de la Iglesia debiera ser respetado y venerado, porque es la encarnación de siglos de culto y de oración, y una expresión de las más altas cumbres de la creatividad y espiritualidad humanas. Hubo una época en que la Iglesia no corría en pos de la última moda, sino que era ella quien creaba la cultura y era su árbitro. La falta de compromiso con la tradición ha colocado a la Iglesia y a su liturgia en un camino inseguro y lleno de meandros. La separación que se ha intentado hacer de las enseñanzas de Vaticano II respecto de las enseñanzas anteriores de la Iglesia es un camino sin salida: el único camino hacia adelante es la hermenéutica de la continuidad propuesta por el Papa Emérito Benedicto XVI. La condición para una restauración de la liturgia y de su música a una situación de nobleza es la recuperación de la unidad, integridad y armonía de la enseñanza católica. Como el papa Francisco nos lo ha enseñado en su primera encíclica: “el conocimiento de sí, la misma autoconciencia, es relacional y está vinculada a otros que nos han precedido” (Lumen Fidei 38).

5.Otra causa de la decadencia de la música sagrada es el clericalismo y el abuso del estatus y posición clerical. Muchos clérigos que han recibido una pobre educación en la gran tradición de la música sagrada siguen tomando decisiones sobre personas y políticas que contravienen el auténtico espíritu de la liturgia y la renovación de la música litúrgica por la que se ha abogado tantas veces en nuestros tiempos. Además, con gran frecuencia contradicen las enseñanzas del Vaticano II en nombre de un supuesto “espíritu del Concilio”. Por otra parte, especialmente en algunos países de vieja tradición cristiana, los miembros del clero tienen acceso a posiciones que no están abiertas a los laicos, en circunstancias de que hay músicos laicos perfectamente capacitados para dar a la Iglesia un servicio profesional igual o mejor.

6.Advertimos asimismo el problema de las remuneraciones inadecuadas (y a veces injustas) a los músicos laicos. La importancia de la música sagrada en la liturgia católica exige en todas partes que por lo menos algunos miembros de la Iglesia estén bien educados, bien equipados y dedicados en estas materias a servir al Pueblo de Dios. ¿No es acaso verdadero que debemos dar a Dios lo mejor de nosotros? Nadie se asombra ni se altera al enterarse de que los médicos necesitan un salario para vivir, ni nadie aceptará que se le administre un tratamiento médico por voluntarios sin preparación; los sacerdotes tienen su salario, puesto que no pueden vivir si no comen, y si no comen no podrán prepararse en las ciencias teológicas ni celebrar dignamente la Misa. Si podemos pagar a los floristas y los cocineros que colaboran en las parroquias, ¿por qué habría de parecer raro que quienes realizan actividades musicales para la Iglesia tengan derecho a una justa compensación? [1]

Propuestas positivas

Podría parecer que lo que aquí hemos dicho es pesimista, pero tenemos la esperanza de que existe una forma de salir de este invierno. Presentamos aquí las siguientes propuestas in spiritu humilitatis, con el propósito de restaurar la dignidad de la liturgia y de su música en la Iglesia.

1.En nuestra calidad de músicos, pastores, académicos y católicos que amamos el canto gregoriano y la polifonía sagrada, tan frecuentemente alabados y recomendados por el Magisterio, solicitamos que sea reconfirmada esta herencia, así como las composiciones sagradas modernas, en latín o en lengua vernácula, que se inspiran en esta gran tradición, y pedimos que se den pasos concretos para su promoción en todas partes, en todas las iglesias del orbe, de modo que los católicos puedan cantar las alabanzas del Señor con una sola voz, un solo espíritu y un solo corazón, unidos en una cultura que supera todas sus diferencias. También pedimos que se vuelva a confirmar la importancia única del órgano de tubos para la sagrada liturgia debido a su singular capacidad de elevar los corazones hacia el Señor y por su perfecta adecuación para apoyar el canto de los coros y de las asambleas.

2.Es necesario que la educación del buen gusto musical y litúrgico comience con los niños. A menudo, algunos educadores sin formación musical creen que los niños no pueden apreciar la belleza del verdadero arte. Nada más lejos de la verdad. Si se usa una pedagogía que los ayude a acercarse a la belleza de la liturgia, los niños se formarán de un modo tal que verán robustecidas sus fuerzas, porque se les ofrecerá un nutritivo pan espiritual y no un alimento industrial aparentemente sabroso pero malsano (como ocurre en las “Misas para niños” que emplean música de inspiración pop). Sabemos por experiencia propia que cuando se hace oír a los niños tales repertorios, comienzan a apreciarlos y a desarrollar una relación más profunda con la Iglesia.

3.Para que los niños aprecien la belleza de la música y del arte, para que comprendan la importancia de la liturgia como fons et culmen de la vida de la Iglesia, debemos tener un laicado robusto que siga al Magisterio. Debemos abrir espacios a un laicado bien preparado en áreas vinculadas con el arte y la música. Hacen falta años de estudio para desempeñarse como músicos o educadores litúrgicos competentes. Es necesario reconocer este status “profesional”, y respetarlo y promoverlo de modo práctico. En relación con esto, sinceramente esperamos que la Iglesia siga trabajando contra ciertas obvias y sutiles formas de clericalismo, de modo que el laicado pueda contribuir plenamente en áreas donde la ordenación no es necesaria.

4.Debiera insistirse en que las catedrales y basílicas posean mayores estándares en relación con el repertorio y las competencias musicales. En cada diócesis el obispo debiera contratar al menos un director musical profesional y/o un organista que se guíen por instrucciones claras en lo relativo al fomento de la música litúrgica de excelencia en la catedral o basílica, y que constituyan un claro ejemplo de cómo combinar obras de la gran tradición con nuevas y apropiadas composiciones. Creemos que para esto hay un sólido principio en Sacrosanctum Concilium 23: “no se introduzcan innovaciones si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo después de haber tenido la precaución de que las nuevas formas se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente a partir de las ya existentes” (SC 23).

5.Queremos sugerir que en cada basílica y catedral se fomente la celebración de una Misa semanal en latín (en cualquiera de las dos formas del Rito Romano), de manera de preservar el vínculo que tenemos con nuestro pasado litúrgico, cultural, artístico y teológico. El hecho de que hoy muchos jóvenes estén redescubriendo la belleza del latín en la liturgia es, ciertamente, un signo de los tiempos, y nos urge a olvidar las luchas del pasado y buscar un enfoque más “católico” que se alimente de todos los siglos de culto católico. Con la actual disponibilidad de libros, folletos y recursos online, no habrá de ser difícil facilitar la participación activa de quienes deseen asistir a una liturgia en latín. Además, debiera fomentarse que cada parroquia celebre todos los domingos una Misa íntegramente cantada.

