VIDEO: LA SOBRECOGEDORA CELEBRACIÓN DE LA MISA TRADICIONAL POR EL PADRE PÍO

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San Pío de Pietrelcina vivió en su cuerpo durante cincuenta años, por medio de los estigmas que laceraban su cuerpo, la Pasión de Jesucristo. Por este motivo, la Santa Misa, renovación incruenta del sacrificio del Calvario, era para el santo un momento de especial inmolación, sufrimiento y unión con Cristo, como puede verse en este vídeo en el que celebra de forma sobrecogedora Misa tradicional ante los numerosísimos fieles congregados.

Fuente: Religión en Libertad

 

SEVILLA: DOMINGO 29 ENERO MISA TRADICIONAL CANTADA

Nos complace anunciarles que próximo Domingo día 29 de enero, 4º después de Epifanía, se oficiará –D.m.- Santa Misa cantada según el Rito Romano tradicional, a las 10:30 horas, en el Oratorio de la Escuela de Cristo de Sevilla, sito en el Barrio de Santa Cruz.

Será interpretado en sus melodías gregorianas el propio de la festividad y el ordinario de la Misa de Angelis.

 El servicio del altar y el canto correrán a cargo de la Escuela de Acólitos Servite Dómino y la Schola Laudate Dominum, respectivamente; ambas pertenecientes a nuestra asociación.

Adoráte Deum, omnes Ángeli eius: audívit, et laetáta est Sion

UNA VOCE SEVILLA

INFORME FIUV: «EL SERVICIO DEL ALTAR DE HOMBRES Y NIÑOS»

La Federación Internacional Una Voce ha comenzado a publicar en su web oficial unos interesante informes sobre liturgia tradicional y el Misal de1962, denominado: Position Paper. El primero de ellos es el dedicado al servicio del altar de hombres y niños, y ha sido traducido al español por la asociación litúrgica hermana Magnificat,  de Chile, del original completo y en inglés que puede consultarse aquí. A continuación, el texto de dicho informe:

 

 

Position Paper 1

El servicio de hombres y niños en el altar

Sumario

La tradición de que en la Misa sean acólitos hombres y niños y de que se excluya a las mujeres es un caso específico de la “antigua tradición litúrgica latina” de cuyas “riquezas” ha hablado el papa Benedicto XVI. Su valor reside fundamentalmente en su relación con la enseñanza de la Iglesia, claramente expresada por el Papa San Juan Pablo II, sobre la complementariedad de los sexos en la economía de la salvación, enseñanza que está íntimamente conectada con la de que la ordenación de las mujeres al sacerdocio es imposible. Las mujeres representan, más perfectamente que los hombres, a la Iglesia en cuanto Novia; los hombres, más perfectamente que las mujeres, representan a Cristo como Novio, especialmente en el papel sacerdotal de Éste. Esta enseñanza se expresa no sólo en la ordenación al sacerdocio de los varones, con exclusión de las mujeres, sino también en el hecho de que quienes están más cerca del sacerdote en la acción litúrgica son exclusivamente varones. Esta distinción se refuerza por la asimilación del presbiterio de una iglesia con el cielo, siendo la liturgia que se desarrolla en el presbiterio una anticipación de la liturgia celestial, y con la asimilación de la nave del templo con la tierra, el lugar en que habita la Iglesia militante. Por este motivo, la práctica del servicio del altar por varones sirve para reforzar, enseñar y encarnar una verdad teológica fundamental, de acuerdo con el principio lex orandi, lex credendi.