6.Para los obispos debiera ser una prioridad la educación litúrgica y musical del clero. Este tiene la responsabilidad de aprender y practicar las melodías litúrgicas, puesto que, de acuerdo con Musicam Sacram y otros documentos, debiera poder cantar las oraciones de la liturgia y no, simplemente, recitar las palabras. Por eso, en los seminarios y universidades debiera familiarizarse con la gran tradición de música sagrada de la Iglesia y apreciarla, en armonía con el Magisterio y con el saludable principio de Mt. 13, 52: “Todo escriba instruido en el reino de los cielos es como un hombre, amo de su casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

7.Antiguamente los editores católicos tuvieron un gran papel en la difusión de buenos ejemplos de música sagrada, antigua y nueva. Hoy esos mismos editores, aun perteneciendo a algunas diócesis o instituciones religiosas, difunden a menudo, por consideraciones puramente comerciales, música inapropiada para la liturgia. Muchos católicos fieles piensan que lo que los principales editores ofrecen está de acuerdo con la doctrina de la Iglesia Católica en lo referente a liturgia y música, en circunstancias de que ello frecuentemente no es así. Los editores católicos debieran tener como objetivo principal la educación de los fieles en la sana doctrina católica y en las buenas prácticas litúrgicas, y no el ganar dinero.

8.También es fundamental educar a los liturgistas. Así como los músicos necesitan comprender lo fundamental de la historia y la teología de la liturgia, así también los liturgistas deben ser educados en canto gregoriano, polifonía y en toda la tradición musical de la Iglesia, para que puedan discernir lo bueno de lo malo.

Conclusión

En su encíclica Lumen Fidei el papa Francisco nos ha recordado cómo la fe vincula pasado, presente y futuro:

“en cuanto respuesta a la palabra que la precede, la fe de Abraham será siempre un acto de memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino. De este modo, la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza (LF 10).

Este recuerdo, esta memoria, este tesoro que es nuestra tradición católica no es algo solamente del pasado, sino que es una fuerza vital en el presente, y siempre será un legado de belleza para las generaciones futuras. “Cantad al Señor, porque ha hecho proezas; ¡que sean conocidas en toda la tierra! ¡Exulta y grita de júbilo, tú que habitas en Sión, que es grande en medio de ti el Santo de Israel!” (Is. 12, 5).

 

ARTÍCULO: «LO QUE APRENDÍ DE UN FRANCÉS SOBRE LA MISA TRADICIONAL»

Un interesante artículo publicado en el sitio Liturgy Guy, (traducido en la recomendada web chilena Magnificat), «retrata admirablemente una de las ventajas más notorias de la Misa tradicional: su carácter intrínsecamente católico en su sentido etimológico, es decir, su universalidad. (CEC 811 y ss.) Hasta la reforma litúrgica un católico podía asistir a una Misa de rito romano en cualquier rincón del mundo y seguirla y comprenderla a la perfección, pudiendo participar en ella sin traba alguna. Asimismo, recogemos el llamado del autor a todos quienes participan en la Misa tradicional a ser embajadores de ella, sabiendo acoger a todos aquellos que se acercan por primera vez a la liturgia perenne de la Iglesia, tratando siempre de sumar y no de restar«.

A continuación, les ofrecemos el referido artículo:

Lo que aprendí de un francés sobre la Misa tradicional
Brian Williams

Hace unas semanas conocí a un francés, de nombre Paul, en la Misa tradicional. Había venido esa semana a Charlotte, Carolina del Norte [Nota de la Redacción: en los Estados Unidos de América], en viaje de trabajo. Pero fue la Misa tradicional lo que lo trajo a mi parroquia de Santa Ana aquel domingo.

Me di cuenta de la presencia de Paul apenas llegué a la iglesia: era una cara no familiar entre los asistentes a la Misa Solemne de cada semana. Luego de la Misa, me acerqué, en el patio de la iglesia, para saludar a nuestro visitante.

Contrariamente a lo que se cree, la mayor parte de los tradicionalistas no son ni más ni menos acogedores que los católicos corrientes. Dicho lo cual, debo añadir que los que asistimos normalmente a la Misa tradicional tenemos que ser embajadores de la liturgia tradicional, querámoslo o no. Si somos el rostro del tradicionalismo para nuestros amigos, nuestra familia y el resto de los miembros de la parroquia, tenemos que tener caras sonrientes y amistosas.

Luego de presentarme a Paul, supe que venía de Nantes, en Francia, y me contó que era casado, que tenía poco más de treinta años, y que no era probable que su trabajo lo trajera de nuevo a Charlotte en el futuro próximo. De hecho, tenía programado volar de vuelta a Francia ese mismo día. Como era domingo, sin embargo, había buscado una iglesia para asistir antes a Misa.

Paul me explicó que, de vez en cuando, suele asistir a la Misa tradicional en Francia, pero que allá se la celebra en muy pocas parroquias. Además, fue su conocimiento previo de la liturgia tradicional, y su familiaridad con ella, lo que lo impulsó a buscar esta Misa. Dicho brevemente, quiso que su experiencia de la Misa trascendiera el contexto geográfico y cultural en que vivía. Aquel domingo, el lenguaje, los movimientos y la música de la Misa tradicional eran para él cosa familiar, en medio de lo desacostumbrado de una visita a un país extranjero.

Es que así es el genio de la liturgia tradicional: su constancia y su universalidad. Trascendiendo límites y culturas, la Misa tradicional nos recuerda, al cabo, que somos extranjeros. Nuestro hogar es el Cielo.

Para muchos, es su intemporalidad y universalidad lo que constituye el atractivo de la Misa tradicional. No es liturgia estadounidense, no es liturgia francesa. Es, simplemente, liturgia católica. Esto fue lo que atrajo a Paul, un francés de Nantes, a esa pequeña parroquia de Charlotte, North Carolina.

Fuente: Asociación Litúrgica Magníficat. Capítulo chileno de la Federación Internacional Una Voce.

 

Misa tradicional en la Catedral de Notre Dame (París)

VIDEO: ¿ES VÁLIDA LA MISA TRIDENTINA?