Texto:

1.El tema del servicio de la Misa en la forma extraordinaria realizado por hombres y niños, con exclusión de las mujeres, ofrece un adecuado punto de partida a esta serie de artículos, ya que sobre este tema la Pontificia Comisión Ecclesia Dei se ha pronunciado [véase aquí el texto de la respuesta], con el peso de su autoridad, en favor del carácter obligatorio de las reglas vigentes en 1962. Además, es evidente que el permiso para que las mujeres sirvan la Misa en la forma ordinaria constituye no una política recomendada sino una concesión que se hace por “motivos específicos en determinados lugares” (como se dice en la carta de 1994 de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos)[1], y esta misma Congregación ha alabado explícitamente la “noble tradición de que sean niños los que sirvan de monaguillos”, costumbre que es “siempre muy apropiada” (carta privada de 27 de julio de 2001, citada en la Instrucción Redemptoris Sacramentum, núm. 47)[2]. Esto constituye una muy evidente instancia de una tradición, característica del misal de 1962 (como también de Misal de 1970, en su primera concepción) que el motu proprio se ha preocupado de preservar y fomentar.

2.La “noble tradición” de que sirvan la Misa hombres y niños, excluyendo a las mujeres, está apoyada, muy notablemente, por el canon 44 de la Colección de Laodicea, que data del siglo IV, como también por innumerables documentos posteriores. El valor de esta tradición no deriva sólo de su antigüedad: la preocupación de Papas y obispos por preservar esta tradición a lo largo de tantos siglos deriva de profundas consideraciones teológicas y pastorales.

3. La consideración pastoral mencionada por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en los dos documentos ya citados es que la íntima colaboración del monaguillo con el sacerdote a menudo fomenta las vocaciones al sacerdocio. La citada Congregación manifiesta la preocupación de que esta fuente de vocaciones pueda verse afectada por la admisión de las mujeres al servicio del altar (un estudio estadístico atingente se contiene en el Apéndice a este artículo). Este problema pastoral es consecuencia de un tema de fundamento teológico, en el sentido de que, entendido el punto adecuadamente, los acólitos laicos substituyen a la tradicional orden de acolitado: ellos están conectados simbólicamente, y a menudo causalmente, con el estado clerical.

3.Las razones teológicas se refieren a la doctrina irreformable de la Iglesia de que sólo los varones pueden ser ordenados al sacerdocio. Esta enseñanza, enfatizada por San Juan Pablo II (Mulieris Dignitatem, de 1988, y Ordinatio Sacerdotalis, de 1994), se fundamenta en el papel, distinto y complementario, de los sexos en la economía de la salvación.

4.Al comienzo de Mulieris Dignitatem, San Juan Pablo II nos recuerda el principio de que “[l]a gracia jamás desconoce o anula la naturaleza, sino que más bien la perfecciona y ennoblece”[3]. El papel de los sexos en la Iglesia, como ha sido querido por Dios, no echa abajo la complementariedad que existe en las relaciones humanas sino que edifica sobre ella y sobre los especiales carismas de cada sexo[4],  no obstante el daño causado por el pecado original[5]. San Juan Pablo II habla de la “disposición naturalmente esponsal de la personalidad femenina”, que se ejemplifica no sólo en el matrimonio sino también en la virginidad, como una forma de auto-donación[6].  Dios se relaciona con la Iglesia como el Novio con la Novia, una analogía que se encuentra especialmente en Efesios 5 y también en numerosos pasajes del Antiguo Testamento[7] .

6. Como sigue explicando San Juan Pablo II, en la Iglesia todo ser humano –varón o mujer- es la Novia en el sentido de que acepta el don del amor de Cristo Redentor, y procura responder a él con los dones de su propia persona[8].

7.De este modo, también la Santísima Virgen María puede ser descrita como “figura de la Iglesia”, según la frase de San Ambrosio[9] citada por Lumen Gentium[10] y reiterada en Mulieris Dignitatem[11]. San Juan Pablo II concluye que las mujeres tienen un papel profético en la Iglesia en la medida en que “hacen manifiesta esta verdad” de la relación de Dios con la Iglesia[12]. Esto tiene implicaciones para las religiosas, que pueden representar más perfectamente a la Novia Virgen, la Iglesia: como escribió San Juan Pablo II, “[e]sta dimensión esponsal, que es parte de toda vida consagrada, tiene un especial significado para las mujeres, que encuentran en ella su identidad femenina y, si se pudiera decir, descubren en ella su especial genio en su relación con el Señor[13]. Debemos considerar además, en relación con esto, que la Virginidad Consagrada es una vocación sólo de las mujeres.