A continuación, les ofrecemos el vídeo de una interesantísima entrevista al presidente de la Federación Internacional Una Voce , don Felipe Alanís, en el canal digital mejicano Mundo Católico tv, donde explica, entre otras muchas cosas, el sentido y validez que tiene al día de hoy en la Iglesia la celebración del tesoro espiritual que es la Misa tridentina o tradicional.

 

INFORME FIUV: «EL MODO DE RECIBIR LA COMUNIÓN»

Esta semana traemos a la web de Una Voce Sevilla otro interesante informe sobre liturgia tradicional publicado por la Federación Internacional Una Voce (F.I.U.V), en esta ocasión el nº3 de los denominados por ésta «paper position», dedicado al «modo de recibir la comunión», cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de abril de 2012 por la F.I.U.V., y ha sido traducido recientemente al español por la asociación litúrgica hermana Magnificat, de Chile. A continuación, el texto de dicho informe:

 

EL MODO DE RECIBIR LA COMUNIÓN

 
Sumario
 
La Instrucción Universae Ecclesiae deja en claro que la comunión debe recibirse de rodillas y en la lengua en la celebración de la forma extraordinaria. La recepción en la lengua es, de hecho, la ley universal de la Iglesia, a la cual determinadas Conferencias Episcopales han hecho excepciones. El valor de arrodillarse para expresar humildad en presencia de lo sagrado está afirmado en innumerables textos de la Escritura y enfatizado por el Papa Benedicto XVI en su libro El espíritu de la liturgia. El momento de recibir la comunión es el más apropiado de todos para demostrar esta actitud. La recepción en la lengua, aun cuando no fue universal en la Iglesia primitiva, se universalizó rápidamente, reflejando la gran preocupación de los Padres de que no se perdieran partículas de la hostia, preocupación reiterada por el Papa Pablo VI en la Instrucción Memoriale Domini. En conclusión, la forma tradicional de recibir la comunión, que muestra tanto humildad como receptividad de niños, prepara al comulgante para una recepción fructífera. Además, se conforma perfectamente con la actitud general de reverencia hacia las Sagradas Especies, tal como se encuentra en la forma extraordinaria.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
Texto:
1.Tal como ocurre con el servicio de hombres y niños en el altar[1], la cuestión del modo de recibir la comunión en las celebraciones de la forma extraordinaria del rito romano ha sido resuelta por la Instrucción Universae Ecclesiae (2011), que sostiene la obligatoriedad, en las celebraciones de la forma extraordinaria, de las leyes litúrgicas vigentes en 1962 [2]. Ellas especifican que la comunión ha recibirse por los fieles de rodillas y en la lengua.
2.Mientras que el servicio del altar por mujeres ha sido permitido en la forma ordinaria, según el parecer del Ordinario del lugar, la prohibición de recibir la Comunión en la mano por los fieles fue expresamente reiterada por el papa Pablo VI[3], quien estableció que las solicitudes de derogación de la ley deberían hacerse a la Santa Sede por una Conferencia Episcopal. Explicar el valor de esta práctica, como lo aspira a hacer este ensayo, es explicar el valor de la legislación propia de la Iglesia.
De rodillas.
3.Como lo ha hecho ver el papa Benedicto XVI, “[a]rrodillarse no es algo propio de una sola cultura, sino que proviene de la Biblia y de su experiencia de Dios” [4]. Y sigue explicando que arrodillarse es algo que se encuentra en numerosos pasajes de la Escritura como la actitud conveniente a la oración de petición y de adoración en presencia de Dios. Al arrodillarnos seguimos el ejemplo del mismo Señor [5], cumplimos con el Himno de Cristo de la Carta a los Filipenses [6] y nos adecuamos a la liturgia celestial que se deja entrever en el Apocalipsis [7]. El Santo Padre concluye: “Resulta probable que el arrodillarse sea extraño a la cultura moderna, en la medida que ella constituye una cultura, porque esta cultura ha dado las espaldas a la fe y ya no conoce al Uno, delante del cual arrodillarse es lo propio, es, en realidad, la postura intrínsecamente necesaria. El hombre que aprende a creer aprende también a arrodillarse, y la fe y la liturgia para la cual arrodillarse no fuera lo normal estaría enferma en lo más íntimo. Donde el arrodillarse se ha perdido, debe recuperárselo de modo que, en nuestra oración, permanezcamos en la compañía de los apóstoles y los mártires, en la compañía de todo el cosmos, en unión, efectivamente, con el mismo Jesucristo [8].
4.Es necesario agregar que el momento de la recepción del Cuerpo del Señor en el Santísimo Sacramento es el momento apropiado para arrodillarse, y hacerlo es una muy antigua tradición en Occidente [9], que reemplazó otros gestos de reverencia [10]. San Juan Pablo II nos recuerda que la actitud correcta para recibir la Comunión es “la humildad del Centurión del Evangelio” [11]: esta actitud se expresa por y se alimenta de la postura de la humildad, el arrodillamiento. La exigencia, en la disciplina actual de la Iglesia, de que se haga “un gesto de reverencia” cuando se recibe la Comunión [12] se cumple de un modo muy natural y no forzado recibiéndola de rodillas.
En la lengua
5.La recepción de la comunión en la lengua y no en la mano, aunque no fue una práctica exclusiva en la Iglesia primitiva, se remonta a los tiempos más antiguos. De ello da testimonio San Efrén el Sirio [13] y la antigua liturgia de Santiago [14], y se la menciona al menos como una posibilidad por el papa San Gregorio Magno [15], y fue mandada por el Concilio de Rouen alrededor del año 878 [16]. Parece que el Señor puso el pan directamente en la boca de Judas en la Última Cena [17], y es posible que haya hecho lo mismo con las Especies Consagradas. La difusión de este método en la Iglesia (con variantes distintas en Oriente y Occidente) deriva naturalmente de la gran preocupación de los Padres de que no se perdiera ninguna partícula de la Hostia. San Cirilo de Jerusalén (citado invariablemente por su descripción de la Comunión en la mano [18]) advierte que los fragmentos de Hostia debieran ser considerados más preciosos que el polvo de oro [19], e igual preocupación muestran Tertuliano [20], San Jerónimo [21], Orígenes [22], San Efrén [23] y otros más [24]. Esta preocupación de funda en la Escritura, en el mandamiento del Señor a los discípulos luego de alimentar a la multitud, tipo de la Eucaristía: “Recojan los fragmentos que hayan sobrado, para que no se pierdan” [25].
6.Esta preocupación se reitera, y se la vincula con la recepción en la lengua, por la Instrucción Memoriale Domini (1969), que resume una serie de consideraciones en favor de la forma tradicional de distribuir la comunión: “En vistas del estado de la Iglesia en general hoy día, debe observarse este modo de distribuir la comunión, no sólo porque está respaldada por una tradición de muchos siglos sino especialmente porque es un signo de reverencia de los fieles hacia la Eucaristía. Esta práctica no disminuye de modo alguno la dignidad personal de quienes que se acercan a este gran Sacramento, y es parte de la preparación que se necesita para una fructífera recepción del Cuerpo del Señor” [26]. Esta reverencia es un signo de que no se comulga con “el pan y la bebida ordinaria” [27] sino con el Cuerpo y la Sangre del Señor […] Además, esta manera de comulgar, que hoy debe ser considerada como prescrita por la costumbre, da una seguridad más efectiva de que la comunión será distribuida con la apropiada reverencia, decoro y dignidad; de que se evitará todo peligro de profanación de las Especies Eucarísticas, en las que “el Cristo todo y entero, Dios  y hombre, está sustancialmente contenido y permanentemente presente de un modo único” [28] y, finalmente, de que se mantendrá el diligente cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre para cada fragmento del pan consagrado: “Si permitís que algo se pierda, considerad que perdéis uno de vuestros miembros” [29].
7.La posibilidad de que la comunión en la mano conduzca a “una deplorable falta de respeto hacia las Especies Eucarísticas” fue confirmada por San Juan Pablo II [30]. El peligro de una profanación deliberada del Santísimo Sacramento, advertida asimismo en Memoriale Domini, se ha hecho también tristemente evidente en una época en que los actos sacrílegos pueden hacerse públicos en Internet, para escándalo de los católicos de todo el mundo. Este tema es abordado de nuevo por la Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), que se refiere otra vez a la distribución del Santísimo Sacramento sólo en la lengua como el remedio efectivo: “Si hay riesgo de profanación, la Comunión no debe ser dada a los fieles en la mano” [31].
8. San Juan Pablo II planteó un problema relacionado cuando escribió que “[t]ocar las sagradas especies y distribuirlas con sus manos es un privilegio de los ordenados” [32], y vincula esto con la consagración de las manos del sacerdote [33]. Esto trae a la memoria el famoso pasaje de Santo Tomás de Aquino, citado en relación con esto en una declaración oficial de la Oficina para lasCelebraciones Litúrgicas del Supremo Pontífice [34]: “[…] por reverencia hacia el Sacramento, nada lo toque, a menos de estar consagrado; de ahí que el corporal y el cáliz están consagrados, y del mismo modo las manos del sacerdote, para tocar este Sacramento. Por ello no es lícito para nadie más tocarlo, salvo por necesidad como, por ejemplo, si fuera a caer al suelo, o en algún caso de urgencia” [35].
9.El que este método tradicional se haya desarrollado a través del tiempo, no es un argumento en su contra, sino un testimonio de las importantes consideraciones que, de un modo reiterado, condujeron a su adopción. Como el Papa Pío XII lo afirmara en Mediator Dei(1948) de modo bien conocido, las prácticas más antiguas no son ipso facto preferibles a otras que se han desarrollado bajo la guía del Espíritu Santo a lo largo de muchos siglos [36].