8.La analogía de Novio y Novia tiene su corolario en la relación entre el clero y los Christifideles, y entre el presbiterio y la nave del edificio del templo. San Juan Pablo II cita Mulieris Dignitatem en su decisión sobre la imposibilidad de la ordenación de las mujeres[14]. Si las mujeres pueden representar perfectamente a la Iglesia como Novia, son los hombres los llamados a representar a Cristo, especialmente en su papel sacerdotal[15]. Y como reconocimiento del papel del sacerdote in persona Christi, se debe entender que los colaboradores y asistentes del sacerdote, sus instrumentos vivientes, por decirlo así, deben estar en el mismo lado de la analogía frente a los fieles cristianos, y esto está enfatizado por la antigua tradición de considerar el presbiterio de la iglesia como representativo del mundo celestial, y la nave, del mundo terreno. Como escribe el profesor P. Michel Sinoir: “El iconostasio [en Oriente] es simbólicamente el Cielo, y su liturgia, que anticipa la del Cielo, es celebrada sólo por miembros del clero. La nave es simbólicamente la tierra, la morada de los hombres y mujeres que se preparan para entrar en la gloria. Esto es, por analogía, el mismo misterio de Cristo-Novio, que renueva en el presbiterio su sacrificio, recibido con gratitud por la Iglesia-Novia que todavía peregrina aquí abajo[16].

9. Esto hace cobrar sentido a la antigua prohibición no sólo de que las mujeres sirvan el altar, sino de que estén presentes en el presbiterio durante la liturgia. Así, nos encontramos con que, en Musica Sacra (1958)[17], no se permiten en el presbiterio coros que incluyan mujeres, y en la edición de 1975 de la Instrucción General del Misal Romano se excluye del presbiterio a las lectoras mujeres[18].

10.Lo que está aquí en juego es, como era de esperarse, la representación litúrgica de los principios teológicos, según la máxima legem credendi lex statuat supplicandi[19]. Estos principios no sólo son reflejados en la liturgia, sino que son ilustrados, enseñados y, en su debido tiempo, asimilados por los fieles que asisten a ella: se puede decir que la liturgia encarna esos principios[20]. Es por esta razón que la preservación íntegra de la forma extraordinaria del rito romano tiene un especial valor, porque esta forma es la articulación litúrgica de un conjunto de principios teológicos que son propios de la Iglesia. La “noble tradición” del acolitado masculino proporciona a la Iglesia una presentación aprehensible de la enseñanza sobre el papel de los sexos en la economía de la salvación y sobre la relación de Cristo con la Iglesia semejante a la del Novio con la Novia, que a su vez refleja la relación de Dios con la Creación.

[1] Notitiae 30 (1994) 333-335.

[2] Notitiae 37 (2001) 397-399.

[3] Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem (1988), núm. 5: «Sed gratia, seu Dei actio supernaturalis, nunquam naturam excludit, quin immo eam perficiet et nobilitat».

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2333.

[5] Sobre el pecado original, véase Mulieris Dignitatem, núm. 10.

[6] Mulieris Dignitatem, núm. 20: «Natura proin ac sponsalis inclinatio ipsius personae femeninae».

[7] Mulieris Dignitatem, núm. 23 menciona a Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías.

[8] Mulieris Dignitatem, núm. 25.

[9] San Ambrosio, Expos. Luc. II, 7: PL 15, 1555.

[10] Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium (1964), núm. 63.

[11] Mulieris Dignitatem, núm. 27: «Mariam Nazarethanam Ecclesiae figuram» Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater (1987), núm. 44: «María es modelo y figura de la Iglesia» (exemplar ac typus Ecclesiae).