 

Conclusión

10.La importancia de la actitud interior de humildad, recalcada por San Juan Pablo II, y la exigencia de un “gesto de reverencia” [37], no son sólo una cuestión de decoro ante la Presencia Real del Señor, por muy importante que esto sea. Más bien, la gracia recibida por quien comulga depende de su disposición, y el cultivo de la disposición correcta, la de humildad e infantil receptividad, se facilita por la recepción de rodillas y en la lengua. Como lo enfatizó Pablo VI: se trata de una “parte de la preparación necesaria para la recepción fructífera del Cuerpo del Señor” [38].

11.El valor de este método tradicional fue reiterado por la decisión de Benedicto XVI de distribuir él mismo la comunión en la lengua a los fieles durante las celebraciones pontificias. El comentario oficial a esta decisión menciona tanto la preocupación por la pérdida de partículas de la Hostia Consagrada como por aumentar entre los fieles la devoción a la Presencia Real de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía [39]. Además, el método tradicional es llamado “un signo exterior” que “promueve la comprensión del misterio de este gran Sacramento” [40].

12.En el contexto específico de la forma extraordinaria del rito romano, la práctica exclusiva de recibir la comunión de rodillas y en la lengua va de la mano con la gran reverencia del sacerdote celebrante hacia el Santísimo Sacramento en dicha forma. Dos ejemplos de ello serían la doble genuflexión del sacerdote en la Consagración, y el mantener unidos el pulgar y el índice desde la Consagración hasta la purificación del cáliz. La recepción de la comunión en la mano crearía una dañina disonancia con otros elementos de la liturgia. El tema está bien expresado en la Instrucción Il Padre, incomprensibile(1996), dirigida a las Iglesias Orientales, sobre la importancia de continuar con el modo de recibir la comunión tradicional en esas Iglesias: “Aun si esto impide poner de relieve el valor de otros criterios, también legítimos, e implica renunciar a cierta expedición, cambiar el uso tradicional tiene el riesgo de incurrir en una intrusión no orgánica en el marco espiritual a que se refiere” [41].

[1] Federación Internacional Una Voce, Position Paper 1: El servicio del altar de hombres y niños.

[2] Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Instrucción Universae Ecclesiae (2011), núm. 28.

[3] Instrucción Memoriale Domini (1969): “el Supremo Pontífice juzgó que la antigua forma de administrar la Comunión a los fieles no debía ser cambiada”.

[4] Ratzinger, J., El espíritu de la liturgia (Madrid, Cristiandad, 2001), p. 228.

[5] Lc. 22, 41 (durante la agonía en Getsemaní): “y se retiró de ellos la distancia de un tiro de piedra. Y arrodillándose, oraba” (et ipse avulsus est ab eis quantum iactus est lapidis et positis genibus orabat).

[6] Flp. 2, 10: “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble” (ut in nomine Iesu omne genu flectet).

[7] Apoc. 5, 8: “Y cuando hubo abierto el libro, las cuatro criaturas vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero” (et cum peruisset librum quattuor animalia et viginti quattuor seniores ceciderunt coram agno).

[8] Ratzinger, El espíritu de la liturgia, cit., p. 228.

[9] En Occidente el desarrollo del arrodillarse para la comunión data de al menos el siglo VI: véase Schneider, A., Dominus est (Pine Beach NJ: Neman House Press, 2008) p. 27. [hay traducción española: Dominus est. Reflexiones de un obispo de Asia Central sobre la Sagrada Comunión, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2009]. Arrodillarse se hizo general y luego universal entre los siglos XI y XVI: Joseph Jungmann, The Mass of the Roman Rite: its origins and developments (trad. inglesa, New York, Benzinger, 1955), p. 376.

[10] Jungmann cita ejemplos de aproximarse a la comunión descalzos, haciendo una genuflexión y una reverencia tres veces repetida y besando el suelo, o el pie del sacerdote (The Mass of the Roman Rite, cit., II, p. 377-8).

[11] Juan Pablo II, Encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003), núm. 48: “cum demissione centurionis in Evangelio”.

[12] Instrucción General del Misal Romano (2002), núm. 160.

[13] San Edrén el Sirio, Sermones in Hebdomada Sancta 4, 5: “Isaías me vio [Cristo] como vosotros me veis ahora extendiendo mi mano derecha y poniendo en vuestras el pan vivo”. Se hace referencia a la visión de Isaías del ángel que le tocó los labios con un carbón encendido (Isaías 6, 6-7).

[14] Bozestwennaya Liturgia Swjatago Apostoloa Iakowa Brata Boziya I perwago bierarcha Ierusalima (Roma, Grottaferrata, 1970) p. 151: “El Señor os bendiga, y os haga dignos con el toque de nuestros dedos puros de llevar el carbón encendido y ponerlo en la boca de los fieles […]”.

[15] San Gregorio Magno, Diálogos 3, c. 3: “después de que le puso el Cuerpo del Señor en la boca, esa lengua, que por largo tiempo no había hablado, fue desatada”. El contexto es la curación de un hombre enfermo, que posiblemente no podía ponerse la Hostia en la boca: era la lengua, entre otras cosas, que necesitaba curación. Con todo, el texto no indica sorpresa ante el hecho de que se ponga la hostia directamente en la boca del hombre.

[16] Concilio de Rouen, cap. 2: “que no ponga [el sacerdote] la Eucaristía en las manos de laico alguno, hombre o mujer, sino que él la ponga sólo en la boca con las siguientes palabras: “Corpus Domini et Sanguis prosit tibi ad remissionem peccatorum et ad vitam aeternan” (nulli autem laico aut feminae eucharistian in manibus ponat, sed tantum in os eius). Mansi 10: 1199 ss. Cfr. Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., II, pp. 381-2.

[17] Jo. 13, 26-27: “Jesús respondió: es aquel a quien Yo dé el pan untado. Y untando el pan, se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Y con ese bocado, Satán entró en él”.

[18] San Cirilo de Jerusalén, Mystagogical Catechesis, 5, 21 y ss.

[19] San Cirilo de Jerusalén, Mystagogical Catechesis, 5, 2.

[20] Tertuliano, De Corona, 3: “Nos duele que el pan o el vino, aun el nuestro, caiga al suelo”.

[21] San Jerónimo, In Ps, 147, 14: “hay peligro si algo cayera al suelo”.

[22] Orígenes, In Exod. Hom., 13, 3: “cuando recibas el Cuerpo del Señor, cuida reverentemente de que no caiga ni la más mínima partícula”.

[23] San Efrén, Sermones in Hebdomada Sancta 4, 4: “no piséis ni siquiera los fragmentos. El menor de estos fragmentos de este Pan puede santificar a millones de hombres […]”.

[24] En especial los cánones de la Iglesia Copta (Collationes canonum Copticae): “No permita Dios de que ninguna de estas perlas o fragmentos consagrados se adhiera a los dedos o caiga al suelo” (Denzinger, Ritus Orientalium, I, p. 95).

[25] Jo. 6, 12. Cf. Mt 14, 20 y 15, 37; Mc. 6, 43 y 8, 9; Lc. 9, 17.

[26] [Nota 6 al pie en Memoriale Domini]. Cfr. San Agustín, Enarrationes in Psalmos, 98, 9 (PL 37, 1264-1265).

[27] [Nota 7 al pie en Memoriale Domini]. Cfr. San Justino, Apologia, I, 66 (PG 6, 427), y San Ireneo, Adversus Haereses, 1, 4, c. 18 n. 5 (PG 7, 1029-1029).

[28] [Nota 9 al pie en Memoriale Domini].

[29] [Nota 10 al pie en Memoriale Domini] Cirilo de Jerusalén, Catecheses Mystagogicae, V. 21 (PG 33, 1126).

[30] San Juan Pablo II, Carta Dominicae Coenae (1980), núm. 11.

[31] Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), núm. 92, donde se reitera la respuesta de la Congregación para el Culto Divino a un dubium de 1999, registrada en Notitiae 35 (1999), pp. 160-161.

[32] Juan Pablo II, Carta Dominicae Coenae, núm. 11.

[33] Juan Pablo II, Carta Dominicae Coenae, núm. 11: “Pero no debe olvidarse el oficio primer de los sacerdotes, que han sido consagrados por su ordenación para representar a Cristo Sacerdote: por esta razón sus manos, igual que sus palabras y su voluntad, se han convertido en instrumentos directos de Cristo”.

[34] Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Supremo Pontífice: “Comunión recibida en la lengua y de rodillas” (2010) [el texto sólo está disponible en inglés: véase aquí].

[35] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIIa q. 82, a. 3 c: “in reverentiam huius sacramenti, a nulla re contingitur nisi consacrata, unde et corporales et calix consecrantur, similitere et mabus sacerdotis, ad tangendum hoc sacramentum. Unde nulli alii tangere licet, nisi in necessitate puta si caderet per terram, vel in aliquo alio necessitatis casu”.

[36] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1948), núm. 61: “La liturgia de los primeros siglos es ciertamente digna de toda veneración. Pero los usos antiguos no deben ser estimados más adecuados o convenientes, ya sea en sí mismos o por su significado, para épocas posteriores y nuevas situaciones, sobre la mera base de que tienen el sabor y aroma de la antigüedad. Los ritos litúrgicos más recientes también merecen reverencia y respeto. Ellos también deben su inspiración al Espíritu Santo, que asiste a la Iglesia en cada época, hasta la consumación del mundo (Mt. 28, 20]. Ellos son igualmente recursos que la ínclita Esposa de Jesucristo usa para promover y procurar la santidad del hombre” (Haec eadem iudicandi ratio tenenda est, cum de conatibus agitur, quibus nonnulli enituntur quoslibet antiquos ritus ac caeremonias in usum revocare. Utique vetustas aetatis Liturgia veneratione procul dubio digna est; veruntamen vetus usus, non idcirco dumtaxat quod antiquitatem sapit ac redolet, aptior ac melios existimandus est vel in semetipso, vel ad consequentia tempora novasque rerum condiciones quod attinet. Recentiores etiam liturgici ritus reverentia observantiaque digni sunt, quoniam Spiritus Sancti afflatu, qui quovis tempore Ecclesiae adest ad consummationem usque saeculorum (cf. Mt. 28, 20) orti sunt; suntque iidem pariter opes, quibus ínclita Iesu Christi Sponsa utitur ad hominum sanctitatem excitandam procurandamque).