[12] Mulieris Dignitatem, núm. 29.

[13] Juan Pablo II, Exhoración apostólica Vita Consecrata (1996), núm. 34: Hanc in sponsali ratione quae precipua est omnis consecratae vitae, mulier, propriam quasi indolem detegens suae cum Domino coniunctionis, se reperit ipsa. Esto se podría traducir más literalmente así: «En este modo esponsal de pensar, que es la más importante consideración de toda vida consagrada, la mujer, al descubrir el carácter particular, por decirlo así, de su unión con el Señor, se encuentra a sí misma».

[14] Juan Pablo II, Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), núm. 2.

[15] El Papa Benedicto XVI ha reiterado la identificación del sacerdote con Cristo como Novio de la Iglesia al explicar el significado y valor del celibato en el sacerdocio: “Esta elección [de celibato] tiene un primer y más importante significado de carácer nupcial: es una profunda identificación con el corazón de Cristo el Novio, que entrega su vida por su Novia” (Exhortación Postsinodal Sacramentum Caritatis [2007], núm. ). Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, núm. 43.

[16] Sinoir, M., La question de l’admission des femmes au service de l’autel (París, Pierre Téqui, 1994), p. 26. La traducción al inglés ha sido hecha por el P. Brian Harrison OS.

[17] Pío XII, Instrucción de Musica Sacra et Sacra Liturgia (1958), núm. 100.

[18] Instrucción Genera del Misal Romano (1975), núm. 70.

[19] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1946), núm. 47.

[20] Cf. Cristopher Schönborn, Amar a la Iglesia: Ejercicios espirituales predicados en presencia del Papa Juan Pablo II (San Francisco: Ignatius Press, 1996), p. 205: «Y, con todo, cuán importantes son esos signos para “encarnar” la fe (en este pasaje se refiere a la orientación durante la liturgia)».

 

HOMILIA: «QUERIDOS SACERDOTES, INTENTAD REDESCUBRIR LA MISA TRADICIONAL»

Publicamos un extracto de la homilía que Don Rinaldo Bombardelli, sacerdote italiano rector de la iglesia de la Santissima Annunziata en Trento (Italia), pronunció el pasado 29 noviembre de 2016. El padre Bombardelli celebra todos los domingos y fiestas de precepto la Misa tradicional en dicho templo. El texto íntegro de la homilía ha sido publicado en la Carta n° 575, del 27 de diciembre de 2016 por Paix liturgique, y puede leerlo íntegramente en francés pinchando aquí,

 

«Queridos sacerdotes, intentad redescubrir la Misa tradicional»

Hermanos y Hermanas:

«Nuestra hermosa fe católica nos ofrece la posibilidad de poder escuchar la palabra viva del Evangelio, por medio del magisterio milenario de la Iglesia, en la firmeza de la doctrina, por la gracia de los sacramentos, la oración y la liturgia.

Y a propósito de liturgia, precisamente en esta iglesia dedicada a María Santísima de la Anunciación, en Trento, –y sin ocultar una pizca de orgullo por pertenecer a esta iglesia de Trento que ha tenido el honor de hospedar, a pocos metros de dónde os estoy hablando, uno de los más grandes concilios de la historia de la Iglesia, el Concilio de Trento, concilio que ha llevado a cabo una inmensa reforma en la Iglesia protagonizada por una multitud de Santos y Santas–, tenemos la gracia de poder celebrar aquí todos los domingos la Santa Misa según el rito antiguo.

Una liturgia que contiene en sí, en sus silencios, en su carácter sagrado, en la centralidad que otorga al Sacrificio de Jesús sobre la Cruz, la respuesta a aquel Quærere Deum, ese buscar a Dios, al que me refería al principio. Es una liturgia que atrae mucho a los jóvenes, aunque esto pueda parecer increíble.