[37] Véase el párrafo 4.

[38] Pablo VI, Memoriale Domini.

[39] Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Supremo Pontífice, Comunión recibida en la lengua y de rodillas (2010).

[40] Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Supremo Pontífice, Comunión recibida en la lengua y de rodillas (2010).

[41] Congregación para las Iglesias Orientales, Instrucción Il Padre, incomprensibile”(1996), núm. 53.

 

ROMA 14-17 SEP.: CELEBRACIÓN X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM

Nos complace anunciarles que del 14 al 17 de septiembre de 2017 se celebrará en Roma el X Aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI. Será una ocasión sin igual para peregrinar hasta la tumba de San Pedro y conmemorar tan importante evento para la Misa tradicional. Por todo ello, recomendamos su asistencia.

A continuación, publicamos por su interés el Comunicado de Prensa emitido por los organizadores del evento:

COETUS INTERNATIONALIS SUMMORUM PONTIFICUM

GIOVANI E TRADIZIONE

AMICIZIA SACERDOTALE SUMMORUM PONTIFICUM

Roma, 27 de noviembre de 2016

1.er domingo de Adviento

«¡Que la misa tradicional pueda florecer en la Iglesia!»

Esta exhortación, formulada por Mons. Sample, arzobispo de Portland, como conclusión de la última peregrinación internacional Populus Summorum Pontificum a Roma (27 al 30 de octubre de 2016), encontrará su mejor ilustración el año próximo, el 14 de septiembre de 2017, cuando el pueblo Summorum Pontificum se reúna ad Petri Sedem para festejar el décimo aniversario de la entrada en vigencia del motu proprio de Benedicto XVI.

El aniversario de la aplicación del texto mediante el cual Benedicto XVI ha liberado el misal de San Juan XXIII de las prohibiciones que pesaban sobre él es también el de todos los sacerdotes, religiosos y fieles que, desde entonces, han alimentado, enriquecido y renovado su fe según lo que se ha convenido en llamar la «forma extraordinaria del rito romano».

Por ello, después de consultar con la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, el Coetus Internationalis Summorum Pontificum ha decidido, de forma excepcional, adelantar las fechas de su peregrinación 2017: esta comenzará el jueves 14 y terminará el domingo 17 de septiembre de 2017.

La peregrinación comenzará el jueves 14 de septiembre de 2017 con el V Congreso Summorum Pontificum que organizará la asociación Giovani e Tradizione y l’Amicizia Sacerdotale Summorum Pontificum. Continuará los días 15, 16 y 17 de septiembre y, como todos los años desde su creación en 2015, el punto culminante consistirá en la procesión solemne que recorrerá las calles de Roma para conducir a los peregrinos a la basílica de San Pedro el sábado 16 de septiembre de 2017 donde se celebrará una misa pontifical.

CONTACTOS:

Facebook: Populus Summorum Pontificum

cisp@mail.com

Amicizia Sacerdotale Summorum Pontificum

www.giovanietradizione.org

 

 

VIDEO: LA SOBRECOGEDORA CELEBRACIÓN DE LA MISA TRADICIONAL POR EL PADRE PÍO

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San Pío de Pietrelcina vivió en su cuerpo durante cincuenta años, por medio de los estigmas que laceraban su cuerpo, la Pasión de Jesucristo. Por este motivo, la Santa Misa, renovación incruenta del sacrificio del Calvario, era para el santo un momento de especial inmolación, sufrimiento y unión con Cristo, como puede verse en este vídeo en el que celebra de forma sobrecogedora Misa tradicional ante los numerosísimos fieles congregados.

Fuente: Religión en Libertad

 

INFORME FIUV: «EL SERVICIO DEL ALTAR DE HOMBRES Y NIÑOS»

La Federación Internacional Una Voce ha comenzado a publicar en su web oficial unos interesante informes sobre liturgia tradicional y el Misal de1962, denominado: Position Paper. El primero de ellos es el dedicado al servicio del altar de hombres y niños, y ha sido traducido al español por la asociación litúrgica hermana Magnificat,  de Chile, del original completo y en inglés que puede consultarse aquí. A continuación, el texto de dicho informe:

 

 

Position Paper 1

El servicio de hombres y niños en el altar

Sumario

La tradición de que en la Misa sean acólitos hombres y niños y de que se excluya a las mujeres es un caso específico de la “antigua tradición litúrgica latina” de cuyas “riquezas” ha hablado el papa Benedicto XVI. Su valor reside fundamentalmente en su relación con la enseñanza de la Iglesia, claramente expresada por el Papa San Juan Pablo II, sobre la complementariedad de los sexos en la economía de la salvación, enseñanza que está íntimamente conectada con la de que la ordenación de las mujeres al sacerdocio es imposible. Las mujeres representan, más perfectamente que los hombres, a la Iglesia en cuanto Novia; los hombres, más perfectamente que las mujeres, representan a Cristo como Novio, especialmente en el papel sacerdotal de Éste. Esta enseñanza se expresa no sólo en la ordenación al sacerdocio de los varones, con exclusión de las mujeres, sino también en el hecho de que quienes están más cerca del sacerdote en la acción litúrgica son exclusivamente varones. Esta distinción se refuerza por la asimilación del presbiterio de una iglesia con el cielo, siendo la liturgia que se desarrolla en el presbiterio una anticipación de la liturgia celestial, y con la asimilación de la nave del templo con la tierra, el lugar en que habita la Iglesia militante. Por este motivo, la práctica del servicio del altar por varones sirve para reforzar, enseñar y encarnar una verdad teológica fundamental, de acuerdo con el principio lex orandi, lex credendi.

Texto:

1.El tema del servicio de la Misa en la forma extraordinaria realizado por hombres y niños, con exclusión de las mujeres, ofrece un adecuado punto de partida a esta serie de artículos, ya que sobre este tema la Pontificia Comisión Ecclesia Dei se ha pronunciado [véase aquí el texto de la respuesta], con el peso de su autoridad, en favor del carácter obligatorio de las reglas vigentes en 1962. Además, es evidente que el permiso para que las mujeres sirvan la Misa en la forma ordinaria constituye no una política recomendada sino una concesión que se hace por “motivos específicos en determinados lugares” (como se dice en la carta de 1994 de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos)[1], y esta misma Congregación ha alabado explícitamente la “noble tradición de que sean niños los que sirvan de monaguillos”, costumbre que es “siempre muy apropiada” (carta privada de 27 de julio de 2001, citada en la Instrucción Redemptoris Sacramentum, núm. 47)[2]. Esto constituye una muy evidente instancia de una tradición, característica del misal de 1962 (como también de Misal de 1970, en su primera concepción) que el motu proprio se ha preocupado de preservar y fomentar.

2.La “noble tradición” de que sirvan la Misa hombres y niños, excluyendo a las mujeres, está apoyada, muy notablemente, por el canon 44 de la Colección de Laodicea, que data del siglo IV, como también por innumerables documentos posteriores. El valor de esta tradición no deriva sólo de su antigüedad: la preocupación de Papas y obispos por preservar esta tradición a lo largo de tantos siglos deriva de profundas consideraciones teológicas y pastorales.

3. La consideración pastoral mencionada por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en los dos documentos ya citados es que la íntima colaboración del monaguillo con el sacerdote a menudo fomenta las vocaciones al sacerdocio. La citada Congregación manifiesta la preocupación de que esta fuente de vocaciones pueda verse afectada por la admisión de las mujeres al servicio del altar (un estudio estadístico atingente se contiene en el Apéndice a este artículo). Este problema pastoral es consecuencia de un tema de fundamento teológico, en el sentido de que, entendido el punto adecuadamente, los acólitos laicos substituyen a la tradicional orden de acolitado: ellos están conectados simbólicamente, y a menudo causalmente, con el estado clerical.

3.Las razones teológicas se refieren a la doctrina irreformable de la Iglesia de que sólo los varones pueden ser ordenados al sacerdocio. Esta enseñanza, enfatizada por San Juan Pablo II (Mulieris Dignitatem, de 1988, y Ordinatio Sacerdotalis, de 1994), se fundamenta en el papel, distinto y complementario, de los sexos en la economía de la salvación.

4.Al comienzo de Mulieris Dignitatem, San Juan Pablo II nos recuerda el principio de que “[l]a gracia jamás desconoce o anula la naturaleza, sino que más bien la perfecciona y ennoblece”[3]. El papel de los sexos en la Iglesia, como ha sido querido por Dios, no echa abajo la complementariedad que existe en las relaciones humanas sino que edifica sobre ella y sobre los especiales carismas de cada sexo[4],  no obstante el daño causado por el pecado original[5]. San Juan Pablo II habla de la “disposición naturalmente esponsal de la personalidad femenina”, que se ejemplifica no sólo en el matrimonio sino también en la virginidad, como una forma de auto-donación[6].  Dios se relaciona con la Iglesia como el Novio con la Novia, una analogía que se encuentra especialmente en Efesios 5 y también en numerosos pasajes del Antiguo Testamento[7] .

6. Como sigue explicando San Juan Pablo II, en la Iglesia todo ser humano –varón o mujer- es la Novia en el sentido de que acepta el don del amor de Cristo Redentor, y procura responder a él con los dones de su propia persona[8].

7.De este modo, también la Santísima Virgen María puede ser descrita como “figura de la Iglesia”, según la frase de San Ambrosio[9] citada por Lumen Gentium[10] y reiterada en Mulieris Dignitatem[11]. San Juan Pablo II concluye que las mujeres tienen un papel profético en la Iglesia en la medida en que “hacen manifiesta esta verdad” de la relación de Dios con la Iglesia[12]. Esto tiene implicaciones para las religiosas, que pueden representar más perfectamente a la Novia Virgen, la Iglesia: como escribió San Juan Pablo II, “[e]sta dimensión esponsal, que es parte de toda vida consagrada, tiene un especial significado para las mujeres, que encuentran en ella su identidad femenina y, si se pudiera decir, descubren en ella su especial genio en su relación con el Señor[13]. Debemos considerar además, en relación con esto, que la Virginidad Consagrada es una vocación sólo de las mujeres.

8.La analogía de Novio y Novia tiene su corolario en la relación entre el clero y los Christifideles, y entre el presbiterio y la nave del edificio del templo. San Juan Pablo II cita Mulieris Dignitatem en su decisión sobre la imposibilidad de la ordenación de las mujeres[14]. Si las mujeres pueden representar perfectamente a la Iglesia como Novia, son los hombres los llamados a representar a Cristo, especialmente en su papel sacerdotal[15]. Y como reconocimiento del papel del sacerdote in persona Christi, se debe entender que los colaboradores y asistentes del sacerdote, sus instrumentos vivientes, por decirlo así, deben estar en el mismo lado de la analogía frente a los fieles cristianos, y esto está enfatizado por la antigua tradición de considerar el presbiterio de la iglesia como representativo del mundo celestial, y la nave, del mundo terreno. Como escribe el profesor P. Michel Sinoir: “El iconostasio [en Oriente] es simbólicamente el Cielo, y su liturgia, que anticipa la del Cielo, es celebrada sólo por miembros del clero. La nave es simbólicamente la tierra, la morada de los hombres y mujeres que se preparan para entrar en la gloria. Esto es, por analogía, el mismo misterio de Cristo-Novio, que renueva en el presbiterio su sacrificio, recibido con gratitud por la Iglesia-Novia que todavía peregrina aquí abajo[16].

9. Esto hace cobrar sentido a la antigua prohibición no sólo de que las mujeres sirvan el altar, sino de que estén presentes en el presbiterio durante la liturgia. Así, nos encontramos con que, en Musica Sacra (1958)[17], no se permiten en el presbiterio coros que incluyan mujeres, y en la edición de 1975 de la Instrucción General del Misal Romano se excluye del presbiterio a las lectoras mujeres[18].