En realidad, y aquí me permito dar un consejo a mis hermanos sacerdotes que ahora me escuchan: nosotros hemos intentado de muchos modos atraer a las jóvenes generaciones a la iglesia y la Santa Misa. Recuerdo de pequeño las “misas beat”, después también las “misas rock” o las misas caracterizadas por particulares y hasta extravagantes modos de atraer a los jóvenes. Lo hemos hecho de buena fe, quizá con grandes expectativas pero que a menudo nos han dejado decepcionados.

Queridos hermanos sacerdotes, intentad redescubrir la Santa Misa antigua que, además de ser un extraordinario alimento para nuestra espiritualidad sacerdotal, ella también atrae, y mucho, a los jóvenes. Sucede en todo el mundo, y también aquí. ¿Por qué no debería suceder también entre vosotros?

El mundo necesita de Dios. Las naciones buscan a Dios. La Iglesia puede y debe ofrecer a Dios. Es nuestra tarea, es nuestro preciso deber, y al mismo tiempo es la alegría que llena nuestra vida. Esa alegría que tiene un nombre preciso: Jesucristo, el Hijo de María Santísima».

Fuente: El Búho escrutador.

 

ARTÍCULO: LA «RIGIDEZ» DE LA MISA TRADICIONAL PARA UN JOVEN CATÓLICO

A continuación, transcribimos del blog católico El Búho Escrutador, un interesante artículo aparecido en la revista Catholic Herald el pasado jueves 1° de diciembre:

 

«Sí, la misa tradicional es “rígida”; y este es un motivo por el que a nosotros los jóvenes nos encanta.

Por Paolo Gambi
En una entrevista publicada recientemente, el Papa Francisco dijo que estaba perplejo por los jóvenes que se sienten atraídos por la Misa tradicional latina. «Siempre trato de entender qué hay detrás de las personas que son demasiado jóvenes para haber vivido la liturgia preconciliar, pero que aún así la quieren», ha señalado. « ¿Por qué tanta rigidez?».

Como alguien que nació después de las reformas litúrgicas, pero prefiere la Misa antigua, creo que puedo responder a esta pregunta.

En primer lugar, la Misa tradicional es sencillamente más hermosa que la moderna: mejores ornamentos, cantos más solemnes, más reverencia. La belleza es un atributo de Dios. Si la belleza decae, se hace más difícil ver a Dios.

En segundo lugar, la Misa antigua proporciona un sentido más profundo de la identidad Católica. Actualmente en muchas parroquias la misa se ha convertido en algo demasiado similar a las celebraciones protestantes. Y si quisiésemos ser protestantes, fácilmente nos podríamos convertir.

En cambio, me gustaría volver al latín. El latín ha sido la lengua de los católicos occidentales desde el principio. Si la objeción consiste en que en el pasado era la lengua más hablada y ahora la gente no lo usa, entonces todas las misas deberían ser en inglés; o tal vez en chino. El latín no es sólo una lengua antigua; es un símbolo de nuestra identidad.

En tercer lugar, en cuanto a la rigidez, yo diría que la misa antigua es “rígida”de suyo, y eso es una buena cosa. Nosotros, la generación más joven, necesitamos cierta rigidez, rodeados como estamos por los sistemas de pensamiento débil y de “sociedades líquidas”. Si percibimos la Misa como algo rígido, compacto y riguroso, aquello puede ser atractivo. Si es algo meramente social, entonces tenemos mejores lugares sociales que frecuentar.

Si esto no te convence del valor imperecedero de la misa antigua, entonces ¿qué dirías de lo siguiente? Piensa en todos los santos que han sido formados por esta misa a lo largo de los siglos. Si los ha producido, no puede ser algo tan malo, ¿verdad?».

Artículo original: Catholic Herald.

Traducción de P. Fernández. (Las imágenes y destacados están tomados del mismo texto original)

 

LA ETERNA JUVENTUD DE LA MISA TRADICIONAL