10.Lo que está aquí en juego es, como era de esperarse, la representación litúrgica de los principios teológicos, según la máxima legem credendi lex statuat supplicandi[19]. Estos principios no sólo son reflejados en la liturgia, sino que son ilustrados, enseñados y, en su debido tiempo, asimilados por los fieles que asisten a ella: se puede decir que la liturgia encarna esos principios[20]. Es por esta razón que la preservación íntegra de la forma extraordinaria del rito romano tiene un especial valor, porque esta forma es la articulación litúrgica de un conjunto de principios teológicos que son propios de la Iglesia. La “noble tradición” del acolitado masculino proporciona a la Iglesia una presentación aprehensible de la enseñanza sobre el papel de los sexos en la economía de la salvación y sobre la relación de Cristo con la Iglesia semejante a la del Novio con la Novia, que a su vez refleja la relación de Dios con la Creación.

[1] Notitiae 30 (1994) 333-335.

[2] Notitiae 37 (2001) 397-399.

[3] Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem (1988), núm. 5: «Sed gratia, seu Dei actio supernaturalis, nunquam naturam excludit, quin immo eam perficiet et nobilitat».

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2333.

[5] Sobre el pecado original, véase Mulieris Dignitatem, núm. 10.

[6] Mulieris Dignitatem, núm. 20: «Natura proin ac sponsalis inclinatio ipsius personae femeninae».

[7] Mulieris Dignitatem, núm. 23 menciona a Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías.

[8] Mulieris Dignitatem, núm. 25.

[9] San Ambrosio, Expos. Luc. II, 7: PL 15, 1555.

[10] Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium (1964), núm. 63.

[11] Mulieris Dignitatem, núm. 27: «Mariam Nazarethanam Ecclesiae figuram» Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater (1987), núm. 44: «María es modelo y figura de la Iglesia» (exemplar ac typus Ecclesiae).

[12] Mulieris Dignitatem, núm. 29.

[13] Juan Pablo II, Exhoración apostólica Vita Consecrata (1996), núm. 34: Hanc in sponsali ratione quae precipua est omnis consecratae vitae, mulier, propriam quasi indolem detegens suae cum Domino coniunctionis, se reperit ipsa. Esto se podría traducir más literalmente así: «En este modo esponsal de pensar, que es la más importante consideración de toda vida consagrada, la mujer, al descubrir el carácter particular, por decirlo así, de su unión con el Señor, se encuentra a sí misma».

[14] Juan Pablo II, Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), núm. 2.

[15] El Papa Benedicto XVI ha reiterado la identificación del sacerdote con Cristo como Novio de la Iglesia al explicar el significado y valor del celibato en el sacerdocio: “Esta elección [de celibato] tiene un primer y más importante significado de carácer nupcial: es una profunda identificación con el corazón de Cristo el Novio, que entrega su vida por su Novia” (Exhortación Postsinodal Sacramentum Caritatis [2007], núm. ). Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, núm. 43.

[16] Sinoir, M., La question de l’admission des femmes au service de l’autel (París, Pierre Téqui, 1994), p. 26. La traducción al inglés ha sido hecha por el P. Brian Harrison OS.

[17] Pío XII, Instrucción de Musica Sacra et Sacra Liturgia (1958), núm. 100.

[18] Instrucción Genera del Misal Romano (1975), núm. 70.

[19] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1946), núm. 47.

[20] Cf. Cristopher Schönborn, Amar a la Iglesia: Ejercicios espirituales predicados en presencia del Papa Juan Pablo II (San Francisco: Ignatius Press, 1996), p. 205: «Y, con todo, cuán importantes son esos signos para “encarnar” la fe (en este pasaje se refiere a la orientación durante la liturgia)».

 

HOMILIA: «QUERIDOS SACERDOTES, INTENTAD REDESCUBRIR LA MISA TRADICIONAL»

Publicamos un extracto de la homilía que Don Rinaldo Bombardelli, sacerdote italiano rector de la iglesia de la Santissima Annunziata en Trento (Italia), pronunció el pasado 29 noviembre de 2016. El padre Bombardelli celebra todos los domingos y fiestas de precepto la Misa tradicional en dicho templo. El texto íntegro de la homilía ha sido publicado en la Carta n° 575, del 27 de diciembre de 2016 por Paix liturgique, y puede leerlo íntegramente en francés pinchando aquí,

 

«Queridos sacerdotes, intentad redescubrir la Misa tradicional»

Hermanos y Hermanas:

«Nuestra hermosa fe católica nos ofrece la posibilidad de poder escuchar la palabra viva del Evangelio, por medio del magisterio milenario de la Iglesia, en la firmeza de la doctrina, por la gracia de los sacramentos, la oración y la liturgia.

Y a propósito de liturgia, precisamente en esta iglesia dedicada a María Santísima de la Anunciación, en Trento, –y sin ocultar una pizca de orgullo por pertenecer a esta iglesia de Trento que ha tenido el honor de hospedar, a pocos metros de dónde os estoy hablando, uno de los más grandes concilios de la historia de la Iglesia, el Concilio de Trento, concilio que ha llevado a cabo una inmensa reforma en la Iglesia protagonizada por una multitud de Santos y Santas–, tenemos la gracia de poder celebrar aquí todos los domingos la Santa Misa según el rito antiguo.

Una liturgia que contiene en sí, en sus silencios, en su carácter sagrado, en la centralidad que otorga al Sacrificio de Jesús sobre la Cruz, la respuesta a aquel Quærere Deum, ese buscar a Dios, al que me refería al principio. Es una liturgia que atrae mucho a los jóvenes, aunque esto pueda parecer increíble.

En realidad, y aquí me permito dar un consejo a mis hermanos sacerdotes que ahora me escuchan: nosotros hemos intentado de muchos modos atraer a las jóvenes generaciones a la iglesia y la Santa Misa. Recuerdo de pequeño las “misas beat”, después también las “misas rock” o las misas caracterizadas por particulares y hasta extravagantes modos de atraer a los jóvenes. Lo hemos hecho de buena fe, quizá con grandes expectativas pero que a menudo nos han dejado decepcionados.

Queridos hermanos sacerdotes, intentad redescubrir la Santa Misa antigua que, además de ser un extraordinario alimento para nuestra espiritualidad sacerdotal, ella también atrae, y mucho, a los jóvenes. Sucede en todo el mundo, y también aquí. ¿Por qué no debería suceder también entre vosotros?

El mundo necesita de Dios. Las naciones buscan a Dios. La Iglesia puede y debe ofrecer a Dios. Es nuestra tarea, es nuestro preciso deber, y al mismo tiempo es la alegría que llena nuestra vida. Esa alegría que tiene un nombre preciso: Jesucristo, el Hijo de María Santísima».

Fuente: El Búho escrutador.